DADA es un regalo

Por Judy Mam

Siempre que podemos, nos gusta conocer en persona a los artistas que dibujan en DADA. Beatriz ha tenido dos de estas reuniones con algunos de nuestros artistas en América Latina y siempre regresa diciéndome que no hay nada igual.
Viajé a mi ciudad natal, la Ciudad de México, para una reunión familiar y pude conocer a dos de nuestros artistas veteranos: Moxarra González y Adriana López, alias Odrisea.

Conocí a Moxarra en una cantina en el barrio de La Condesa el día después de mi llegada. Aunque nunca lo había visto en persona, solamente una vez en una videoconferencia, sentí que de alguna manera lo conocía. Reconocí su sentido del humor y su finura, tal como los expresa en sus dibujos. Tuvimos un almuerzo maravilloso y él nos regaló algunos de sus dibujos en papel para el equipo de DADA.

La generosidad de nuestros artistas me conmueve hasta las lágrimas, y no es solo por regalos como estos. Es porque hay generosidad en cada dibujo que hacen en DADA. Bea dice que cada respuesta a un dibujo es un regalo. Al ver los dibujos de Mox en la vida real, me di cuenta de cuán absolutamente privilegiados somos de tenerlo en DADA. Es una bendición que artistas de todo el mundo se sientan como en casa en el hogar que hemos construido para ellos.

La segunda vez que vi a Mox, Odrisea se unió a nosotros. Su mamá la trajo desde lejos. Le dije a su mamá que Adriana es una artista maravillosa. Aunque nunca la había visto antes, sentí que la conocía. Le pregunté si había tenido algún entrenamiento académico como artista. Su respuesta: "DADA son mis maestros".

Fuimos a la exposición de un famoso caricaturista político mexicano y aprendí algunas cosas maravillosas. Mox le dijo a Odrisea que las sombras nunca se hacen con negro, sino con otros colores. Aprendí que si dibujas un retrato puedes poner el dibujo frente a un espejo y verás exactamente cuáles son los errores.
De todas las obras que vio, Adriana prefirió los grabados de Gustave Doré sobre Don Quijote.

Finalmente, nos sentamos en una cafetería a dibujar. El tipo de lugar donde te rellenan tu taza de café infinitamente y te dejan estar. No soy artista, así que durante un buen rato estuve charlando y viéndolos dibujar. Mox trajo todo tipo de suministros: papel, lápices, marcadores, acuarelas, acrílicos, pinceles... Ver sus dibujos cobrar vida frente a mis ojos también fue una experiencia mágica. Odrisea nos hizo sentar muy quietos mientras nos dibujaba.

Decidí unirme al dibujo que estaban haciendo juntos. Resultó ser una de esas experiencias que no sabes cómo se siente realmente hasta que lo haces.

Tres personas sentadas en silencio o charlando tranquilamente mientras hacemos garabatos. Hay una sensación de paz, dicha y conexión que solo he sentido una vez en mi vida, cuando pasé un día en una reserva de elefantes en Tailandia. Ver a los elefantes agitar sus orejas, caminar, jugar, alimentarlos y regarlos con agua fue como una meditación. El tiempo pareció detenerse. Sentí que estaba flotando en una calma suspendida. Fue como un trance donde el tiempo se volvió mullido y denso como una almohada de plumas.
Dibujar con Mox y Adri se sintió así. Una sensación de conexión profunda, aunque ligera, de crear juntos en armonía.

El producto final es bello, independientemente de cómo se vea. Es felicidad en papel.

Tomamos fotos, platicamos, Adriana nos compró a ella y a mí un bigote falso, y luego nos separamos.
Al día siguiente, en el taxi de camino al aeropuerto, escuchando canciones nostálgicas como Time After Time y Forever Young, el encuentro del día anterior me llenó de emoción. Lloré todo el camino.

Me di cuenta de que con DADA hemos plantado un jardín lleno de retoños que siguen floreciendo. Las palabras que necesito para describir estos sentimientos suenan trilladas: gratitud, amor, comunión, alegría, paz, conexión. Pero son una aproximación imprecisa y tenue de los lazos que creamos a través del arte. Me di cuenta de que DADA es el mejor regalo que he recibido jamás.