Portal. Microficción

Estimados amigos, han sido días de mucho hacer. Estoy agotada, pero, para no dejar la disciplina de publicaciones, dejo este microcuento.
Espero que les guste y que dejen un comentario si así lo desean.
Quedo agradecida.

_Fuente

Portal

Cuando corrió hasta la estación del metro. Y aunque notó algo inusual (pero indefinible) en la rutina de su trayecto, no se detuvo. Iba retrasada.
Ese día, todo fue tan aburrido como solía ser en la oficina, incluyendo el deseo de mandar todo a paseo e irse a vivir a una costa perdida de América del sur. Sus días eran así. Las crisis se agudizaban con la certeza de estar perdiendo los días.
No fue sino cuando cruzó las dos limpias columnas del portal de su edificio que evocó ese otro portal, el de la floristería aledaña a la estación. Esa mañana había faltado la anciana que vendía flores allí, Ester, con quien conversaba frecuentemente. Era dulce. Tenía un nieto, Miguel, que la ayudaba. No recordaba otro día, de tres años que tenía haciendo ese recorrido, en que se ausentara.
A la mañana siguiente, fue al puesto de flores. Que había muerto, le dijo Miguel (su voz estaba apagada). Simplemente, ella no despertó. El joven le dio una pequeña maceta.
“Es un narciso. Creo que es para usted”
“La noche antes de dejarnos, me dijo que quería regalarselo a la joven que quería vivir en la costa, para que no olvidara su sueño.”
Lena lo tomó con ojos húmedos. Abrazó a Miguel.
Esa tarde renunció.
Desde el jardín de su casa en esta costa de un pueblo de América del Sur, suele recordar como inició su largo viaje a este otro mar.