Muñeca de trapo (última parte)
Fuente
Caminó resueltamente pasando rápido y sin volver a mirar lo que había descubierto un rato antes, quería llegar y revisar el fondo, donde se observaban un par de oficinas y una escalera que conducía a otra habitación elevada, desde donde seguramente su abuelo observaba y dirigía toda las labores diarias.
Antes de ingresar a la primera de las dos habitaciones que seguramente se utilizaron como oficinas encendió la lámpara, si bien aún había luz natural, las sombras avanzaban rápidamente, calculó mentalmente que serían las 17:00 aproximadamente, solo quedaban unos 30’ y luego la oscuridad ganaría la batalla.
El interior de la primera oficina tenía una gran mesa central cubierta por una gruesa capa de polvo acumulado durante todo el tiempo que estuvo cerrada, dos sillones destartalados, un armario de fichas vacío y herrumbrado era todo lo que quedaba, bueno eso y un cuadro con una fotografía aérea de la zona de galpones, seguramente tomada muchos años atrás desde una avioneta, era parecida a otra que se encontraba en la antigua oficina del abuelo en el casco de la estancia.
La siguiente oficina no difería en mucho de la primera, solo había dos escritorios y algunas sillas con sus respectivas capas de polvo, se sentía un tanto decepcionada, únicamente quedaba el piso de arriba y no había encontrado nada interesante.
Subió los escalones y a medida que escalaba una sensación de tristeza y abatimiento la sorprendió, tenía la impresión que esos sentimientos desagradables provenían de la habitación, como si un espíritu desolado habitara el lugar y lo llenara de congoja y desdicha.
Todo el lugar que era grande y abierto, estaba vacío salvo por una vieja y negra caja fuerte con el mecanismo de apertura en la parte superior. Se acercó y la observó con atención, inmediatamente recordó que su abuelo le había hablado de ella, de su fortaleza e inviolabilidad y también que le había contado como se abría, las palabras ocultas y olvidadas salieron de lo profundo de su cerebro y de pronto estaban ahí, sin que tuviera que hacer el menor esfuerzo para recordarlas: 29 izquierda, 45 derecha, 18 izquierda.
La caja se abrió y en su interior había una bella muñeca de trapos en posición sentada y en su regazo un sobre dirigido a ella. Sin tocar el juguete tomó el sobre y lo abrió cuidadosamente, no tenía dudas, contenía las respuestas que necesitaba.
Querida hija, permíteme por favor que te llame así, de esa manera lo he sentido desde el día en que ambos perdimos a tus padres; junto a tu abuela prometimos criarte y cuidarte como si hubiéramos sido ellos. No sabes cuánto lamenté haber perdido a tu abuela al poco tiempo, ella no resistió la tristeza y pese a los esfuerzos por querer recuperarse para ti, la enfermedad terminó por vencerla. De esa manera quedé solo con esta enorme responsabilidad, espero haber estado a la altura de las circunstancias.
Si estás leyendo esto es porque yo tampoco pude sobrevivir, he dejado todo dispuesto para que no te falte nada, para que puedas desarrollarte como la persona que sé que eres, nuestra querida y confiable Juanita se hará cargo de tu crianza y educación y mis abogados ya han dispuesto un fideicomiso para que te sea entregado al cumplir la mayoría de edad. En ese aspecto estamos bien. El dilema estaba en decirte o no la gravedad de mi salud y finalmente opté por no dejarte el recuerdo de esa carga, he decidido suicidarme sin que lo parezca, me pareció lo mejor para aliviar tu carga, por supuesto te quedará la amargura de no saber que ocurrió pero la explicación que ahora te doy entiendo que será suficiente como para que comprendas y me perdones, seguramente hay mucho de cobardía en mí, tanta que me desconozco. He dado la cara en todo durante toda la vida pero contigo no puedo, no sé cómo decirte que he fallado en cuidarte y educarte hasta que tuvieras la edad suficiente como para andar sola.
Te dejo como recuerdo esta muñeca de trapo, quizás no sea el regalo de despedida que merecías pero es lo que más me ha agradado de la tienda de ramos generales del pueblo, no hay mucho por aquí y tiempo de encargar algo a Buenos Aires no tenía. Te pido que la guardes como un último recuerdo de tu abuelo, como un símbolo de amor y también de despedida, me alegraría que la conservaras para tus hijos, para contarles la historia, para que ellos también conozcan algo de quien te guió en tus primeros años. Me despido con todo el amor que soy capaz de dar. Abuelo Pedro.
Lágrimas de tristeza, de amor, de emoción corrían por las mejillas de la niña, ni siquiera escuchó cuando Juanita la llamaba ni cuando subió corriendo las escaleras para encontrarla arrodillada y abrazada con fuerza a la muñeca.
La noche ya era cerrada, la niñera, Carry y su nueva muñeca de trapo bajaron lentamente las escaleras para regresar a la casa, la niña miró hacia arriba e intuyó que la sensación de tristeza ya no existía, había sido reemplazada por otra de paz y tranquilidad, antes de dejar el lugar observó como tres palomas blancas como la nieve entraron por algún hueco en los ventanales y se posaron en la barandilla del balcón desde donde su abuelo observaba la labor diaria.
Héctor Gugliermo
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