La importancia de la unidad en la iglesia: dayanaaquino.24-08-2021.

in HeartChurch3 years ago


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Vivimos en un mundo de individualismo y soledad en el que cada quien busca lo suyo. No importa si alguien más sufre, con tal de conseguir nuestro propio “bienestar”. Vemos, por ejemplo, políticos que no se interesan por lo que le sucede al pueblo, mientras ellos anden en sus carros de lujo y tengan grandes mansiones y dinero. Ese es solamente un ejemplo de los tantos casos que podemos ver en el mundo.
En lo personal, muchas veces me gusta estar solo, pues así es como crecí. No tuve hermanitos de mi misma edad, y siempre tuve que ingeniármelas para jugar solo. En general, disfruto cumplir tareas solo, porque sé cómo quiero hacer las cosas, y no tengo conflictos por diferencias de opiniones. Sin embargo, desde que la gracia soberana de Dios me alcanzó, he tenido que venir luchando con esa idea y darme cuenta que la vida cristiana no admite tal cosa como soledad o individualismo.

Menciono todo eso porque aun entre cristianos es muy común pensar que podemos crecer espiritualmente o agradar a Dios sin la ayuda de nadie más. Pero, seguramente, Dios no nos hubiera constituido un pueblo si no nos necesitáramos unos a otros para caminar y crecer. La importancia de la iglesia local es indiscutible, pero lastimosamente muchos creyentes no vemos eso.

Lo que dice la Biblia sobre la Unidad en la iglesia En primer lugar, me llama mucho la atención el hecho de que la Escritura declare que los cristianos ya no somos extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (Efesios 2:19–21).

Eso me hace entender que, una vez en Cristo, el hombre pasa a formar parte de la gran familia de Dios, y ya no está solo. También puedo comprender que la base de esa unión es la cruz de Cristo, y que Él mismo es la piedra angular sobre la cual todo va creciendo bien coordinado. Así que, cuando veo a mi alrededor, y encuentro que en la iglesia hay divisiones, me doy cuenta de que algo del carácter de Cristo no ha sido formado en nosotros.

Otro tesoro bíblico que habla claramente sobre la unidad en los hermanos es el Salmo 133:1, el cual dice:
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
En este versículo se nos llama a “mirar”, es decir, “darnos cuenta” de lo buena que es la comunión entre hermanos. De hecho, la palabra “bueno” viene del hebreo tôb, que puede ser traducido como «favorable; agradable; encantador; bueno». De allí que podemos decir que la comunión es vital, porque es favorable para nuestra vida espiritual, y además es deliciosa, disfrutable, agradable. Más adelante, en el versículo 3 del mismo Salmo, se menciona la bendición que el Señor envía allí, donde el versículo 1 es real.

El libro de los Hechos también nos indica que los primeros cristianos «estaban todos unánimes juntos» (Hch 2:1), y que «la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.» (Hch. 4:32)
¡Qué maravilloso! ¿Verdad?
Ahora bien, no siempre esa unidad es apreciada y disfrutada, sino que muchas veces es olvidada o cambiada por cosas no esenciales.
Un ejemplo bíblico sobre la falta de unidad
Uno de los escritos más maravillosos en la Biblia es la primera carta de Pablo a los Corintios. En esta carta se nos muestra una iglesia con muchos problemas, y también vemos al apóstol exhortando no con base en su autoridad, sino basado en Cristo.
Aparentemente, los corintios estaban experimentando divisiones; al menos eso es lo que le habían informado a Pablo (1 Cor. 1:11). Todos estaban corriendo tras sus maestros, y olvidaban que Cristo es quien permite a los creyentes tener comunión:
…cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Cor. 1:12–13)
Creo que todos sabemos que la respuesta a esas preguntas es un rotundo ¡NO! O como dijera Pablo en otras circunstancias: ¡De ninguna manera!
Ante esta situación, su exhortación fue la siguiente:
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. (1 Cor. 1:10)
Es admirable que Pablo no reaccione de manera irritable y diga las cosas basándose en su autoridad como apóstol de Dios. Al contrario, pide a la iglesia en nombre de Cristo que mantengan la unidad.
Esa exhortación debe despertar a la iglesia de nuestros días también. En muchos casos estamos tan divididos, y deberíamos hacernos esa pregunta que tiene una respuesta obvia: ¿Está dividido Cristo? ¡Por supuesto que NO!

La exhortación del apóstol Pablo a la unidad en la iglesia
A los Efesios, Pablo también les exhorta a guardar la unidad y la comunión en la iglesia con las siguientes palabras:
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. (Ef. 4:1–6)

La paciencia es un componente que debemos tener presente en todo momento, para que podamos soportarnos los unos a los otros.

Guardar la unidad requiere esfuerzo; la palabra «solícitos» nos da testimonio de eso. Debemos esforzarnos por mantener la unidad en la iglesia, porque no hemos sido llamados a individualismo, sino a unidad. Recordemos que todos estamos bajo el señorío de un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
Ya sea que las denominaciones estén separándose unas de otras en pos de cosas que no son esenciales a la fe, o que en la iglesia local los hermanos no puedan convivir por distintas razones, la Escritura nos exhorta a esforzarnos por mantener la comunión y unidad unos con otros. Que el Padre nos permita basar cada aspecto de nuestra vida en Cristo, y que el Espíritu Santo sea quien nos guíe a través de la Palabra a entender que el individualismo no va con el pueblo de Dios. Texto

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