Creo que a ninguna persona he admirado y , a la vez, compadecido tanto como a mi vecina Iris, la conocí recién llegada a mi nuevo apartamento, antes de nacer mi primer hijo. Ya ella tenía una hermosa niña y compartió su segunda *barriga* con mi primera. Iris me guió en el paso a paso de todas esas novedades. En la nueva ciudad, no tenía familia y aún no había ganado amistades. Mi marido salía a trabajar y yo quedaba sola en la soledad del apartamento.

¿Por qué la admiré tanto? Por su capacidad de trabajo, su excelente manejo de una economía precaria sin que le impidiese hacer alguna chuchería para su hijita y que compartía conmigo y otras vecinas. Por su alegría a flor de sonrisa, el chiste rápido. ¿Suficientes razones, verdad?

¿Por qué la compadecí? Por un esposo mujeriego y borracho que ni siquiera respetaba su propio hogar. No hace falta decir más.
Iris, pudiese tener cualquier otro nombre, y representaría hermosamente a la increíble todo terreno mujer venezolana.

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