Caudillismo en Latinoamérica

in #historia6 years ago (edited)

El fenómeno del Caudillismo Latinoamericano en el siglo XIX
… y que pervive en el siglo XXI

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El proceso de Independencia es uno de los factores esenciales que provocaron la aparición del caudillo como figura de poder. El vacío de autoridad en vastas regiones geográficas, como los llanos de Venezuela y las pampas de la Argentina, dio lugar al incremento del bandidaje el cual tomó cuerpo en la impunidad. Los miembros de estas bandas, por ser diestros con las armas, especialmente rudos y crueles, y conocedores del país, en los momentos cruciales de las luchas de independencia, fueron captados para sus filas por ambos bandos en pugna. En algunos casos eran peones de hacienda que por razón del desorden reinante habían perdido a sus patrones, en otros eran simplemente aventureros o esclavos fugitivos, también estaban los desertores de la guerra. En todo caso eran personas que se encontraban viviendo en un ambiente sumamente hostil, al cual solo se sobrevivía en grupo, y quienes a la vez con su forma peculiar de organización, ofrecieron una solución de orden frente al caos del momento.

Un grupo de estas características siempre requiere de un líder y en este caso el liderazgo estaba caracterizado por la fuerza, la valentía, la audacia, una voluntad férrea y el temor que eran capaces de infundir en sus seguidores. Eran líderes carismáticos por naturaleza, y al ser personas iletradas, crecidas en estrechísimo contacto con la naturaleza, sus decisiones eran tomadas más en forma intuitiva que racional. Eran personalidades telúricas y viscerales, acomodadas sólo a su voluntad, o a la de otro más fuerte. Eran seres entregados a las pasiones, aficionados a las mujeres, al juego de gallos y a las apuestas, seductores natos. Las ciudades y su modo de vida acomodado a las normas ciudadanas les eran desconocidas. Vivían y morían prácticamente en el mismo lugar en que nacían.

En Venezuela surgió de este modo como caudillo José Antonio Páez, y en Argentina tenemos a Facundo Quiroga. En México emerge Santa Anna, que en este caso proviene del ejército regular, y es hijo de un abogado y funcionario colonial, sin embargo su personalidad encaja perfectamente en lo descrito anteriormente, por lo que podemos plantear como posible hipótesis, que más que un asunto de crianza, o de determinismo geográfico, era un asunto de personalidad de por sí voluntariosa e indomable, condicionada y valorada por las circunstancias de la guerra, y que en condiciones de paz, la mayoría de ellos, sólo pasarían por ser en el mejor de los casos unos inadaptados sociales renuentes a cualquier forma de autoridad, o en el extremo unos delincuentes muy efectivos.

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Antonio López de Santa Anna [a]

En su Autobiografía, José Antonio Páez nos dice:

«Tal era la vida de aquellos hombres. … Jamás llegaba a sus oídos el tañido de la campana que recuerda los deberes religiosos, y vivían y morían como hombres a quienes no cupo otro destino que luchar con los elementos y las fieras, limitándose su ambición a llegar un día a ser capataz en el mismo punto donde había servido antes en clase de peón».[1]

Eran hombres especialmente dotados físicamente para poder resistir e imponerse en ambiente tan hostil. Copiaban de alguna forma las maneras de las fieras con las que compartían el entorno. Los apodos los referirían a estas. Tenemos que a Páez lo llamaban el Tigre de Payara, y a Facundo el Tigre de los Llanos, títulos ganados siempre en acciones de suma violencia, ya fuera contra las fieras o contra los enemigos de cualquier índole, personal o política.

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Facundo Quiroga [b]

A Facundo nos lo describe Sarmiento:

«Sus ojos negros, llenos de fuego y sombreados por pobladas cejas, causaban una sensación involuntaria de terror en aquellos sobre quienes, alguna vez, llegaban a fijarse; porque Facundo no miraba nunca de frente, y por hábito, por arte, por deseo de hacerse temible, tenía de ordinario la cabeza inclinada y miraba por entre las cejas...» [2]

Sin embargo, contrario a lo que se pudiera pensar, valoraban su forma de vida por encima de la que suponían que era la forma de vida ciudadana, a la cual percibían como débil, pues muchos de estos caudillos solo la llegaron a conocer entrados los años, cuando ganada la Independencia sirvieron de apoyo a hacendados y estancieros, que incursionando en la política querían hacer valer su posición frente a los citadinos, o como en el caso de Páez y de Facundo, cuando ya generales asumen directamente posiciones de gobierno, nacional y provincial.

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José Antonio Páez [c]

La percepción de Páez es elocuente:

«La lucha del hombre con las fieras –que no son otra cosa los caballos y los toros salvajes- lucha incesante en que la vida escapa como de milagro, lucha que pone a prueba las fuerzas corporales, y que necesita una resistencia moral ilimitada, mucho estoicismo…; esa lucha, digo, debía ser y era durísima prueba. … Este fue el gimnasio donde adquirí la robustez atlética que tantas veces me fue utilísima después, y que aún hoy me envidian muchos hombres en el vigor y fuerza de sus años. Mi cuerpo, a fuerza de golpes, se volvió de hierro, y mi alma adquirió, con las adversidades en los primeros años, ese temple que la educación más esmerada difícilmente habría podido darle». [3]

Quienes así se veían, difícilmente podrían hacer otra cosa que imponer sus formas a una comunidad, una vez que tienen el poder de hacerlo. El enfrentamiento entre los valores del campo y de la ciudad en la formación de las nuevas naciones es inevitable. Una vez que el poder otorgado por la victoria en la Guerra de Independencia está en manos de los caudillos, difícilmente lo cederán a los políticos de las ciudades, o les podrá ser sustraído por el poder civil, por más que la razón fundamente las acciones de estos últimos. Y no podría ser de otra forma. Sus acciones son dictadas por la irracionalidad sustentada en el terror y en su propia ignorancia y en de la mayoría de la población.

«Facundo es un tipo de la barbarie primitiva: no conoció la sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras. (…) En la incapacidad de manejar los resortes del gobierno civil, ponía el terror como expediente para suplir el patriotismo y la abnegación; ignorante, rodeábase de misterios y haciéndose impenetrable, valiéndose de una sagacidad natural, una capacidad de observación nada común y de la credulidad del vulgo, fingía una presciencia de los acontecimientos que le daba prestigio y reputación entre las gentes vulgares». [4]

Abrazan cualquier tendencia política, bien pueden apoyar el federalismo o el centralismo como formas de gobierno a implantar, la que más les favorezca en lo personal, y mudan de posición al momento en que les es desfavorable; en todo caso no hay otro sustento en sus decisiones. Sin embargo en casi todos los casos, si la ciudad imponía el régimen centralista, las regiones se rebelaban porque no se sentían representadas en las decisiones tomadas desde el poder central y en consecuencia exigieron que el gobierno fuera el federal. En el caso que la ciudad abogaba por un gobierno federal, los caudillos regionales querían imponer cada uno su posición a los demás, siendo el gobierno federal incapaz de hacer conciliar las posiciones encontradas, por lo que el caudillo más fuerte se aventuraba a ir a la ciudad a imponer su política, que por lo general aunque pregonaba ser federalista en el uso, la acción era propia de un gobierno central.

En definitiva el régimen que logró imponerse en los primeros años de vida de las naciones independientes fué el gobierno central republicano de corte conservador, el cual luego de nuevas luchas daría paso a gobiernos federales de tipo liberal.

Una vez que asumen el poder, por la fuerza y el terror, los caudillos se apropian de los bienes comunales, monopolizando en sus manos las principales fuentes de riqueza económica de la región que está bajo su gobierno hasta diezmarlas en la mayoría de los casos, lo cual les otorgaba los bienes necesarios para emprender las campañas para hacerse con el poder a nivel nacional. Luego, a la menor excusa de acción bélica que pudieran acometer, las labores de gobierno las delegan en el subordinado más afecto. Eran hombres de guerra.

La red de relaciones que sustentaban el poder de los caudillos se establecía teniendo como base la amistad y el compadrazgo entre los líderes. Debían conocer personalmente al individuo en que delegan. Y su adhesión tenía que ser incondicional, con riesgo de perder la riqueza personal y la vida en caso de que disintieran.

Los caudillos locales y provinciales son la base del poder del caudillo nacional dentro de una organización piramidal. Con sus subordinados la relación es de patrón a cliente. En Venezuela esta relación deriva de la que tienen desde la colonia el hacendado y el peón, en Argentina entre el estanciero y el gaucho. El patrón protege y recompensa al cliente de acuerdo a sus labores y a costa de una total adhesión. El caudillo recompensa con tierras o puestos oficiales que depredar. Depende del momento.

Luego de las Guerras de Independencia las instituciones de gobierno cívico han desaparecido o no tienen la fuerza para imponer la norma, por lo cual se llama al caudillo. Esa es en esencia su función. Frente al caos es mal menor el orden autocrático que ayudaría a formar los nuevos estados nacionales.

«In taking power the caudillo usually followed a dual process: first he exercised informal authority and then actually took office as supreme executive, whether president o governor. But office did not replace a caudillo´s power or become a substitute for his authority: it simply confirmed his position and reinforced his original capacity to take decisions and impose order, a capacity which he had won by his personal qualifications, his response to war, and his reaction to politics». [5]

El poder civil sobrevendría en Latinoamérica más tarde, a costa de mucho sacrificio vital y paciencia de los pueblos, sin embargo su permanencia no ha sido estable, aún existen estados en Latinoamérica que aunque se autodenominan democráticos, son liderados por caudillos sustentados de facto por el militarismo nacional.

La sociedad guerrera pervive y sigue enarbolando sus valores de dominación e imposición de políticas personalistas por la fuerza, por encima de los valores de la razón, y de la conciliación y complementación de posiciones diversas, propios de la sociedad civil.

REFERENCIAS

[1] José Antonio Páez, "Autobiografía", Caracas, PDVSA, 1989. p.38.
[2] Domingo F. Sarmiento, Facundo. Capítulo 5, Vida de Juan Facundo Quiroga. | http://www.cervantesvirtual.com
[3] José Antonio Páez, "Autobiografía", Caracas, PDVSA, 1989. p.38.
[4] Domingo F. Sarmiento, Facundo. Capítulo 5, Vida de Juan Facundo Quiroga. | http://www.cervantesvirtual.com
[5] John Lynch, "Caudillos in Spanish America. 1800-1850", Oxford, Clarendon Press, 1992, p. 411.

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

HALPERING DONGHI, Tulio,
Historia Contemporánea de América Latina,
Madrid, Alianza Editorial, 1972.

LYNCH, John,
Caudillos in Spanish America. 1800-1850,
Oxford, Clarendon Press, 1992.

PÁEZ, José Antonio,
Autobiografía,
Caracas, PDVSA, 1989.

FUENTES DIGITALES

http://www.ancmyp.org.ar/user/files/Presidencialismo1.pdf
Dardo Pérez Guilhou
Presidencialismo, caudillismo y populismo.

http://www.cervantesvirtual.com
Domingo F. Sarmiento, Facundo. Capítulo 5, Vida de Juan Facundo Quiroga. Capítulo 6, La Rioja. Capítulo 7, Ensayos.

http://www.pbs.org
Antonio López de Santa Anna

IMÁGENES

[a] Antonio López de Santa Anna | https://goo.gl/dRqRhx

[b] Facundo Quiroga | https://goo.gl/5pHTeG

[c] José Antonio Páez | https://goo.gl/GZ4GuE

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