Ponerse en el lugar del otro, un secreto de la felicidad
Hace algunos años estaba con mi vehículo dañado y decidí tomar un taxi para buscar a mi hijo por el preescolar. Por ser de un pueblo pequeño, específicamente "Tinaquillo" mucha gente te reconoce en la calle; al subir al vehículo el conductor me llamó por mi apellido:
- Hola Torres ¿cómo estás?
Le respondía su saludo con el acostumbrado “Bien gracias a dios”, un conjunto grande de palabras comparado con lo poco que nos expresamos hoy en día en la calle. En mi país vivimos la era del resumido, lo que antes podía ser una nutritiva conversación hoy en día la recortamos expresando en nuestro encuentro un Epa, Que mas, Eu o quizás un simple movimiento de la cabeza que significa “Te conozco y te saludo”.
Inmediatamente el profesional del volante se volteó hacia mí y me dijo: - Torres te cuento algo, hace unos tres días casi me animo a realizar un atraco.
Me gustaría en este momento que el amigo lector ampliara su imaginación y colocara en su mente una música de suspenso, seguida de un toque de terror. Aquella afirmación me dejó confundido, mi corazón se aceleró y estaba casi convencido de que me había llegado la hora de ser atracado por un taxista, sin embargo, me armé de valor y con una voz aguda que casi no se entendía por los nervios, le pregunté:
- ¿Y eso?
Allí me contó esta pequeña historia:
- Torres, hace tres días atrás tenía a mi hija menor muriéndose en el hospital, los doctores me solicitaron un medicamento urgente para su salvación, era muy costoso para un profesional del volante como yo, recurrí inmediatamente a todos mis amigos para solicitar su ayuda y la respuesta fue NO, acudí al Municipio para ver si me podían apoyar y su respuesta fue NO, traté de hablar con algunos empresarios y por supuesto su respuesta fue NO.
Me quedé con la cabeza agacha mientras escuchaba a aquel hombre contarme esa historia tan delicada y triste, pero mayor fue mi sorpresa cuando me hizo esta pregunta: - ¿Torres, que habrías hecho tú?
Aquel extraño hombre que me brindó un grado de angustia cuando inició su conversación, ahora me puso a pensar profundamente, ¿Por salvar la vida de mi hijo sería capaz de cometer un atraco?
Le hago la misma pregunta amigo lector: ¿Que habría hecho usted?
No piense que lo estoy animando a cometer un atraco o algo por el estilo, este artículo va hacia una reflexión más profunda: Una de las tantas complicaciones que tiene la vida es que nunca nos ponemos en el lugar del otro, en una de mis charlas de Humor-Motivación, le comento a la gente que por este motivo somos capaces de tropezarnos con nuestro mejor amigo en el trabajo, quien después de brindarnos alegría continúa durante seis meses lo saludamos y nos contesta de mala gana; justo en ese momento nuestra mente se llena de rabia, de ira y nos ponemos a pensar en la venganza, planificamos nuestra reacción, cuando venga y nos salude nuevamente, iniciamos un conflicto que puede ser interminable.
¿El Error? No nos ponemos en el lugar del otro, es posible que nuestro mejor amigo hoy se levantó con la sorpresa de que su mamá está enferma, una dolencia, malestar, quizás con un problema en su hogar de comida, salud o dinero; tenemos que comprender que no podemos pararnos todos los días de buen ánimo y nuestros compañeros en el trabajo, familiares o amigos deben entenderlo y asimilarlo.
¿Qué hacer? Dejar pasar el momento es la mejor opción, permite que sane la preocupación o el malestar y te puedo asegurar que en algún momento del día, se te va acercar a pedir disculpas por su mal comportamiento.
Esto es parte de la felicidad de la vida, como solía decir mi papá y creo que en algún momento lo expresó Jackie Chan: "Las mejores peleas son las que se evitan".
Feliz Día.
interesante publicacion.. felicitaciones...
Muy bonita reflexión, gracias por compartirla