CUQUITA BOLAÑOS Y LOS PECECITOS. Un cuento de Virgilio Leon Puppio, el poeta de la 106 de Calicanto.

in #cuentos6 years ago

CUQUITA BOLAÑOS Y LOS PECECITOS.

En el cumpleaños de Cuquita Bolaños, esa tarde compartiendo con los otros niñitos en el engranado de la fachada principal de su casa, jugaban a la rueda, rueda, alrededor de la pecera de cristal con una gran variedad de pececitos de colores, sus mascotas preferidas, regalo de su padre, el gobernador, el Dr. Bolaños con motivo de haber cumplido lo nueve años.

En pleno juego del loco paralizado, los niños oyeron el inconfundible eco del algodonero, el sabroso algodón de azúcar, como es natural salieron todos los niños corriendo hacia la calle en busca del singular personaje, rechoncho con un gran sombrero de paja y un embudo de hoja de lata que le serbia de megáfono. Luego de servir a los niños la exquisita golosina le pregunto el Dr. Bolaños, cuanto es? Tome y deje la diferencia.

Atrás había quedado olvidada Ricardina, una de las invitadas, alta y corpulenta, de ojos saltones, no más de diez años, que desde temprano no hacía más que jugar y mirar a los pececitos e introduciéndoles entre su risa el dedo lleno de saliva a los que alegres nadaban en la hermosa pecera de cristal.

Pasado el momento con el algodonero, todos volvieron al jardín chupándose los restos del algodón de azúcar pegados a sus paletas. La niña que había permanecido sola en el engramado, desde su silla solo les dejaba escapar una indiferente sonrisa para volver a su encanto.
Fue la señora Bolaños al colocar la bandeja de suspiros en la mesa darse cuenta de la ausencia de los pececitos, total misterio, dentro del alboroto llego el Dr. Bolaños con el alcalde y jefe civil, figuras políticas invitadas a la fiesta de su hija. En medio de todas las conjeturas habidas empezó a llover. Las mamas con sus muchachos salieron despavoridas tapándose el pelo con las carteras para guarecerse en la casa.

La niña grande de ojos saltones ya no quería permanecer en el salón donde todos se habían reunidos rodeados de payasos y malabaristas que se habían ofrecido actuar gratis por ser la fiesta de la hija del gobernador. Así que Ricardina dejándose llevar de manos de las empleadas llego a la cocina.

Las empleadas se fueron atender a loa otros invitados a la fiesta, Ricardina una vez más quedo sola sentada a la mesa donde estaba la inmensa olla de la tizana, agarrando el cucharón lo lleno, y bebió, una, dos, tres, y cuatro veces hasta que no pudo mas, y se fue en un opulento vomito dentro de la tizanera que con tanto esmero había hecho la señora Bolaños.

Llegando la hora de repartir el agradable refresco, las empleadas con las bandejas llenas, salían de la cocina hacia el salón grande donde estaban todos reunidos, como es natural los niños fueron los primeros en ser obsequiados., Cuando de pronto Cuquita Bolaños grito!! mami, mami, aparecieron nadando los pececitos.—

CUENTOS DE Virgilio LEÓN. Enero 30 del 2.014.-

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