¿Quieres saber lo que pasó después del crack del 29? Historia de los fascismos en Europa.
El estado Fascista.
Tras la Primera Guerra Mundial, las aspiraciones territoriales y coloniales italianas quedaron insatisfechas. Además, la guerra, la depresión y el desempleo crearon un fuerte malestar social, sobre todo en el medio rural. El exsocialista “Benito Mussolini”, aprovechó todo esto para crear Fascios Italianos de Combate (1919), que se enfrentaron abiertamente a los comunistas. En 1921, el Partido Nacional Fascista solo logró 35 escaños de un total de 500. El 22 de octubre de 1922, Mussolino orquestó la Marcha sobre Roma: un golpe de estado incruento basado en la demostración de la fuerza de decenas de miles de fascistas. Ocho días después, con el beneplácito del ejército y del rey Víctor Manuel III, Mussolini fue nombrado primer ministro. El fascismo había alcanzado el poder.
El caso Matteotti.
En 1924, el asesinato de Giacomo Matteotti, diputado y creterario general del Partido Socialista Italiano (PSI), ilustró la violencia extrema e impune ejercida por el nuevo régimen totalitario, encaminada a la eliminación de todo opositor. Este año, Matteotti expuso públicamente en el parlamente los métodos fascinas y poco después, fue asesinado, junto a otros dirigentes sindicales y políticos. Por su parte, Luigi Sturzo, sacerdote y jefe del Partido Popular Italiano, de ideas Socialcristianas, se vio abocado al exilio.
La “batalla del trigo”.
El estado fascista italiano era fuertemente intervencionista y su principal objetivo era el desarrollo de la economía para contentar rápidamente a la población (sí, suena irónico lo sé). Su ultracionalismo condujo a una autarquía económica, según la cual el país debía ser lo más autosuficiente posible. En la agricultura se incentivó la producción, especialmente la del trigo, y se consiguió aumentar los quintenales por hectárea de rendimiento. El régimen llamó a este éxito “la batalla del trigo” (1925). La introducción de los abonos y las medidas de repoblación aumentaron la rentabilidad del suelo. Como en todo régimen totalitario, Mussolini recurrió rápidamente a la propaganda para manipular las masas, convertir “la batalla del trigo” en un símbolo de la eficacia del fascismo y fomentar el culto desmedido hacia su persona. No en vano se autoproclamó el “Duce” (caudillo) de Italia.
Los pactos de Letrán.
Un aspecto esencial del régimen fascista fue la normalización de las relaciones entre El estado italiano y el Vaticano, que mantenían un fuerte litigio desde 1870. El papa Pío XI (1922-1939) deseaba vivamente un punto de acuerdo, y así lo quería también las instituciones fascistas. Finalmente, en 1929 se firmaron una serie de documentos de Letrán (Roma), que reconocían la soberanía territorial de la ciudad del Vaticano y su condición de estado neutral e inviolable. Además, Italia compensó al Vaticano por haber perdido, en el siglo XIX, los Estados Pontificios, y reconoció el matrimonio católico como civil a todos los efectos. El divorcio continuó prohibido y la enseñanza religiosa fue obligatoria en todas las escuelas. En dichas escuelas, por otra parte, se inculcaron animismo los principios del movimiento fascista.
La República de Weimar.
A finales de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán se negaba a iniciar negociaciones de paz. Una revuelta popular interna condujo a la abdicación del Káiser Guillermo II y a la proclamación de la república. En 1919, tras reprimir un intento de revolución soviética, la asamblea votó en la ciudad de Weimar una nueva constitución. La tensión política, con frecuentes conspiraciones de extrema derecha y extrema izquierda, era permanente. Sin embargo, la República de Weimar consiguió una notable estabilidad desde 1924 hasta la crisis de 1929, y perduró hasta la toma de poder de Hitler en 1933.
La hiperinflación alemana.
La primera guerra mundial generó una fuerte inflación, muy agravada por las indemnizaciones impuestas a Alemania, cifradas en 132.000 de marcos de oro, unos 35.000 millones de dólares. En 1923, Francia invadió los centros del valle de Ruhr para cobrar las deudas de guerra, y los alemanes respondieron con huelgas. El gobierno de Weimar fabricó más papel moneda para pagar los salarios y hacer frente a la situación. El resultado fue una galopante inflación y la ruina. A finales de 1923 un dólar valía 4 billones de marcos de papel. La hiperinflación llevó a la miseria a la mayoría de los alemanes pero, paradójicamente, tuvo a la larga otros beneficios que condujeron a la recuperación.
El nacional socialismo Alemán.
En Alemania, los años siguientes a la Primera Guerra Mundial estuvieron plagados de violencia social, motivada por la inestabilidad política, la ruina económica y un fuerte resentimiento nacionalista, fruto del Tratado de Versalles. De ello se aprovecharon los antirrepublicanos. En 1920, el minoritario Partido Obrero Alemán, dirigido por Adolf Hitler, hizo públicos los 25 puntos de su programa, que propugnaba la revisión del Tratado de Versalles, la unión con Austria, el antisemitismo y el rearme de Alemania. Ya denominado Partido Obrero Nacionalista Alemán, fracasó en un golpe de estado en 1923. Sin embargo, la depresión de 1923 favoreció al partido, y el programa nazi empezó a ser muy popular.
El “Mein Kampf”.
Tras el fracaso del golpe de estado de 1923, Hitler fue condenado a cinco años de cárcel; pero la república fue demasiado condescendiente y solo cumplió quince meses. En prisión, Hitler dictó a su amigo Rudolph Hess un libro manifiesto titulado Mi lucha (Mein Kampf), que recogía su concepción del mundo y del futuro de Alemania. Mi lucha es un ideario racista y pangermanista (que vendría siendo la constitución de la Gran Alemania y la expansión territorial por el este de Europa) que exalta el culto al Estado, la subordinación del individuo a los intereses nacionales y la necesidad de apoyar sin reparos una dictadura conducida por un jefe supremo.
El Estado Nazi.
En las elecciones de 1933, el partido Nazi obtuvo 44% de los votos. Hitler fue nombrado canciller: con el apoyo nacionalista y conservador, aprobó la Ley de Poderes Especiales, por la que controlaba toda la política alemana, se proclamó “führer” (el guía), anunció que el III Reich duraría mil años y dosolvió todos los partidos, excepto el nazi. El Estado pasó a planificar la economía, respetado la propiedad privada y los intereses de los industriales. El único obstáculo para el poder absoluto de Hitler era Ernest Röhm.
El fin de las SA.
La Noche de los Cuchillos Largos es el nombre histórico bajo el que se conoce la eliminación de las SA, una potente milicia del partido Nazi. El 30 de junio de 1934, las fuerzas de la SA, y sus jefes, con Ernst Röhm al frente, fueron brutalmente aniquiladas. Las SA constituían un contrapoder al ejército y al propio Hitler. Sus militares de afilados representaban a una gran masa de parados que seguían creyendo en el carácter en el nacionalsocialismo. El asesinato de sus jefes reunidos en Bad-Wiesse (Alemania), coordinado con el de otras personas más o menos rivales de Hitler, contó con el beneplácito de los sectores más tradicionales del viejo orden. En agosto de 1934, la muerte de Paul von Hindenburg, el presidente del Reich alemán, Hitler hizo sumar sus poderes a los del canciller (que era él mismo) mediante un plebiscito.
Leyes de Nuremberg.
Desde septiembre de 1935, las leyes dictadas en la ciudad de Nuremberg consideraban judío a todo aquel que tuviera un abuelo judío, los judíos fueron privados de la nacionalidad alemana, y se le prohibió ejercer enseñanza, servir al ejército, trabajar en el sector público y casarse con alemanes. Esta política racial derivó en su persecución sistemática. El 9 de noviembre de 1938, los nazis atacaron las juderías, quemaron las sinagogas y asesinaron más de 50 judíos en la llamada Noche de los Cristales Rots. En 1938, aún quedaban en Alemania unos 250.000 judíos.
Los juegos Olímpicos de Berlín.
Los Juegos celebrados en Berlín en 1936 contituyeron una gigantesca demostración propagandística del poderío nazi. Las calles berlinesas fueron decoradas con banderas nazis mezcladas con las olímpicas. La antorcha llegó al estadio a manos de un representante de la juventud nazi, y en la ceremonia de apertura, tras sonar el himno alemán, 100.000 personas gritaron “Heil, Hitler!”.
La guerra Civil Española.
La revolución de Octubre de 1934 convulsionó aún más la II Repúblicam marcada por extremismos y el caos social. En 1936, el asesinato del líder derechista Calvo Sotelo por el propio gobierno republicano del Frente Popular, dio alas al golpe de estado de parte del ejército y varios grupos fascistas. Su fracaso en las más grandes ciudades llevó a una guerra civil que terminó en 1939, con la victoria del general Francisco Franco, unos 300.000 muertos y un país, ya atrasado, en ruinas. La nueva dictadura franquista afrontó el modelo de estado y la reforma agraria en una dura posguerra.
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