La casa verde

En el barrio donde vivo todas las casas son parecidas, se construyeron en la década de 1930’s bajo un diseño alemán y con el paso de los años los nuevos compradores y herederos las han reformado dotándolas de elementos más modernos, tanto estéticos como funcionales.

A una cuadra de mi hogar hay una casa que siempre llamó mi atención, le puse como apodo “la casa verde” porque si bien está pintada de color blanco tiene casi todas sus paredes cubiertas por una enredadera que la abarca casi en su totalidad.

Un pequeño balcón redondeado estilo “Romeo y Julieta”, bueno al menos yo me imagino que un balcón de ese tipo fue el decorado de una de las grandes obras de William Shakespeare. Es incomprobable pero lo tomo como una licencia para describir el simpático palco o mirador que resalta en la casa.

Y como si el balcón fuese una señal inequívoca, en la casa vivía un escritor. Desconocido por supuesto para muchos, pero con cierto prestigio local. Se había hecho construir un cuarto todo de vidrio repartido, en el primer piso, con vista al cruce de calles y a algunas otras bellas casas de nuestro tranquilo barrio.

Allí se lo podía ver escribiendo, fumando su pipa inconfundible y recorriendo su gran biblioteca, que como hecha a propósito, todos podíamos observar con tan solo levantar la vista por las noches, cuando la iluminación interior predominaba sobre la exterior.

Pero un buen día el escritor desapareció, ya no se veía su estudio iluminado y la casa dejó de estar prolijamente presentada, la enredadera comenzó a crecer sin orden y el encanto dejó paso al abandono.

Fue un misterio que nunca se resolvió, ahora la habitan otras personas, el estudio ya nunca más estuvo iluminado y no se sabe que contiene y si es que se sigue utilizando.

Los libros también han desaparecido y el barrio ya no comenta sobre el ilustre escritor local que no era muy conocido pero que indudablemente daba a la zona un prestigio de cultura y misterio.

Cada casa es un mundo, dentro de las paredes de nuestros hogares hay una y mil historias, sin embargo no se muestran hacia afuera. En esa casa el balcón y la biblioteca nos dejaban espiar un pedacito de la intimidad de una persona, imaginar un trabajo, una obra, jugar con nuestra propia imaginación y escribir con él maravillosos libros.

Solo quedó la casa, como recuerdo de un tiempo.

Ahora es una más, donde las historias ya no se pueden ver.

Fotografía propia tomada con mi teléfono Samsung A8

Héctor Gugliermo

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@hosgug