Passio Fructuosi en el Anfiteatro romano de Tárraco.

La Passio Fructuosi es un documento literario datado con anterioridad al año 325, que narra el proceso martirial del Obispo Fructuoso y de sus diáconos Augurio y Eulogio, quemados vivos en el Anfiteatro de Tárraco, un día viernes 21 de enero del año 259 entre las 10 y las 11 de la mañana.

Quien era Fructuoso?:
Fue un celoso y apostólico obispo de Tarragona, capital (de la época) de la Hispania Citerior.
Augurio y Eulogio eran sus Diáconos. En época de los emperadores Valeriano y Galieno fueron arrestados Fructuoso y sus diáconos.

Fueron llevados desde su lecho alegremente hasta la prisión. Siempre bendecían a los fieles que los visitaban, hacían bautismos y ayuno de las estaciones.

Al sexto día de su prisión compareció ante el gobernador, Ante la pregunta de si conocía los edictos del emperador éste respondió que no, confesando su fe cristiana. Ante la reiterada insistencia de los edictos y del sacrificio a los dioses Fructuoso nuevamente respondió “Yo sólo adoro a Dios, creador de los cielos y de la tierra y de todas las cosas”. El procurador Emiliano le dijo: <<Sabes que existen, además otros dioses?>>, No!, replicó. El procónsul le dijo: “Pronto lo sabrás”.

Se dirigió a los otros diáconos y preguntó lo mismo, estos dijeron que adoraban al mismo Dios que Fructuoso adora.

Por estas declaraciones fueron condenados inmediatamente los tres, a ser quemados vivos.

fuente

Fueron posiblemente los primeros mártires, que constan documentalmente en lo que sería la historia del cristianismo en España, escrito por un testigo presencial.

Fructuoso era muy amado inclusive por los mismos paganos, Estos no podían contener las lágrimas cuando eran llevados al teatro. Había aflicción y gozo al mismo tiempo por el martirio.

Fueron atados por estacas para ser quemados, Al principio las llamas consumieron las cuerdas que ataban sus manos, con esto los mártires tuvieron tiempo de extender los brazos en oración y entregar a Dios su alma.

El martirio de Fructuoso y sus diáconos, y la memoria martirial:

Y mientras fructuoso, con sus diáconos, era conducido al anfiteatro, el pueblo empezó a lamentarse por el obispo, Incluso los paganos.

Cuando llego a la anfiteatro, se le acercó enseguida Augustal, lector suyo, y le pedía llorando que le permitiera descalzarlo. Pero el bienaventurado mártir, valeroso y alegre, seguro de la promesa del Señor, le respondió: “déjalo hijo, yo mismo me descalzo”.

Ya descalzado, se le aproxima un compañero de armas y hermano que se llamaba Félix, apretándole la mano derecha, le suplicaba que rogara por él. Fructuoso le respondió con voz clara, de forma que todo el mundo lo escucho: ahora, necesito orar por la iglesia católica, extendida de Oriente a Occidente.

Así pues, de pie delante de la puerta de la arena del anfiteatro, a punto de encaminarse hacia la corona inmarcesible más que al suplicio, en presencia de los soldados beneficiarios.

Cuando se hubieron consumido las ataduras con las que les habían sujetado las manos, Fructuoso, recordando la costumbre que tenía, durante la plegaria divina, se arrodilló, todo dichoso, y seguro de la resurrección, rogaba a Dios con las manos extendidas, signo de la Cruz victoriosa del Señor.

De esta manera fue consumado el martirio en medio del fuego.

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