Aprender a bendecir y agradecer4

in #educacion6 years ago

APRENDER A BENDECIR Y AGRADECER
Por: Antonio Pérez Esclarín ([email protected])
@pesclarin www.antonioperezesclarin.com
La palabra bendecir viene del latín, bene-dicere, que significa decir bien, hablar lo positivo, evitar toda palabra que hiere o humilla. Lamentablemente, en Venezuela, nos hemos acostumbrado a la violencia verbal. El hablar cotidiano y el hablar político reflejan con demasiada frecuencia la agresividad de las personas. De las bocas brota con fluidez un lenguaje duro, que ofende, hiere y divide.

Necesitamos, en consecuencia, recuperar una palabra cercana, cariñosa y sincera que posibilite y favorezca la genuina comunicación. Comunicarse es abrir el alma. Con frecuencia, hablamos y hablamos, pero no nos comunicamos. Hablamos y las palabras son trampas con las que nos ocultamos. Palabras devaluadas, sin valor. Dichas sin el menor respeto a uno mismo y al otro, para atrapar, para herir, para seducir, para engañar, para dominar. Por eso, palabras tan graves y serias como “lo juro”, “lo prometo”, “te amo”, “cuenta conmigo”…, encierran con frecuencia la mentira, la traición, el abandono, la soledad.
La tecnología moderna ha hecho más importante el medio que el mensaje. Ni los celulares, ni los correos electrónicos, ni los blogs, ni las páginas web, ni los twitters nos están ayudando a comunicarnos mejor. Nos la pasamos enviando mensajes a los que están lejos, pero somos incapaces de comunicarnos con los que tenemos cerca. Se han puesto de moda las redes por internet, pero raramente nos comunicamos en serio con los compañeros de trabajo que tenemos al lado. En consecuencia, a pesar de tener los más sofisticados aparatos de comunicación, las personas viven cada vez más solas, sin nadie a quien comunicar sus miedos, angustias, alegrías, o problemas. Vivimos extraños en la misma casa, chateando con personajes lejanos e incluso desconocidos, sin comunicarnos con los miembros de nuestra familia que tenemos al lado, escuchando en silencio al televisor que es el único personaje de la casa al que se le presta verdadera atención.
De ahí la importancia de aprender a decir palabras positivas y verdaderas, palabras encarnadas en la conducta y en la vida. Palabras amables y bellas, maduradas en el silencio del corazón. Palabras sinceras, corroboradas por la conducta y la vida. No olvidemos nunca que, como le gustaba repetir al maestro cubano José Martí, “El mejor modo de decir es hacer”, o como dice el viejo refrán castellano “Obras son amores y no buenas razones”.
Para ello, necesitamos con urgencia una educación que nos enseñe a decir palabras positivas, que animen, que entusiasmen, y a evitar toda palabra ofensiva, humillante o chismosa. Como decía Diderot, “El que te habla de los defectos de los demás, con los demás hablará de los tuyos”. Yo sueño con que, algún día, frente a todos los centros educativos del país, pudiéramos poner una gran valla que dijera: “Aquí está prohibido hablar mal de nadie”.

Necesitamos también aprender a decir gracias, a agradecer lo mucho que hemos recibido y que estamos recibiendo en cada momento. Todo lo que somos y tenemos es regalo. Agradecer une, genera alegría, construye puentes. La expresión “gracias” no es una mera fórmula de cortesía o buena educación. Es una palabra mágica, que acerca y une a las personas, que facilita el encuentro y la reconciliación.

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