Como cada mañana entre un sueño y otro, deseando prolongar el despertar, sonó la alarma indeseada, esa que todos los dias su teléfono celular le obligaba a escuchar, era la melodía más odiada por Ágata cada madrugada.

Y recordaba que la vida está llena de alarmas con diferentes funciones y medios. "Si tan solo pudiera quedarme un ratico más" pensaba en medio de su somnolencia profunda. Nunca había podido vencer ese exceso de sueño en la hora más sabrosa, la más confortable para darte la vuelta y seguir durmiendo, ignorando la bendita alarma.

Cuando ya fué vencido el pico madrugador, en la inmensa quietud de esa hora criminal para tener que levantarse e ir al trabajo, se escuchaba a lo lejos una alarma en forma de sirena, de esas que tienen las patrullas policiales o quizás una ambulancia. Y pensaba Ágata en medio de su somnolencia, en quien estaría en problemas o tal vez siendo llevado al hospital por culpa del estúpido e insensible virus que aquejaba a la población en su ciudad.

Como quería no tener que salir, pero el deber que le imponía su profesión era más fuerte, y tenía que acudir al sitio de trabajo a enfrentarse con la realidad diaria, esa que ahorita se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en una alarma de salud, un virus propagado de forma irreversible, que se estaba llevando muchisimas vidas inocentes, unas por la imprudencia al no acatar la cuarentena, otras por la inconciencia de los que sin ton ni son contagiaban a las personas a su alrededor al no cumplir con las normas de aislamiento y del uso del tapabocas reglamentario exigido.

Algunas vidas que quizas se iban por la falta de insumos en los hospitales, condenados irremediablemente a una muerte que aunque el personal de salud quisiera evitar luchando a toda costa para cumplir con su juramento a la vida, les era imposible por la falta de todo material que los ayudara a salvar a quienes acuden enfermos a esos sitios que debían ser de sanación y salud.

Y asi es como llega el sentimiento de pánico inevitable, retrasado al máximo por Ágata. Afortunadamente, somos humanos, y aparte de las alarmas que existen en el mundo (sirenas, el reloj despertador, el celular), las que te avisan cosas, algunas de ellas peligrosas, sonó dentro de ella esa alarma interior que siempre intentamos acallar en tiempos difíciles donde todo el peso de lo malo nos agobia y a veces, termina escapándose de donde la encerramos para decirnos: "para, te estas dañando y nada resolveras si eso pasa".

Ágata sintió esa sensación camino a su trabajo. El panorama a su alrededor era sombrío, mucha gente en la calle, todas cubiertas con sus tapabocas, el pais de los enmascarados, asi lo llamó.

En ese instante, la señora Calma vino a su pensamiento y la invadió, esa alarma contra el peligro para su supervivencia emocional y orgánica, la sanó. Simplemente pensó: "todo esto va a pasar y mañana cuando acabe, de seguro seremos mejores seres humanos". En ese momento Ágata siguió su camino, con otra expresión no solo en su rostro, sino en su alma y su interior.

Los tiempos difíciles siempre han existido a lo largo de la historia. Fuímos puestos en la Tierra para evolucionar y sacar aprendizaje de todos los instantes que ocurran en nuestro diario vivir.

Hay circunstancias, unas más complicadas que otras, pero si buscamos desde nuestro interior, ese que en soledad nos llama a la calma y a la cordura dándonos la confianza para sobreponernos a las adversidades, encontraremos el camino para resolver todas estas cosas, y si no las podemos resolver, al menos aprender algo en positivo desde lo negativo.

Pasamos por dias muy difíciles, esta pequeña historia es parte del reflejo de lo que he sentido en esta época de encierro obligado por una enfermedad que amenaza y se ha llevado muchas vidas en el mundo.

He sentido miedo, algo de pánico, pero también esa alarma de mi ser que me llama a la calma y a la fé de que todo se va a resolver pronto para mi y para todos, ha cumplido su función. Ágata es ese pedazo de cada uno que quiere ser escuchado y quiso dejarles un poquito de su fé en el futuro a través de esta pequeña historia.

No dejemos de soñar con un mundo mejor, compartamos con los que amamos en estos dias de encierro y, por sobre todo, si la alarma de la calma toca a nuestra puerta, dejémosla pasar para que alivie todo mal sentimiento dentro de nosotros.