El misterio más grande es el tiempo: lo pasado ya fue, lo presente ya pasó y el futuro no ha sido. Entonces ¿dónde estamos? ¿en el pasado? ¿en el presente? ¿o en el futuro?

Develemos el misterio más grande:

Existe un solo sonido repicando en el universo, una sola energía circulando en todas las dimensiones, allí estamos eternamente, moviéndonos y estáticos.

Cuando se llega es porque se ha partido; cuando volteamos miramos hacia adelante; cuando miramos hacia adelante vemos hacia atrás; cuando nos detenemos estamos avanzando.

Los mundos paralelos marchan a ritmos dispares; tu universo se adelanta al mío, por eso no nos hallamos nunca. Yo te añoro: perfección; mientras el destino me conduces hacia el error; el azar es su norte; el mío, la certeza. Así, vivimos buscando el ideal errante, inaccesible e inalcanzable.

¿Somos eternos? No ¿Vale la pena serlo? No ¿Entonces, por qué le tememos a la muerte? Porque el tiempo no nos traerá de vuelta.

Los niños añoran crecer rápido y ven el tiempo transcurrir lenta y perezosamente; los jóvenes viven los momentos con intensidad sintiendo que es la única oportunidad que tienen para ser felices; los adultos anhelan el descanso y la calma; por eso viven como quien se come su manjar preferido lenta y pausadamente; los ancianos rezan para acercarse a Dios; y sentir que después de este tiempo habrá uno mejor para su familia. El misterio del tiempo alberga el misterio de no saber nunca lo que es totalmente verdad.

El tiempo es angustia para el que espera sin esperanza; calma para el que recibe lo esperado; vacío para el que no espera nada. Él ni es, ni fue, ni será; solo transcurre irremediablemente como el agua de un río, sumerjámonos en él, contemplando, en el mismo punto, un agua diferente.

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