Historias de Liceo: La estrella.

Como docente, una de mis mayores satisfacciones es saber que mis alumnos alcancen sus sueños. Siempre les he dicho, no importa cuál sea ese sueño, todo es posible. Muchos de ellos lo han logrado, tengo médicos, locutores, ingenieros, abogados, políticos y estrellas. Es mi estrella favorita, por supuesto, y me llena de un orgullo inmenso porque, a pesar de todo, sigue siendo básicamente la misma persona que salió de nuestras aulas en el año 2001 y por eso es el protagonista de mi historia de liceo de hoy.

En septiembre de 1996 nuestro colegio abrió sus puertas. Entre los nuevos alumnos de segundo año de bachillerato se encontraba un muchachito menudo, de cabello muy crespo y corto. Recuerdo que era tan pequeño con respecto a su grupo que le decíamos cariñosamente Miguelito. Miguelito era un muchacho cuyo tamaño y contextura no le impedían hacer amigos con facilidad, tener buenas conversaciones y hacer mucho deporte. Debo confesar que no recuerdo exactamente en qué momento supe que Miguelito tenía un gran talento para la música. Pero en un colegio que iniciaba, con relativamente pocos alumnos, en realidad todos éramos en los primeros años como una gran familia y supongo que eso ayudó a que tanto Miguelito como los otros muchachos que estudiaban en el colegio para la época establecieran una gran conexión con nuestro colegio que, en muchos casos, aún perdura.

Lo que recuerdo como su coordinadora en esos años, es que era un alumnos promedio, a quien no le atraían mucho las ciencias, pero que, como él mismo lo manifestó años después, aprendió muchísimo de la mano de sus profesores de Castellano, como mi amigo @chretien. Eso le serviría para una de sus facetas más destacadas: es un excelente orador y comunicador. Durante esa adolescencia transcurrida de manera normal, escribió sus primeras canciones, se enamoró dentro del colegio, le rompieron el corazón, lo reconstruyó, hizo muchas amistades que aún conserva y se montó por primera vez en un escenario de manera formal.

Estando en 4to año, se realizó el concurso “La Voz Lourdista” (en honor a la Virgen de Lourdes, la patrona del colegio), era impresionante ver la calidad vocal alcanzada por Miguelito para ese entonces de unos 15 años. Por supuesto, ganó el concurso. El ganador debía ir a representar a nuestro colegio en “La Voz Liceísta”. Allí obtuvo el segundo lugar. Yo, que estuve allí, le atribuyo el no haber ganado al tipo de música del citado concurso: música llanera, que no era su preferida. De hecho la coordinadora de música siempre ha comentado que costó muchísimo encontrar una canción que fuese completamente de su agrado para dicha competencia.

Miguel se graduó de bachiller en nuestro colegio, y al año siguiente participó gustosamente, a petición de nuestra entonces Directora, en una grabación realizada por varios alumnos y exalumnos, de los himnos Nacional, del estado Anzoátegui y del colegio. Varias veces después de graduado visitó nuestro colegio. Su última visita al colegio fue en el 2007. En ese momento ya cantaba en un grupo juvenil llamado Calle Ciega, como en ocasiones anteriores, lo recibimos junto a otro exalumno en nuestra oficina, conversamos y hasta lo dejamos jugar fútbol sala un rato en la cancha con los estudiantes. Cuando ya tenía un buen rato en el Colegio, fue necesario cerrar el acceso al área administrativa del colegio, pues las niñas del colegio se habían enterado de su presencia y estaban como locas. Aunque no escuchaba el tipo de música que en ese entonces cantaba, en ese momento supe que mi querido exalumno era nada más y nada menos que una estrella

Desde entonces seguí un poco más de cerca sus pasos, ¡y siempre han sido hacia arriba! Tuve la oportunidad de encontrarlo por casualidad varias veces, cuando aún podía venir a esta ciudad. Y sé que cada vez que participa en una presentación, inicialmente con Calle Ciega o como parte del dúo Chino y Nacho, si sabía de la presencia de alguien de su colegio, hacía referencia a él. La última vez que lo vi cantar en vivo fue en 2011, cuando con Chino fue la gran sorpresa en una fiesta de 15 años de una alumna del colegio. Allí estábamos algunos de sus profesores. Cuando salieron al escenario las invitadas gritaban a rabiar. La quinceañera estaba embelesada, en especial con el más alto y guapo de los dos, Chino. Yo me quedé atrás, para ver con calma el concierto, sin que me gritaran en el oído.

Como sólo sucede en las películas, la estrella en seguida me reconoció. Con un ataque de risa me señaló y dijo “vaya, Leila”, yo reía y bailaba. Al fin y al cabo, en ese momento lo cierto es que, de los dos, el preferido de la mayoría de las muchachas era Chino. Luego se dio cuenta que estaba su directora, su orientadora, y por supuesto, yo. Entonces dijo “que bonito es estar, entre gente tan querida” y agregó un hermoso agradecimiento a su colegio, acotando que de no ser por nosotros, no estaría allí. Fue uno de esos momentos en los que, como educador, entiendes que es en esos detalles donde está la recompensa al haber ayudado a educar y crecer, a cada uno de tus alumnos.

Otro de esos momentos especiales se dio en la entrega de un Grammy Latino. Estaban Chino, Nacho, Jean Franco y Paul, los tres últimos ex alumnos del colegio. Según cuenta uno de ellos, después de ganar el Grammy Latino, la celebración estuvo tan buena que comentaron que no se habían divertido tanto desde su fiesta de graduación. Agregaron que lo único que faltaba era Lula (la Directora) y Leilany. Me causó mucha gracia la anécdota, sobre todo tomando en cuenta que ¡yo no pude estar en su fiesta de graduación! Sin embargo me conmovió que nos recordaran ese día, tan importante para su carrera.

En un proceso personal de evolución de su forma de pensar, el ahora llamado Nacho decidió asumir una posición política con respecto a nuestro país. Y aunque eso signifique que, por el momento, no me lo vuelva a tropezar en algún lugar de Puerto La Cruz, me hace sentir mucho más orgullosa de él. Ahora es uno de los cantantes más populares y queridos de Venezuela, y el éxito que tiene es tan grande como su talento y sus ganas de trabajar. Por eso les digo a mis alumnos que todo es posible, ¡porque me consta!