Crímenes contados: centro y periferia desde la violencia y el crimen en nuevos autores del relato negro venezolano (Parte 2)

in #entropia5 years ago



Estimados amigos. Continúo con la publicación de mis textos críticos.
Este artículo trata un género que me apasiona y me da la oportunidad de dar a conocer algunos escritores regionales que aprecio por su gran talento (pero ellos aparecen al final, así que paciencia).
Pueden encontrar la versión primaria (sin la revisión a que la someto aquí) en la revista Argos Vol. 29 Nº 56. 2012 / pp. 17-39.
Espero que encuentre nuevos lectores.
Como siempre, quedo agradecida.

Este tratamiento estético ha constituido la fuente de toda clase de fluctuaciones en torno a la denominación del género y su caracterización (2). Estudiosos como Àlex Martín Escribà y Javier Sánchez Zapatero (2007) o Francisca Noguerol Jiménez (2006), vistas las rupturas de las fórmulas más convencionales, prefieren hablar de un neopolicial latinoamericano; un especialista como Daniel Link (2003) habla de relato negro en tanto articula una destacada caracterización de este tipo de relato, al cual adscribe como género interno del relato policial, junto a la novela de enigma y la de suspenso; Elisa Calabrese (2007), quien estudia la historia de la literatura de enigma en ARTÍCULO: Crímenes contados: centro y periferia desde la violencia y el crimen en nuevos autores del relato negro venezolano Argentina prestando especial atención al ingrediente político, elige referirse a un policial resignificado; Miguel Mendoza Luna (2007), al ocuparse de ejecuciones particulares de elementos constitutivos del genero en manifestaciones muy contemporáneas, hace equivalentes las nominaciones de relato criminal y relato negro; el teórico Eduard Arriaga Arango (2007), al estudiar el estado de desarrollo de este tipo de relatos en Colombia, llega a la conclusión de que no se puede siquiera hablar de la existencia de un género negro, en su país por lo menos; mientras que el investigador venezolano Luis Felipe Castillo (2009) habla de un policial contemporáneo, heredero del policial clásico, el relato negro y el relato criminal. Sin embargo, todos parecen referirse al mismo fondo desafiante que domina el género en los países latinoamericanos, frecuentemente transgresor de las fórmulas constitutivas de la herencia anglosajona y francesa y fuertemente preocupado por llevar al centro de sus exploraciones narrativas el sustrato que Ricardo Piglia (2003) ha llamado “lo negro del policial”, entendido éste como violencia, inmoralidad, sordidez y caos: Allí se termina con el mito del enigma, o mejor, se lo desplaza. En estos relatos el detective (cuando existe) no descifra solamente los misterios de la trama, sino que encuentra y descubre a cada paso la determinación de las relaciones sociales. El crimen es el espejo de la sociedad, esto es, la sociedad es vista desde el crimen: en ella (para repetir a un filósofo alemán) se ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones personales hasta reducirlas a simples relaciones de interés, convirtiendo a la moral y a la dignidad en un simple valor de cambio. (Link, 2003, p. 43). Una mirada somera a la práctica del relato negro en nuestro país hace pensar en la posibilidad de inscribirlo en la misma línea de relectura asumida por el policial latinoamericano. Por citar un posible comienzo como muestra, “La mano junto al muro” (1951/1981), más directamente, y El falso cuaderno de Narciso Espejo (1952/1981), menos directamente, son ejemplos memorables de la iniciación nacional en el relato negro: el primero, magistral ejercicio estructural y discursivo, cuyo centro es el asesinato de una prostituta, y también la vida efímera y la incertidumbre de lo real, el tiempo y la degradación humana. El segundo nos introduce en el laberinto de la complejidad y la paradoja de lo real mediante el drama de la fragilidad de la identidad de un hombre: Narciso Espejo. Los hechos son expuestos según distintas versiones sucesivas, semejantes en su forma a los legajos de un sumario de instrucción judicial, sin que haya un relato de los acontecimientos que produzca la validación de alguna de ellas. Y, en torno a este drama, la muerte que acecha en la forma de una nube amarilla y enferma que va cubriendo una ciudad en tránsito a la violenta deshumanización urbana.

2.- Vale la prevención de J. Lafforgue y J. B. Ribera (1995): “La primera dificultad
(tal vez la única, o quizá la mas definitiva) consiste en acotar, con absoluta
certeza las fronteras del género. Saber, exactamente, qué textos quedan fuera o
dentro de esos límites, que algunos historiadores extienden o contraen, desde la
aparición de la manera “dura” o “negra”, con peligrosa discrecionalidad.” (p. 38)



Gracias por la compañía. Bienvenidos siempre.


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