Primer Concurso #cuatrocuentos: ¿Qué coño pasa aquí? - La Botella de Vino.

in #cuatrocuentos6 years ago (edited)

Bueno, realmente no soy muy bueno en la narrativa, no solo de ficción, sino de ningún tipo, y tampoco participo en esta clase de concursos frecuentemente, no obstante, debido a que pude ver y disfrutar recientemente la película sobre la que estaba basada el concurso, y a que considero que es una de mis películas favoritas, he decido participar en el concurso, principalmente por diversión y entretenimiento, queriendo jugar un poco con las posibilidades que brinda un trama como la de Coherence.

Para saber más sobre el concurso, puedes ir a su publicación original haciendo clic aquí.

Capítulo I

Comprando la Botella.

—Buenas Noches, ¿Podría hacerme el favor de darme una botella de vino?

— ¿Cómo dice?

— ¿Qué si podría darme una botella de vino?

—Claro, solo espere un momento, amigo.

— ¿Podría saber que está haciendo?

—No estoy haciendo nada, solo espere un momento, amigo.

— ¿Qué espere un momento? Pero si está cambiando el precio de la botella.

— Aquí está su vino, amigo.

— ¡60!

—Precio nuevo, amigo.

— ¿Precio nuevo? ¿Me estás jodiendo? ¡Es un aumento del 100%!

—Es el precio, amigo. Lo noto un poco alterado, mejor deme el dinero y ya.

— ¿Qué te de él dinero? ¿No se te pasó por la cabeza que tal vez prefiera no llevarla?

— ¿Por qué haría eso? Amigo.

—Podría dejar de decirme amigo, no me gusta, y definitivamente no soy tu amigo.

—Vaya, estás muy alterado, debe ser por el asunto del asteroide, dijeron que eso sucedería, amigo.

— ¿Pero qué demonios? Solo dame la maldita botella para poder irme.

—Está bien, solo no se moleste conmigo, solo hago mi trabajo, amigo.

—Un aumento del 100% en mi cara, no puedo creerlo, si no la necesitara para esta noche no la compraría.

— ¿Se le ofrece algo más? Amigo.

—Estoy esperando el cambio.

— ¿El cambio?

—Sí, el cambio, te di un billete de 50 y uno de 20.

—Pensé que era mi propina.

— ¿Tu propina? No, no te voy a dejar ninguna propina, ok, duplicaste el precio de la botella justo frente a mis ojos.

—De verdad lo siento, pero el precio ya lo había cambiado antes, solo se me pasó por alto colocárselo a esa botella, amigo.

— ¿Me estás diciendo que no vendiste ninguna botella hoy al precio anterior?

—Así es, amigo.

— Claro… Solo dame mi maldito dinero.

Ernesto tomó el dinero del cambio y se marchó de la tienda atravesando una puerta que se abría de forma automática.

Capítulo II

Regreso a casa.

—Buenas noches a todos los radio oyentes, les damos las gracias por sintonizar nuestra señal fielmente como todas las noches. Hoy estará con nosotros el Dr. Betancourt, profesor de física de la universidad central, que nos va a explicar lo que podría suceder esta noche con el asteroide TB145. Buenas noches, Doctor, ¿Podría explicarnos un poco al respecto? — dijo el radio locutor.

— Si, bueno, realmente todo lo que se viene especulando tiene su origen en la paradoja de Schrödinger — dijo el Dr. Betancourt antes de que una interferencia irrumpiera la señal.

Ernesto apagó la radio del auto, pues estaba entrando a la calle donde vivía, y ya no quería saber nada sobre el maldito asteroide, pero al hacerlo, desvió su mirada de la carretera.

— ¡Fíjate por donde vas, idiota! — le gritó el conductor que pasó a su lado mientras tocaba la bocina.

Había salido de la nada, no alcanzó a fijarse en el modelo del auto, pero lo más probable es que haya sido alguno de sus vecinos, pues era una calle cerrada. Era increíble que un vecino lo llamase de esa manera, no sabía el porqué, pero todos le habían gritado o tratado de forma poco respetuosa durante todo el día.

Al llegar, ya no pensaba salir más por esa noche, así que estacionó la camioneta directamente en el garaje, tomó la botella de vino que había dejado en el asiento del copiloto, y se dirigió hacia la puerta principal.

— ¡Llegaste! — respondió Alicia.

— Si — dijo él mientras veía fijamente lo que estaba colocado sobre la mesa.

— ¿Qué es eso? — preguntó Ernesto.

— ¿Qué cosa? — respondió ella.

— Eso que está sobre la mesa.

— ¿Te refieres a la botella de vino?

— Si, me refiero a la botella de vino, pensé que habíamos acordado que yo la compraría.

— No, si mal no recuerdo, me dijiste que yo la comprara porque tú no querías hacerlo.

— ¿Por qué razón no querría comprarla?

— No lo sé, simplemente fue lo que dijiste.

— Bueno, ya está, lo que me faltaba, le pagué la maldita botella a ese idiota para nada.

— ¿De qué estás hablando?

—De nada, solo dime una cosa.

— ¿Qué?

— ¿Cuánto te costó?

—30.

— ¡Maldita sea, lo sabía!

— ¿Qué sucede?

— El imbécil de la tienda me vendió esta botella por el doble del precio.

— ¿Entonces, por qué la compraste?

— ¡Porque no sabía que tú la comprarías!

—Vaya, estás algo irritado, mejor siéntate y bebe un poco de vino.

—No estoy irritado, pero sí, me sentaré.

— Si, hazlo, y déjame buscar un par de copas para empezar a relajarnos.

— Espera un momento.

— ¿Qué sucede?

— ¿En dónde compraste esta botella?

— En la tienda que queda justo afuera de la urbanización, era la más cercana.

— ¡Maldito desgraciado! Ya verá.

— ¿Qué sucede? ¿A dónde vas?

Ernesto tomó las dos botellas de vino, que se encontraban sobre la mesa, abrió la puerta y caminó hacia el garaje, colocó ambas botellas sobre el asiento del copiloto, encendió la camioneta y retrocedió bruscamente hasta sacarla completamente del estacionamiento, luego puso el pie sobre el acelerador y la camioneta comenzó andar.

Al salir de la calle se le apareció un auto de la nada, por lo que tuvo que girar bruscamente, haciendo que una de las botellas de vino callera al suelo.

— ¡Fíjate por donde vas, idiota! — gritó Ernesto mientras tocaba la bocina.

Capítulo III

El incidente en la tienda.

Al llegar a la tienda, Ernesto tomó ambas botellas y salió de la camioneta, traspasó la puerta golpeando con el brazo a otro sujeto que venía saliendo, el hombre volteó esperando una disculpa que no llegaría, pues Ernesto se dirigía muy decididamente hacia la barra donde estaba el vendedor.

— ¿Qué es esto? — preguntó Ernesto mientras ponía ambas botellas sobre la barra.

— Son dos botellas de vino, amigo — respondido el vendedor.

— No, yo te diré que es esto. Esta es la botella que me vendiste a mí por 60, y esta es la botella que le vendiste a mi mujer por la mitad del precio ¡hoy!

— No tengo idea de qué me está hablando, amigo.

— ¿No tienes idea de qué te estoy hablando? ¿Acaso no me dijiste que no habías vendido hoy ninguna botella al precio anterior? Pues aquí está la prueba de que me mentiste, y de que me cobraste, de la forma más descarada, el doble por una botella.

— Lo lamento, no sé de qué hablas, amigo. Si, recuerdo que te vendí una botella de vino hace unos 20 minutos, pero te cobré 30, amigo. — dijo el vendedor mientras colocaba otra botella de vino sobre la barra, cuyo precio indicaba 30 unidades.

Los ojos de Ernesto miraban fijamente al vendedor, su nariz y sus cejas se contraían, la piel de la cara se tornó rojiza, y las venas de cuello se le marcaron, estaba tratando de contener toda su ira.

— ¿Estas bien? Se te nota algo irritado, amigo.

— ¡Que no soy tu amigo! — gritó Ernesto mientras lo golpeaba en la cabeza primero con una botella, y luego con la otra, partiéndolas y dejando que la sangre se mesclara con el vino.

— Dios, ¿Qué he hecho? — dijo Ernesto mientras intentaba tomar el pulso de la mano del vendedor.

Ernesto miró si alguien en la tienda había visto lo ocurrido, pero no había más nadie en ella, salvo una cámara de dudoso funcionamiento nadie había visto lo ocurrido. Corrió hacia la habitación de servicio, donde encontró un monitor, después de todo la cámara parecía funcionar, sacó la cinta de la grabadora y la guardó en su entrepierna.

Salió de la habitación y se dirigió hacia fuera de la tienda, tenía que asegurarse de que no hubiese nadie en el estacionamiento. Volvió a entrar, tomó por los pies al vendedor y lo arrastró hasta donde estaba su camioneta dejando un rastro de sangre en el camino, finalmente lo cargó y lo puso en el maletero.

Capítulo IV

De vuelta a casa.

Estacionó la camioneta afuera porque el garaje estaba cerrado, pensó que su mujer se habría cansado de esperarlo ya que la luces estaban apagadas, se detuvo frente a la puerta y recordó que se había ido con dos botellas, pero que había vuelto sin ninguna — ¡Demonios! — pensó, pero ya era muy tarde, nada lo haría volver a esa tienda esta noche.

Finalmente se decidió a entrar a la casa, al abrir la puerta notó que las luces estaban apagadas, y que sobre la mesa reposaba una botella de vino ya abierta y consumida casi en su totalidad, lo que le pareció muy extraño, por lo que atravesó el pasillo hasta la habitación, al acercarse, escuchó un par de voces bastante agitadas junto al sonido de su cama meciéndose.

Entró al cuarto y encontró a Alicia teniendo relaciones con un sujeto, la reacción de ella, que fue la única que se percató de que Ernesto había entrado a la habitación, fue de asombro total, lo miraba con terror en los ojos. La reacción de Ernesto fue muy similar a la que tuvo en la tienda, la cólera lo invadió, y se abalanzó sobre el sujeto, al cual no le dio tiempo de reaccionar.

— ¡Maldito desgraciado! — dijo Ernesto mientras golpeaba en el rostro al sujeto.

Alicia, que no hacía más que gritar, se cubrió con las sabanas hasta la altura de la nariz y se quedó en estado de shock por unos segundos, hasta que notó que Ernesto dejaba de golpear a su amante, principalmente porque este se encontraba probablemente muerto.

— ¿Cómo pudiste hacerme esto? — preguntó Ernesto a Alicia.

Pero ella, que no podía creer lo que estaba viendo, no respondió, sino que señaló con su dedo índice al cadáver de su amante. Ernesto se dio la vuelta para visualizar mejor al hombre que acaba de golpear. Un extraño escalofrió recorrió todo su cuerpo cuando pudo visualizar, entre la oscuridad y la sangre, el rostro de aquel sujeto.

— No puede ser — dijo Ernesto, mientras compartía la misma mirada de incredulidad y terror que hace unos segundos atrás tenía Alicia.

Ernesto salió del cuarto, caminó hasta el salón principal, se sentó en el sillón y se sirvió una copa de vino.

Capítulo V

El Cadáver.

Ernesto despertó confundido sobre el sillón, pero tan pronto como notó que sus manos y su ropa estaban manchadas de sangre, corrió hacia el cuarto, pero no encontró a Alicia, en la habitación no había sino aquel desconcertante cuerpo tirado en el suelo.

Arrastró el cadáver del sujeto desde la habitación hasta el garaje, donde se encontró con su camioneta, como si no pudiese ser más extraña la situación, había recordado que no pudo estacionar en el garaje pues este se encontraba cerrado. Puso el cuerpo en la maletera, abrió el garaje, y sacó la camioneta en reversa, al salir, notó que una camioneta exactamente igual a la suya se encontraba frente a su casa, al mirar la matricula, su sospecha y su miedo se confirmó, era su camioneta, ¿cómo era eso posible? No le dio más vueltas al asunto, tenía que deshacerse de un cadáver, así que se puso en marcha.

Condujo hasta las afueras de la ciudad, justo a donde quedaba un lago que se decía estaba bastante contaminado, dejó su chaqueta ensangrentada en el asiento del copiloto, tomó todo aquello con lo que pudieran identificarlo; papeles del auto, fotografías y quitó la matrícula de la camioneta, luego la puso en reversa, colocó una piedra pisando el acelerador, y dejó que se hundiera lentamente.

El camino de regreso era un poco largo como para caminarlo a pie, pero al llegar a la vía principal, consiguió detener a un taxi que lo llevó directamente a su casa. La casa seguía vacía, así que decidió ir a darse un baño. Mientras se desvestía, encontró la cinta que había guardado en su entrepierna.

—¡Mierda!

Corrió rápidamente hacia su camioneta, abrió el maletero, pero no había nada más que manchas de sangre. Cerró la maleta, se subió a la camioneta y condujo hasta la tienda. Al llegar, se decidía entre si pasar o no a la tienda, aunque le llevó unos cinco minutos, finalmente decidió entrar, al llegar a la barra se encontró de frente con algo aún más confuso para él.

— ¿Qué tal el vino? Amigo.

Ernesto, que no sabía si alegrarse o quebrarle una botella en la cabeza otra vez, dijo desconcertado:

– ¿Qué coño pasa aquí?


Fuente de la Imagen: 1

Sort:  

Pues ha quedado muy bien. El vino viene a ser el protagonista.

Jaja, si. Gracias!

Una locura endiablada. Muy bueno
¡Suerte en el concurso @vieira!

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