En visperas de la resurreción de Cristo Rey
Un sábado como hoy, pero hace 2022 años, el mundo esta en un luto indescriptible, todo el planeta se tiñó de una lúgubre luz, bañada de sombrías calígines, de luctuosas sombras y del terror del desamparo. El cuerpo de Jesucristo habia sucumbido ante la Cruz del Calvario, unicamente acompañado por un sudario que cubría sus carnes exangües, bajo el tumba otorgada por José de Arimatea.
Ese cuerpo, cumplirá su llamamiento final, su destino redentor. Mañana, al clarear el día, Jesús se levantará de entre los sepulcros. Abandonará su leve paso por el mundo de sombras y se asomará a la Vida, a la gran promesa de Gloria y Vida Eterna. Al milagro de la redención de las almas. A la vestidura impoluta, límpida, luminosa como el sol que rompe y derrota en el levante de la mañana a las tinieblas ciegas de la noche.
Mañana María contemplará el prodígio, el "Noli me tangere" transfigurado, La promesa suntuosa hecha certeza. Contemplará, delumbrada, como La Mano divina, aquella Mano lacerada vilmente por los clavos romanos, será sustancia firme, sempiterna y victoriosa. Aquella Mano que conoció el dolor y la agonía se elevará, tendiendo humildemente su Mano, en apretón firme e inabarcable como mar profundo, a aquellos deseosos de pureza, de testimonio, de resarcimiento, de verdad y de vida.
Y no será solo un cuerpo, Jesucristo será Palabra, será el Espiritú que romperá las cadenas futiles del pecado y de la impiedad; que saciará el hambre de los hombres, la sed del alma mundana; será la luz inextinguible que señalará el camino angosto y tribulado que conduce al Altísimo. Será, Jesus será, en un domingo; como mañana.
Hoy, La Palabra yace. Mañana, La vida se levantará.