De nuevo por acá para hacer mi participación en esta valiosa iniciativa que promueve @solperez, en la que a partir de grandes obras pictóricas podemos escribir relatos, ensayos, textos poéticos y reflexiones, entre otros textos. Para esta edición 41, me inspiré en el cuadro "The card reader" (1880), de Albert Anker.

Graciela siempre fue muy supersticiosa; Margoth, no, ella era una joven con los pies bien puestos sobre la tierra, siempre lucía impecable, parecía estar escondida detrás de su corset negro. Normalmente estaba silenciosa, y parecía no inmutarse por nada ni ante nada.

Por eso fue que Graciela se sorprendió cuando Margoth se le presentó aquella mañana en su casa y diciéndole:

_Necesito que me lleves a ver a una tarotista.

Estaba visiblemente descompuesta, y sus ojos no eran los mismos alegres y vigorosos de siempre.

_¿Qué te pasa? le preguntó Graciela _preocupada.

_Soñé que una tarotista me dijo que me quedaba poco tiempo de vida, fue algo tan real que aún me pareciera estarla viendo: Sus ojos, la pañoleta roja en la cabeza, sus largos y delgados dedos, la carta sostenida en la mano izquierda; eso no fue un sueño, Graciela- dijo Margoth, a punto de llorar.

__Déjate de tonterías, Margoth _dijo Graciela, asumiendo un tono de hermana mayor _yo nunca he ido a ver a una tarotista, pero sé que por aquí cerca vive una, ahora mismo iremos a verla para salir de eso.

Esperaron un rato a que saliera una pareja que se está viendo con la tarotista. La espera fue angustiante para ambas hermanas. Como a la hora y media, la pareja salió sonriendo.

Un hombre de voz ronca les dijo a las hermanas que pasaran.

La puerta de la tarotista se abrió como impulsada por el viento, y entonces allí, frente a ellas, estaba la mujer, con su pañoleta roja, contemplando la carta y con un gesto de preocupación.

Ya Margoth no escuchó ni miró más, sabía lo que le diría, sintió el brazo de su hermana y comenzó a llorar.

Invito a mis amigos @bellana, @yolvijrm y @eve73 Aquí la información