Agrias tus lágrimas secas en mi rostro. Agrio el sabor de tus besos en mi recuerdo. Agria la forma en que me mirabas. Ya no siento tu calor, tu armonía poniendo en orden mis días. Ya no lo quiero. A veces te extraño, pero carece de importancia. Tu recuerdo se desvanece paulatinamente, pero aun así me deja un sabor agrio en la boca. Mis sentidos explotaban con tus locuras, pero también lo hacían con tu olvido. No sabía que pensabas o lo que sentías. Me ocultaste una gran parte, escudándote de que me hablarías luego de los detalles. Pero no fue así. Te arrugabas cada día más en mi mente. Ya no te sentía cerca, te cerraste en ti y ya no había lugar para mí. Esa fue una de las razones por las que me fui. Aún recuerdo esa pobre tarde en que lloré desesperanzada por nosotros, porque querías cambiar y yo no lo aguantaba más. Quizás fui yo quien (se) arrugó.