Cabaret Marabú
Si bien no soy un experto en el tango desde hace años vengo prestándole creciente atención. Dicen aquí en la Argentina que todos los nacidos en Buenos Aires indefectiblemente después de cumplidos los 50 años de edad comienzan a entender y gustar de esta música que nos representa tan bien en todo el mundo. No sé si será cierto en todos los casos pero en el mío debo reconocer que así ocurrió.
Trabajo en el micro centro porteño, más específicamente en un edificio de oficinas que se encuentra en la intersección de las calles Maipú y Sarmiento, para los que no conocen la ciudad a tan solo seis cuadras de la plaza de Mayo, en cuyas inmediaciones se encuentra la casa de gobierno (casa rosada).
A pocos metros del ingreso al edificio hay un antiguo caserón que tiene a los costados de su bella e imponente entrada unas placas conmemorativas para algunos acontecimientos muy caros a los amantes de la música de nuestro país, en ese lugar funcionaba hacia fines de los años 1930 un cabaret de nombre Marabú, lo cual no es nada extraordinario salvo por el hecho de que allí debutó con su orquesta (en realidad su segunda orquesta) el director, bandoneonista y compositor Aníbal “Pichuco” Troilo, uno de los más importantes directores de orquestas de tango de la época de oro de la música ciudadana.
El cabaret tiene varios otros importantes hitos en su historia, en el año 1940 se presentó en el espacio un gran director y compositor de fama mundial, me refiero a Astor Piazzolla y durante mucho tiempo otro gran pianista, compositor y director llamado Carlos Di Sarli realizó varias exitosas presentaciones en el lujoso escenario llenando el teatro en cada oportunidad.
Como si esto no fuera suficiente en el mismo edificio donde funcionó el cabaret vivió otro importante y recordado músico argentino, con la curiosa particularidad de no haber sido tanguero; su especialidad era el jazz y su instrumento favorito la guitarra eléctrica. Aún recuerdo cuando siendo un niño lo veía asombrado en sus presentaciones en la por entonces incipiente televisión, tocando su instrumento preferido colocado en la espalda, era una de sus virtudes distintivas.
La legislatura porteña ha homenajeado con placas alusivas a estos músicos tan recordados por todos, uno de ellos tan opuesto en sus preferencias musicales.
Las fotografías son de mi propiedad.
Héctor Gugliermo
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No tengo cinco décadas pero disfruto mucho de este hermoso género. El otro día fuí al Centro Cultural Kirchner a oir el ensayo de la Orquesta Sinfonica Nacional tocando grandes canciones de tango como Trenzas:
Las versiones con muy buenos y rebuscados arreglos que los mismos músicos del plantel llevó adelante realmente llegaban a acariciar esa faceta que todos los que pasamos por Buenos Aires llevamos dentro.
Además, todo eso gratis, algo así en Berlin no cuesta menos de 150 euros para tener una idea de lo maravilloso que es poder acceder a la cultura de forma gratuita.
¿Alguna vez fuiste? Creo que me diste ganas de hacer un post al respecto.