El duende de piedra. Un extraño episodio para Ventest de Steemzuela

in #cuento5 years ago (edited)


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Queridos amigos, aquí una historia atípica de duendes para #Ventest de Steemzuela (promovido por @dranuval), que tiene la iniciativa preciosa de recoger historias, cuentos tradicionales, leyendas que alimentan el iaginario venezolano. @frewritehouse apoya este proyecto.

Aquí dejo el link de la convocatoria para que te enteres y te animes a participar. No tienes que ser venezolano y puedes escribir en inglés también.

Quedo agradecida.

El duende de piedra

Muchas son las historias de duendes que he escuchado en mi vida. Algunas son de una belleza delicada, otras son escalofriantes, otras son graciosas… Sin embargo, la que referiré hoy no encaja en ninguna de esas categorías. Es una historia extraña.
Aunque mucho en su trama no se aparta de los tópicos tejidos por la tradición de relatos de duendes venezolanos, esta historia, contada por el señor Isabel, oriundo de Barbacoa, tiene elementos que, en su momento, me sorprendieron. Pero es mejor que lo juzguen ustedes mismos. La contaré como mi memoria recuerda su relato, que ese hombre menudo desgajaba por capas, acumulándo sus detalles en una calurosa noche cumanesa, sentado en la puerta de la casa de mi abuela:

Mi padre me puso Isabel, como él y como mi abuelo. Somos gente de monte. Cazamos nuestra comida y sembramos. Tenemos nuestros conucos tapados bien adentro del cerro. Cuando la cosecha está cerca, toca dormir en el rancho que tenemos allá.

Siempre hemos tenido buenos tratos con los duendes del cerro. Nosotros los tratamos con respeto y ellos respetan nuestras matas y no se meten a hacer desastres por allí y, desde hace ya muchos años, en el caserío no se ha desaparecido nadie.

Cuando un duende te habla, tú debes contestarle, porque si los ignoras, se ofenden y luego pasan cosas malas a la cosecha, se enferman los animales. Por eso, cuando uno anda de noche y oscuro por esos caminos, uno va con el oído atento porque los duendes hablan a veces como los pájaros, pero su canto no es como el de un pájaro que uno haya escuchado antes, sino que le cambian un poco la voz. A veces hablan como grillos, pero con un chirrido que siempre suena más adelante, o como ranas… Pueden hablar con las voces de cualquier animal, pero prefieren la voz del pájaro. Entonces uno les pregunta cómo les ha ido y si el invierno va a traer bastante agua; y uno les cuenta las novedades del pueblo; eso les gusta. Les gustan los chismes, pero tienes que contárselos como si no fueran chismes, porque se ofenden. Y todo tiene que ser verdad. No puedes inventarles cuentos, porque se ponen bravos y te confunden los caminos del monte. Un compadre mío, que se asustó de un duende, le inventó una novedad y estuvo tres días intentando devolverse para su casa por una trocha que conocía de toda la vida. Cuando creía que había avanzado, llegaba al punto de la trocha desde donde había decidido retornar. Llegó muerto de hambre y picado de bachacos.

Los duendes se dejan ver poco, pero alguna gente del caserío los ha visto, más que todo muchachas, porque ellos las llaman cuando se están bañando en el río. Mi mujer los ha visto, y yo también; y son como la gente, pero más transparentes, con los ojos grandes y brillantes, como llenos de lágrimas, y llevan joyas de oro y piedras preciosas. Nunca hemos visto un duende mujer, y creemos que es que los duendes hombres no las dejan salir. Y una noche de septiembre, en menguante, nos enteramos de que hay otras personas que los duendes no dejan salir. Quiso la mala suerte que me tocara a mí descubrirlo.

Iba yo por la trocha camino del rancho. Estaba bien oscuro y hacía calor. Las nubes de mosquitos me estaban fastidiando bastante, me picaban a través de la camisa y en la cara y hasta se me metían en la nariz, de modo que desprendí unas varas de neem y abanicaba con fuerza alrededor mientras avanzaba. En un recodo, junto a una mata de merey que estaba en la vuelta donde camino se estrechaba, porque el monte estaba bien crecido, aparté la maleza a ramalazos fuertes. Y golpeé lo que creía una piedra grande, tan grande como yo, y eso no era posible.

Yo me conozco ese camino de memoria. Lo he hecho de día y de noche desde que tengo memoria y sé dónde está cada mata y cada piedra de ese cerro, y esa piedra no pertenecía allí. Me devolví y aparté los matojos que la tapaban. En la penumbra se adivinaba que la piedra tenía una forma regordeta. Su silueta me resultaba familiar, como la de un niño muy gordo que se hubiera agachado en el monte. Me saqué la escopeta del hombro y esculqué la piedra con la culata haciendo mil conjeturas.

Entonces se movió.

Comenzó aquella piedra enorme a levantarse sobre sus pies. No me quedé a detallar. Cogí carrera hacia el rancho.

Yo sentía el retumbar de la galopada de aquella cosa que me perseguía, derribando las matas, rompiendo con su peso el suelo; cada vez más cerca, pues cada zancada de aquel bicho doblaba una mía.

Entonces se desataron a gritar los pericos. Fue así: en esos cerros los pericos no se escuchan de noche, por eso supe que eran los duendes. Pero no hablaban conmigo, sino que peleaban con aquel que me perseguía usando la voz de los pájaros.

La cosa detuvo su carrera y los pájaros callaron. Yo atranqué la puerta con la barra. Encendí un candil e intenté mirar hacia afuera, pero la oscuridad era mucha y no me atreví a salir. Esperé la salida del sol con el corazón en la boca.

Con la luz del día vi los destrozos: había árboles caídos, pero también habían destrozado más de cien palos de yuca. En el fondo de los huecos profundos que habían hecho las pisadas del monstruo estaban mis tomates.

Por toda la trocha se veían las matas rotas y los arboles quebrados. Yo iba asustado, pero también me hervía la sangre. La noche de ese día me fui con mis hijos, mi compadre y sus hijos armados hasta los dientes a esperar a que se apareciera el bicho, pero no llegó. Lo que sí llegó fue un viento de sueño, y toda aquella gente que me acompañaba se durmió.

Fue entonces cuando los duendes me hablaron. Un coro de pájaros, cada quien hablando con su voz, me hizo la revelación que compensaba mi cosecha, pero no estoy autorizado a contarlo.

Sepan que me la pagaron bien y que todo el caserío se benefició y que, a la fecha, nadie ha vuelto a ver un duende de piedra, y sostenemos relaciones muy cordiales con nuestros vecinos.


Gracias por la compañía. Bienvenidos siempre.


¡Libertad para mi país!


Posted from my blog with SteemPress : http://adncabrera.vornix.blog/2019/06/04/el-duende-de-piedra-un-extrano-episodio-para-ventest-de-steemzuela/
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Esos duendes de piedra son esquivos pero podrían regresar. Gracias por tu invitación amiga @adncabrera

Gracias por la visita, querido @felixgarciap. Ojalá puedas escribir algo. Este concurso me parece muy especial y creo que vale la pena apoyarlo.
Un abrazo

Los cuentos del campo son geniales, terrorificos y a veces nos quedamos con la duda sera verdad. Me encanto leerte es una buena iniciativa. @adncabrera

Eso es cierto, querida @sacra97. Deberías participar. Es un concurso genial, a tirito para que los venezolanos lo aprovechemos, y participa muy poquita gente. Pero, sobre todo, es genial. Me encantaría leer historias que hayas escuchado.

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