La Voz Bautista (noviembre de 1953, Chile), Sin sacrificio no hay bendición, El ministerio de la reconciliación, Visión del Vaticano, Iglesias más fuertes constituyen comunidades mejores, Buenos mayordomos de los dones, gobierno es ordenado por Dios

La Voz Bautista 45:11 (noviembre de 1953), publicación bautista chilena, Honorio E. Espinoza, Director. Temas claves:
Pág. 2–3: “Sin sacrificio no hay bendición” (Anibal Giordano C.)
Pág. 3: “El ministerio de la reconciliación” (D. G. S)
Pág. 5: “Visión del Vaticano” (E. Báez)
Pág. 9, 24: “Por tierras del norte” (Anibal Giordano C.)
Pág. 10, 17: “La casa Bautista de publicaciones de El Paso, Texas, U.S.A., y su responsabilidad” (Jack V. Disselkoen)
Lecciones de Escuela Dominical (a cargo del Pastor A. Olmedo)
Pág. 11–12: “Iglesias más fuertes constituyen comunidades mejores”
Pág. 12–13: “Buenos mayordomos de los dones de Dios”
Pág. 13–14: “La compasión cristiana por un mundo necesitado”
Pág. 14–16: “Un mundo de oportunidades para todos”
Pág. 16–17: “El gobierno es ordenado por Dios”

Página 3 habla sobre el ministerio de reconciliación versus los ministros del Estado.

"¡Reconciliados por Cristo y reconciladores de los hombres con Dios en el mismo Nombre que es sobre todo otro nombre, aquí en la tierra, arriba en los cielos, en todo el mundo y sobre el universo!
Ministerio trascendente, único, éste de la Reconcilación, como podemos comprender por el valor humano de la palabra ministro. Este vocablo designa a la persona que ejerce el ministerio o sea la función o cargo del ministro.
En la vida política y religiosa de las sociedades organizadas, tenemos ministros de Estado, ministros de justicia, ministros de la Religión y otros. Les acompaña toda grandeza y ruido de gloria mundanos, con la persona del ministro por centro que reclama honores y pleitesía. Al contrario, el sentir de Cristo, el Príncipe de los ministros se ve en las palabras que dijo: “Cualquiera que quisiera hacerse grande sera vuestro servidor y cualquiera que quisiere hacerse el primero, sea siervo de todos” (Mar. 10: 43 – 44).
En efecto la palabra ministro lleva en su raíz el concepto de servicio y dentro del espíritu del Evangelio el de servicio asiduo, diligente, sincero, sacrificado, de pronto ánimo y para decirlo de una vez un servidor cumplido con sencillez, amor y fidelidad. Es un siervo, nada menos. Siervo de Dios en sus designios de salvación para la humanidad toda, y en la obra de reconciliación ofrecida a precio invariable de la vida de un\Dios Hijo, Cristo, muerto en el ignominioso patíbulo de la cruz propiciación potencial por los delitos del mundo, reconciliación para todos y cada uno de los hombres habidos y por haber, que con la mirada de fe en alto, encuentra salvación en el que fué levantado en el árbol de la cruz.
De poner esta verdad de Dios delante de todo hombre o mujer, de anunciar, hacer resonar claro y fuerte el Evangelio de Reconciliación; de transmitir la nueva a toda alma necesitada, miserable y cuitada: ésta es la sagrada misión (o ministerio) de los ministradores, servidores o ministros.
Es un inmenso privilegio esto de servir en la reconciliación del pecador con Dios Padre, el sumo ofendido, que ejercita justicia inexorable y estricta, sin menoscabo de su amor, inmenso amor. Dios es el Justo que exige el castigo condigno, y el Padre de misericordia que perdona en inefable armonía paradógica de atributos contrapuestos al entendimiento humano.
Esta verdad está expresada con inspiración feliz por el Salmista en estos términos: “La misericordia y la verdad se encontraron la justicia y la paz se besaron” (Sal. 85:10)". (página 3)

Página 5 trata con las degeneraciones de la iglesia católica por siglos que han afectado a muchas vidas, a diferencia que la fe protestante sencilla, primitiva y bíblica.

"Pero llama la atención esos “indicios” que el Vaticano observa en los círculos protestantes, hacia la unidad con la Iglesia Católica.
Esto quiere decir que hay por allí, en los recodos del camino, protestantes teñido de unidad, muy inclinados a pasar por alto los principios doctrinales, con el fin de ver la iglesia del futuro… Como ideal no está malo; la visión así adquiere colores arco – iris; pero otra cosa es, o sería en el terreno de la realidad si eso llegara acontecer.
¿Por qué? Preguntarán los que miran el fin sin reparar en los medios. Dando una mirada a la Reforma religiosa del siglo XVI se puede preguntar el por qué se produjo tan sonado rompimiento, y de tanto alcance en la vida religiosa de la Iglesia Cristiana.
Esto para muchos fué un acto de rebeldía de un fraile agustino; para otros fue un motivo político, sin que falten terceros que, el Protestantismo tiene que ver con Enrique VII, el rey de Inglaterra. Pero la historia dice otra cosa, y los frutos del llamado Protestantismo enseñan algo más de fondo. Y bien se sabe el descenso moral y espiritual en que había caído la Iglesia, y los graves errores dogmáticos tan contrarios a las enseñanzas del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
En consecuencia, la Reforma fué la vuelta a la Biblia, a la fe de la Iglesia primitiva. Tan es así que no han faltado escritores católicos que han admitido con franqueza, que la Reforma beneficia a la misma Iglesia Romana para elevar la vida de su clero.
No es necesario insistir en las bendiciones religiosas, sociales y culturales del Protestantismo a través de cuatro siglos de su historia.
Pero conviene analizar someramente las posibilidades de la visión pontificia. ¿Cabe ese sueño Romanista? ¿Tiene asidero?.
Primero, ¿ha cambiado el catolicismo romano en su actitud para con la revelación de Dios, las Santas Escrituras?
¿Se ha despojado de sus tradiciones supersticiosas colocadas al nivel de la Palabra de Dios? ¿Es más tolerante y democrática?
Sólo se notan cambios en su política cuando así conviene a sus miras.
Por otra parte el Protestantismo, o para decir mejor, la iglesia Evangélica, ¿Estaría dispuesta a renunciar a su fe novotestamentaria, a su camino histórico, a su sacra misión espiritual?
No es fácil ni posible colocar en un mismo molde las innovaciones romanistas con la sencilla fe evangélica. ¿Se puede dejar de lado el libre examen de la Biblia para someter mente y espíritu a las exigencias institucionales del Vaticano?
Estos interrogantes no admiten dilemas; y si en esos círculos protestantes hubieran quienes miran con amores el cercado ajeno, el Apóstol les diría: “Tan insensatos sois para dejaros fascinar; habiendo comenzado por el Espíritu, ahora queréis perfeccionaros por la carne”. (Gálatas).
La visión vaticana con ser color de rosa, se esfuma ante la verdad, ante la fe sencilla, y del sentido común; y ante la Palabra de Dios que dice: “No os hagáis siervos de los hombres”. (página 5)

Página 13 habla de la mayordomía de Dios y el diezmo.

"II. Una promesa referente al diezmo (Malaquías 3:7-10).- El pueblo de Israel era en extremo culpable de reincidencia. Los sacerdotes y el pueblo se habían y querían discutir con Dios. Un ejemplo concreto y flagrante de infidelidad era un fracaso para llevar los diezmos y las ofrendas como Dios lo había ordenado. Habían mostrado desprecio por el altar del Señor ofreciendo animales cojos y enfermos (Malaquías 1:8, 13,14). Como resultado de ello, vino la maldición de Dios sobre el pueblo por causa de su falta de honradez.
Dios las ordena ahora que obedezcan fielmente la ley del diezmo. Pero juntamente con este mandamiento Dios estimuló a su pueblo con una gloriosa promesa. Lo desafió a que lo probaran, y viera si no derramaría sobre él bendiciones sobreabundantes. Como principio, la fidelidad espiritual produce prosperidad material. Dios nos promete siempre recompensar la obediencia y el amor dándonos una fe creciente, mayor gozo en el servicio, y cualquier cosa que necesitemos.
IV. Un plan para ofrendar (1 Corintios 16:2).- Esta súplica de Pablo a los corintios fue hecha en relación con la ofrenda que se había levantado para los santos pobres de Judea. Sin embargo, sugiere un programa de ofrenda para los cristianos. El “primer día de la semana” es el Día del Señor, el tiempo oportuno para dar una ofrenda de adoración; esto sugiere la regularidad en las ofrendas. “Cada uno” significa cada cristiano; así pues, el dar debe ser preparado marca una norma que se aplica a todos, presidiendo de la cantidad de las entradas. El dar debe ser proporcional a las entradas recibidas"." (página 13)

Páginas 16-17 habla algo sobre el cristiano y el Estado. Como Pastor Sam Waldron y tal vez la mayoría de bautistas reformados hoy, además John MacArthur, están con los presbiterianos y creen en el derecho divino de los reyes revitalizado o reformado. No sigue con la posición de bautistas históricos en la teología de "libertad de consciencia" como John Leland, Isaac Backus, William Kiffin, John Bunyan, Henri Arnaud y Javanel de los Valdenses, y la gran mayoría de bautistas particulares alrededor la Revolución Americana. A lo mejor antes que este año los bautistas en Chile tuvieran otra perspectiva. Es difícil saber con seguridad.

"Texto áureo: No se cansará, ni desmayará, hasta que ponga en la tierra juicio; y las islas esperarán su ley (Isaías 42:4).
La Biblia hace énfasis repetidamente en el propósito divino de la autoridad civil. El gobierno eficaz es indispensable para tener una sociedad ordenada. Todo esto hace que sea muy importante que nosotros consideremos las enseñanzas de la Biblia que presentan la divina función del estado y la actitud que los cristiano deben tener hacia el mismo.
Creemos con ardiente convicción en el principio de la separación de la iglesia y el estado; pero necesitamos entender lo que esto significa. Esto no significa que el estrado no tiene responsabilidad ante Dios, ni que los cristianos no tienen obligación hacia el estado.
I. El propósito que Dios tiene en el gobierno (Romanos 13:1 – 4).- Pablo estaba ansioso de que los cristianos, aunque vivían bajo un gobierno totalitario, fueran dignos ciudadanos del estado. Ante todo, Dios, es parte del plan divino. La sumisión a la autoridad civil es justa; resistir tal autoridad es resistir a Dios y esto conducirá a “condenación” o castigo de parte del gobernante. La función del gobierno es la conservación del orden y de la rectitud. Una persona que obedece las leyes no tiene por qué temer al estado, pero la persona que desafía a la autoridad y que transgrede las fronteras de lo recto y de la libertad se hacer acreedor a un castigo por parte del estado. Pablo no quiso decir que Dios aprueba un gobierno corrompido, ni oficiales impíos, ni legislaciones injustas.
II. El cristiano y el estado (Romanos 13: 5–7). - Un cristiano debe ser obediente a la ley no por temor al castigo, sino “por la conciencia”. El motivo es lealtad al bien. Además, los cristianos tienen obligación de pagar contribuciones, esta es una obligación moral que tienen como ciudadanos. Los administradores del gobierno prestan una ayuda a la sociedad en general, por tanto, tiene derecho a recibir su salario por los servicios prestados. Por último, los cristianos deben al estado respeto y aprecio por causa de su origen y de su propósito divinos. Desgraciadamente hay oficiales públicos que no son personalmente honrados, pero el puesto que ocupan los hace acreedores al respecto." (páginas 16-17)


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