El mostrador de las arepas que se bifurcan. Periplos, Revista de Arte y Literatura. N° 4

in #equipocardumen6 years ago (edited)

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El mostrador de las arepas que se bifurcan o Tlon Uqcbar Mecqhatus Regina Pepeatus, Orbis Tertius de Polaris / @cantantecumanes*


Mi gente querida de Steemit, lo que leerán a continuación se trata de una especie de parodia que hice del cuento “El otro”, de Jorge Luis Borges. Este cuento me impactó siendo un jovencísimo estudiante de Letras y en algún momento me imaginé ciertas cosas con el cuento que me daban risa y me atreví a deformar algunas cosas del cuento como si estuviéramos en una realidad más venezolana que otra cosa. Aquí, pues, esta loquera que hice con el cuento del maestro argentino.

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El hecho ocurrió en el mes de marzo de 1995, al suroeste del barrio Las Pepitonas de Caigüire Abajo, en Cumaná. No lo escribí de inmediato, porque mi primer propósito fue olvidarlo para no perder el razonamiento que ataba el orden de mis ideas al orden del Universo, a la constelación de los planetas y a las capitas de arenque. Todo había estado reseñado en los volúmenes que trajo Bioy, que eran efectivamente los volúmenes XL y S (es decir el extralarge y el small) de la enciclopedia. Ahora, en 1997, pienso que si lo escribo lo leerán como un cuento o como una novela de Freddy Bernal, y con los años lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante los desveladores días que siguieron.


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Yo había estado toda la noche hablando con Bioy sobre el absurdo desacierto del mánager del Magallanes de sacar al pitcher en el octavo inning con hombres en primera y tercera con dos outs cuando venía a batear Endy Chávez, que solo tenía un hit en los últimos veinticinco turnos. La voz de Bioy se escuchaba como la de esos antiguos reyes de Sajonia. Reímos con cierto cinismo de la tan absurda decisión del mánager.


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Al día siguiente, serían las diez de la mañana, yo estaba recostado en un banco frente al Arepazo. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio cuyo nombre no supe nunca. El río de gente hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito comiendo choripán en Plaza Venezuela, con un pequeño bigotito de mayonesa. Yo había dormido bien. Mister Majestic había ganado galopando y pagaba 20 a ganador. No había un alma a la vista. Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de que El Meridiano que acababa de leer tenía la fecha del día siguiente. Lo cual corroboré porque la caricatura de Panchita era la del día siguiente. Me paré del banco y, al igual que el Califa Abdulá Al―Shaguarmma Habibi cuando la toma de Granada, sentí en ese momento un irrefrenable deseo de comerme una arepa con diablito.


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Comía mi arepa con gusto. Una hilacha de carne había logrado alojarse incómoda en una de mis muelas. Cuando estaba sacando la incordia visitante noté que un hombre parado también frente al mostrador, paralelo a mí, se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado) era El meneíto de El General. Luego vinieron las palabras, era el coro de El meneíto. La voz no era la de El General pero quería parecerse a la de él. La reconocí con horror. Me le acerqué y le dije:
―Señor ¿usted es caroreño o argentino?
―Argentino, pero desde el 14 vivo en Ginebra ―fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
―¿En el bloque 15 frente a la pollera?
Me contestó que sí.
―En tal caso ― le dije resueltamente― usted se llama Jorge Luis Borges. Estamos en 1995 en una arepera de Cumaná.
―No ―me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
―Yo estoy aquí en Ginebra, en una arepera a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
―Puedo probarte que no miento, voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un buda de cerámica pintado de beige que trajo de Maicao nuestro bisabuelo. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. La colección completa de Kalimán y la de Memín Pingüín. Uno de los volúmenes con grabados en acero y notas en cuerpo medio de la poesía de Henry Ramos Allup, una biografía de Daniel Sarcos y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los adolescentes maracuchos. No he olvidado tampoco un imprevisto percance en un baño del Bar Sport. ¿Te basta todo eso?
―No ―me respondió―, esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.


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La objeción era justa.
―Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. ¿Tú tas viendo, no? A lo mejor dejamos de soñar, a lo mejor no. Vamos a dejarnos de vainas y aceptemos este sueño como hemos aceptado que las caraotas no llevan azúcar ni la pizza lleva piña.
―¿Y si el sueño dura que jode? ―dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía.
―Pero, bueno, ¡tú eres loco! Ven acá, igualito hay gente que se consigue con ellos mismos. ¿Es o no es? Ahorita mismo nos está pasando la misma vaina a los dos. Oye, pero déjame decirte vainas de mi pasado, chico. Total, es tu futuro.
Asintió con una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
―Mamá está bien, se la pasa regando sus helechos y haciendo dulce de hicaco. Papá sí peló hace como treinta años, un día llegó rascao como a las siete de la noche, se comió un mondongo frío de la nevera y bueno pues hasta ahí llegó. Tu hermana Tibisay está fina, es mujer de un guardia y tuvo unas morochitas. Coño, por cierto ¿cómo están por la casa?
― Oye, vale, todo bien, todo bien.
Vaciló un momento y me dijo:
―¿Y usted?
―¡¡Vérmole!! Bueno, vas a escribir bastante, más páginas que una gaceta hípica. El puestico de cambur va a prosperar y, por supuesto, la Maestría en Literatura Escandinava.


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Me agradó que nada me preguntara sobre datos de a lotería de animalitos. Cambié de tono y proseguí:
―En lo que se refiere a la historia… Magallanes volvió a quedar campeón, la empanada de carne mechada por fin fue canonizada y la bombona de anís fue colocada en el escudo nacional.
Noté que el hombre no me estaba parando mucha bola (no parking ball to me), el miedo elemental de lo imposible lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre sus manos un libro. Le pregunté qué era.
―El conde del guacharo en Budapest ―me replicó no sin vanidad.
―Se me olvidó de que trata, ¿qué tal es?
Apenas le dije sentí que la pregunta era una blasfemia.
―El maestro monanguense ―dictaminó― ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma oriental.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado. Cálmate y péinate, vale, pensé.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Scobby do papá yubi yubi bab bap.
―El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época.
Me quedé pensando y le dije: “¡Bríndame una de anís!”
Me miró con desconcierto, tal vez su actitud obedecía al precio.
Salvo en las severas páginas de la historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un Toddy frío con una arepa de cochino; los obreros que están por comenzar su faena hablan del refresco de uva, de la manzanita o la naranja hit. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de los datos de la granjita (lotería de animalitos para los no versados); temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas y en las empanadas de carne mechada que vende la vieja Magaly; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado como que cuando no hay luz la cerveza se pone caliente. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua, la verdadera identidad de la catira de la cerveza Regional y la edad de Enrique Lazo. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
―Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges y además olvidó la clave del cajero?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
―Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.
Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos, como un perrocaliente con salsa de pepitona y un pan de guayaba. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy, pero siendo él sin ser el que era antes de ser yo, o el otro o yo mismo pero sin ser él.
De pronto recordé una canción de Pastor López. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.
―¡Escucha! ―le dije― ¿Tú cargas rial ahí?
―Sí – me replicó―. Cargo como veinte bolos. Esta noche le convidé a Simón Jichlinski unas tres en el Bar Sport. Aunque estaban como caliente esas bichas.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño y una moneda. Examinó ambos con avidez.
―No puede ser ―gritó―. Lleva la fecha de 1974 (meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.) ―Todo esto es un milagro ―alcanzó a decir― y lo milagroso da miedo, como que si estuvieras peleando con tu mujer y te dijera que tienes razón. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados.
No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador, a menos que sea hacer mercado con estos precios. Le propuse que nos viéramos al día siguiente (¿Entendieron?: “que nos viéramos”; pero yo soy Borges y soy ciego. Qué loco.), en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios, como si fuera la mamá de unos morochos tremendos.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.
―¿A buscarlo? ―me interrogó.
―Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista. Podrás tranquilamente ser ompayer de béisbol e incluso director del noticiero de VTV.
Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. El otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave: “Pa pa pa, pa pa”. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro, así que no me quedó más remedio que meterme a guachimán. Menos mal que tengo saldo en el teléfono y por lo menos puedo chatear.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. O sería que me soñó que yo lo soñaba o a lo mejor soñaba el sueño mío, pero soñándolo yo a él, ¿quién sabe? Pa mí que fui yo el que soñó que estábamos soñando los dos con mi sueño, ahora lo entiendo. Coño, del tiro me dio sueño.

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@cantantecumanes (Alejandro Moreno)*. Nació en Caracas, Venezuela. Cantante y editor. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Se autodefine como obrero de la música y la literatura.

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-Equipo CAPZA.

Lo único que no te perdono es que hayas dado como un hecho inquestionable que las caraotas no llevan azucar. Eso es como decir que la ginebra no se bebe con naranja porque si así lo hubieren querido sus creadores cada botella vendría con una naranja amarada a ella.
Hermano, lamento estar en medio de un stress de más de una semana, trasnocho tras trasnocho. Los ojos no me dan, la espalda reventa' y me quedan 24 horas más de trabajo, porque esta historia suya es, como diría @gythanobonfak, exquisita (y no porque incluya arepas de carne mechada, el equivalente arqueológico para nuestros hijos de un pájaro dodo) y merece que la desglocen cual carne para esmecha'.

Lástima que Borges está muerto, para que viera como es que se trabaja esa premisa tan alocada que se le ocurrió. Y lástima que Eliot también está muerto, para que viera lo sufre uno tratando de entender Tierra Baldía. Espero que como Eliot puedas realizar una edición anotada para los lectores hispanos no-venezolanos porque entre tantas referencias a nuestra cultura pop se deben estar más perdi'os que los ministros de economía chavistas.
De verdad que esto es una joya de la reescritura literaria, un paseo alucinante, inducido por una pea de anís, por esa Venezuela sabrosa que degustamos hace no mucho tiempo.

Celebro tu largo y generoso comentario a mi parodia @hlezama me siento satisfecho viendo lectores tan bondadosos y agudos cerca de mis textos. Un fuerte abrazo.

Fue un verdadero placer leerte, hermano.
Muchas bendiciones para tu pluma.
Un abrazo

Jajaja. Es un cuento muy intertextual. Lo lee un adolescente y no entiende ni papa. Jajaja. Me encantó la referencia a Kalimán y a Memín pingüin. Un arepazo, mi hermano.

Jajajajajajajaja muy interesante tu observación querida @solperez de hecho yo mismo seguí desarrollando esta locura con esa autocrítica. Muchas gracias por ser tan aguda y generosa.

Muy interesante esta historia, me mantuvo atrapada todo el tiempo. Me gustó mucho! Un abrazo!

Mi panita @isauris muchas gracias por leerme. Me alegra que alguien tan joven como tú disfrutara este experimento loco. Un abrazo muy grande para ti.

Me deleito. Una exquisitez parodiar, @CantanteCumanes. Lo lograste. Mil aplausos para ti. Me divertí leyendo está historia.

Me alegra mucho @gythanobonfak que te deleitara esta parodia. Un fuerte abrazo y muchas gracias por leerme.

Tipo cotidiano, pues, cuando la realidad se bifurca en una arepera, o gente que se encuentra consigo misma... Humor a lo borgeano, oralidad que encabalgamiento la lógica...
Un experimento audaz.
Gracias por hacer posible otro número de Periplos.

Gracias más bien a ti @adncabrera y al consejo Editorial por la buena disposición. Para mí es un honor y un placer colaborar humildemente. Un fuerte abrazo.

Muchas gracias a todos por leerme

Al derecho y alreves
En loco paralelismo
Ha soñado con el mismo
El cantante cumanes
Algo insolito ya ves
Que nadie cree mi hermano
Todo un enredo borgeano
De Heraclito filosofar
En "Periplos" hay que hablar
De caso tan singular

Saludos, @cantantecumanes. Mucho te agradecemos por tu colaboración a Periplos con esta "loquera" tuya, como dices en los comentarios. Siempre hace falta salirse de la normalidad y tú lo has hecho con buen humor. Te mando abrazos.

Parece un sueño lúcido, sabes que estás soñando y no quieres despertar, dejas que continúe aunque percibes incongruencias de sueño.Te puedo decir que me pareció muy serio,@cantantecumanes.

Muchas gracias @ramonochoag por leerme. Muy agradecido por tus comentarios a esta loquera mía.

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