Fue hace más de 8 años que la conocí, era tan hermosa que parecía un peluche, provocaba abrazarla sin más, sus ojos de color azul y su pelaje de color negro, y un blanco que demarcaba su pecho, parte de su cara y sus patas, le daban un toque de majestuosidad a aquel animal.

Mi padre la llevo a casa una tarde después de llegar de su trabajo, era muy joven por aquel entonces, mis hermanos y yo estábamos emocionados por aquella nueva mascota, recuerdo que ponerle un nombre fue lo que más nos costó. Todos lanzaban sus ideas al aire, pero al final, decidimos ponerle “Sasha”.

El tiempo fue pasando e inevitablemente nos encariñamos con ella, era muy juguetona, corría de aquí para allá, brincaba y saltaba para todos lados. A medida que fue creciendo, pudimos darnos cuenta de lo fiel que era a su instinto, puesto que por los alrededores de la casa siempre ha habido mucha fauna, debido a esto, ya con más de 2 año de edad perrunos, Sasha se adentraba en el monte y podía vérsele saltando hacia todas partes como si fuera un conejo.

Ante cualquier sonido o movimiento entre la maleza, ella se apresuraba a hurgar y lo más cómico de todo es que nunca cazaba nada, quizás se divertía con todo aquello. Si un animal se acercaba o estaba en el patio, bien fuera un sapo, una lagartija o incluso una abeja zumbándole cerca, se deseperaba y ladraba, no podía parar de hacerlo.

Los años transcurrieron realzando su belleza, dio a luz más de 3 veces dejando crías hermosas, las cuales al día de hoy, siguen con vida en manos de sus respectivos dueños.

Recuerdo que siempre me saltaba encima al verme sentado en una de las sillas del porche o al verme llegar de la calle. Recuerdo su aliento, puesto que en varias ocasiones le permitía acercárseme a la cara, y a menudo, era yo quien la buscaba para jugar o simplemente acariciar su pelaje.

Una husky siberiano a la cual no olvidare por mucho que pasen los años, una perra, que más que una mascota, paso a ser parte de la familia.

Ya van 2 años desde que murió, solía bañarse bajo la lluvia por mucho que tuviera donde meterse, le gustaba, pero debido a esto fue inevitable que sus orejas se vieran invadidas por las moscas, lo que llevo a que las mismas dejaran sus larvas. Hicimos hasta lo imposible por salvarla, pero por falta de medicamentos, su final fue muy trágico. Esto nos impactó mucho, puesto que de verdad la apreciábamos. Fue muy triste perderle y enterrarla.

Hoy la recuerdo alegre y juguetona como era, ¡Hermosa y nada más!