Compasión al cometer errores

“Tocar una nota equivocada, es insignificante… Tocar sin pasión, es inexcusable…”
-Ludwig van Beethoven

El acostumbro cultural nos a llevado a relacionar el hecho de cometer errores con sentimientos de culpa y vergüenza. Lo resultante es una penumbra tímida proveniente de la profundidad de una personalidad lastimada.

Sé gentil contigo mismo.

La mano compasiva que con costumbre le estrechamos a un desconocido, nos cuesta otorgárnosla a nosotros mismos. El temor a sentirnos vulnerables nace de la interminable búsqueda de presentarnos como impecables. Queriendo mostrar nuestros esfuerzos como el resultado frío y calculado del calibrado proceso analítico, en lugar de un brote de insanidad de una mente en proceso permanente de maduracioón. Cuando vivimos con la idea que somos y debemos ser perfectos, proyectando un aire de normalidad infalible a nuestra sociedad, nace un pavor a cometer errores. El temor a fallar proveniente de la imaginaria crítica futura de nuestro entorno social apacigua el fuego interno. Pero, esta voz que escuchamos de los demás en realidad es una fachada erguida por nuestra propia voz interna. A su vez nuestra voz interna ha sido permeada por el sabotaje de la cultura.

Esa voz interna, no eres tú. Esa voz que te acompaña desde que te despiertas es la de tus padres, la de tus maestros, tutores, íconos, gobernantes, amigos... Me refiero a esas figuras cuidanderas que idealizábamos y nos guiaba mientras nuestra maleable mente comenzaba a tomar forma. Su tutelaje, sus ideas del mundo, su cultura, sus ambiciones y sus preocupaciones se arraigaron filosamente en las profundidades de nuestra mente en las ranuras neuronales donde ahora raramente visita la luz.

Alumbra tus emociones dispuestas al servicio del logro. Vive auténticamente con amor y deliberación.

Los errores nos nutren. No hay tal cosa como la perfección. Tan sólo comienza. Haz ajustes a la marcha. En lugar de aferrarnos a los recuerdos de nuestros errores, convirtamos el concepto de error a una situación aprender-ganar. Las historias que le cuentas a tu mente son con las que tu mente verá el mundo. De lo contrario, corremos el riezgo de relegar nuestra soveranía mental a entidades externas a nosotros mismos.

El depender de una autoridad para que nos otorgue seguridad o guíe nuestro aprendizaje es una manifestación del psique humano. Necesitamos alejarnos de este paradigma. Lo que el complejo sistema de engranajes socioculturales no quiere que tengas es pasión. Es su reacción auto inmune hacia el disentimiento para mantener un status quo, para mantener los asuntos presentes sin cambiar. Este ‘sistema’ no es una personalidad ni grupos anónimos titereando el mundo, si no la suma agregada de los clicks y nichos sociales que gravitan a uno hacia el promedio. Son simplemente tendencias protoplasmáticas de auto-organización que de dan prioridad al beneficio colectivo, sacrificando la calidad existencial de todos los individuos que conforman ese mismo colectivo. Planteándolo desde una perspectiva histórica o evolutiva,el error de un individuo pone en riesgo al grupo. Tan mínimo como llegue a ser la consecuencia del error, es mejor no arriesgarse, por lo que el grupo se beneficia al mantener a cada personalidad que lo compone en un estado pasivo.

Peligrosísimo es el riesgo de vivir con una pasioón encadenada por uno mismo.

Entre las herramientas que tenemos para escapar estos pozos de gravedad son el auto-conocimiento, las relaciones con transparencia y honestidad radical, y la práctica de sentir gratitud, las cuales puedes nutrir en el suelo fértil de la compasión.

La gente que te encuentras día con día no buscan confrontarte. Simplemente están viviendo para si mismos.

Practica un ejercicio de compasión a los otros, y te darás cuenta que tu compasión hacia los otros se reflejará en tu dirección y encontrarás un elemento de compasión hacia ti mismo.