ℕ𝕒𝕕𝕚𝕖 𝕔𝕠𝕞𝕠 ℙ𝕖𝕕𝕣𝕠.

     ¡Pedro, no se dio cuenta! ¡En realidad no! Estaba demasiado absorto, poseído por su último juego. Teníamos 13 años. Pedro y sus padres se mudaron al piso de arriba y enseguida, siendo yo niña, supe que algo no era normal. Tal vez fue por la forma en que su habitación estaba llena de equipo de astronauta.

     No eran las cosas de plástico habituales de Buzz Lightyear; no, este era el sueño del coleccionista, ¡la NASA de verdad en la habitación de arriba! Tal vez fue la forma en que hablaba del espacio, un destello lejano en sus ojos. Cuando no jugábamos a los Aterrizajes Lunares estábamos construyendo teletransportadores.

     ¡Mis cajas de cereales y tres cartones de seguridad nunca coincidieron! Pero éramos pequeños, ¡no importaba! Pedro fue el más divertido de todos los tiempos, sabiendo todo, sobre todo - ¡de verdad! Felices rodeados de esas cajas de cartón amalgamadas con nuestra imaginación; pinturas y cordeles.

     No le gustaba que lo tocaran. No le gustaba que moviera sus cosas de su habitación, de esos fantásticos lugares; de sus lugares cuidadosamente catalogados a su criterio. Pero éramos pequeños, no importaba nada. Pedro seguía siendo el más divertido de todos, mi amigo incondicional.

     Cuando empezamos la escuela, estaba bien, pero a medida que fuimos creciendo, algunos de los niños pensaron que Pedro era un poco extraño. No lo entendieron como yo; no se tomaron el tiempo. Para el segundo año ya habíamos sido campeones del Salvaje Oeste, aprendices de Leonardo da Vinci y soldados de la Primera Guerra Mundial.

     Cerré los ojos y lo escuché mientras se convertía en mi libro de historia parlante, transportándonos a otro tiempo y lugar. Casi podía ver el humo de los cañones, oler el aceite en el lienzo, escuchar las armas en mis oídos. Éramos los campeones del parque, Pedro y yo.

     Sin embargo, las vacaciones marcaron el final de nuestros años primarios, Pedro se fue a visitar a unos parientes en Colombia. Los padres de Pedro me habían asignado la tarea de facilitar el cambio; Pedro iba a ir en una búsqueda a través del aire, dejando su reino y su leche y galletas; y yo esperar ansiosamente su regreso.

     Vacaciones. Mientras tanto, conocí a Yusbely y Leiny, en el Plan Vacacional. Camino a la piscina, ¡hablaban de pelo, chicos, chicos... chicos...! No hubo escapatoria. ¡Caras de contrabandistas haciendo señas, burlándose, compadeciéndose! Así pasó el tiempo y ¿algo me faltaba? ¡Su imaginación, sus locuras, su sonrisa y su tierna mirada…!

     Definitivamente, momento crucial... me arrodillé, "¡mi Señor!" ¡He sonreído! Pedro seguía siendo el más divertido de todos los tiempos. Al final de esas vacaciones, todo regresó a la normalidad. Nuevamente a mi lado, inicio del año escolar; de regreso a la luna y de visita por lugares insospechados. Nuevas aventuras compartiremos juntos.

     Hoy, muchos años después, sé que Pedro fue mi primer amor. Ese amor infantil y genuino… amos que compartimos sin saberlo, sin esperar nada a cambio, entregando todo, compartiendo todo y viviendo nuestras fantasías al máximo… Antes de marcharse, ¡muac! Un beso me dio en la mejilla, el cual atesora desde que dejamos se der niños.