El rechazo del espíritu de la tribu

La libertad, piedra angular de la civilización.

Esta tesis, sostenida por los autores liberales clásicos, es el foco de reflexión de Mario Vargas Llosa (premio Nobel 2010) quien compila el pensamiento liberal desde una perspectiva filosófica en su libro La llamada de la tribu. Si alguna vez se diera un curso académico de filosofía liberal, este libro podría ser si no de texto al menos como referencia principal.

Mario Vargas Llosa

Para Vargas Llosa la llamada de la tribu, es la atracción de aquella forma de existencia en la que el individuo, esclavizándose a una religión o doctrina o caudillo que asume la responsabilidad de dar respuesta por él a todos los problemas, rehúye el arduo compromiso de la libertad y su soberanía de ser racional, toca, a todas luces, cuerdas íntimas del corazón humano. Este llamado es un intento de retroceso a un primitivismo superado por la civilización. Pero frente a este llamado aparece la doctrina liberal que ha representado desde sus orígenes las formas más avanzadas de la cultura democrática y es la que ha hecho progresar más en las sociedades libres los derechos humanos, la libertad de expresión, los derechos de las minorías sexuales, religiosas y políticas, la defensa del medio ambiente y la participación del ciudadano común y corriente en la vida pública. En otras palabras, lo que más nos ha ido defendiendo de la inextinguible «llamada de la tribu». (Loc. 3996)

Desde la perspectiva del espíritu de la tribu Vargas Llosa identifica rumbos históricos que detienen el avance de la civilización: el socialismo y el nacionalismo. En estas dos tendencias el individuo está subordinado a la colectividad, la colectividad secuestrada por líderes “carismáticos”, pero al fin y al cabo tiranos de la peor calaña. Para sustentar esta tesis Vargas Llosa recurre a los siguientes egregios pensadores:

Adam Smith

José Ortega y Gasset

Friedrich von Hayek
Karl Popper

Raymond Aron
Isaiah Berlin

Jean-François Revel
.

Al invocar la doctrina liberal de estos pensadores Vargas Llosa rehúsa encasillarla en la temática económica. Por lo cual muy poco dice sobre las propuestas económicas o las políticas de Estado que deberían ser parte de un programa liberal de gobierno. Menciona a Milton Friedman, por ejemplo, un par de veces—de pasada—. Inclusive lee La riqueza de las naciones de Adam Smith, el economista por excelencia, en concordancia con La teoría de los sentimientos morales, para dejar en claro que para Smith el mercado libre, la competencia, la libre contratación, etc. son conclusiones éticas que se desprenden de los derechos individuales: vida, libertad y propiedad. Algo igual hace con el pensamiento de Hayek, poniendo énfasis en los principios que deberían sostenerse las leyes, la constitución, la institucionalidad democrática más que en el orden espontáneo o la coordinación de las acciones económicas resultantes del libre mercado. Inclusive sostiene que también el liberalismo ha generado en su seno una «enfermedad infantil», el sectarismo, encarnada en ciertos economistas hechizados por el mercado libre como una panacea capaz de resolver todos los problemas sociales.

Rechaza el igualitarismo “porque la igualdad de resultados sólo se puede obtener en una sociedad mediante un gobierno autoritario que «iguale» económicamente a todos los ciudadanos mediante un sistema opresivo, haciendo tabla rasa de las distintas capacidades individuales, imaginación, inventiva, concentración, diligencia, ambición, espíritu de trabajo, liderazgo. Esto equivale a la desaparición del individuo, a su inmersión en la tribu”. (Loc.212)

Vargas Llosa no es libertario, sostiene que “hay que tener en cuenta que, aunque es evidente que aun en la sociedad más libre, una cierta intervención del poder que ponga ciertos límites y condicionantes a la iniciativa individual es indispensable—de otro modo la sociedad se deslizaría hacia la anarquía o hacia la ley de la jungla—, también es cierto que toda política de controles debe ser continuamente vigilada y contrapesada, pues ella incuba siempre los gérmenes del autoritarismo, los rudimentos de una amenaza contra la libertad individual. (Loc. 2247)

También desdeña el anarquismo sin mucha explicación. Por ejemplo, cuenta que en una reunión de liberales en Lima, la dijo a Hayek que tenía la impresión del rescate, por el liberalismo, del ideal anarquista de un mundo sin coerción, de pura espontaneidad, con un mínimo de autoridad y un máximo de libertad, enteramente construido alrededor del individuo. Hayek solo le miró con benevolencia. (Loc. 1304) Los libertarios haremos lo mismo.

Franklin López, Ph.D.

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