cruz diabolica

En un pequeño pueblo, rodeado por bosques oscuros y siluetas tenebrosas, se encontraba una antigua iglesia de piedra. Los lugareños evitaban hablar de ella, susurraban sobre extraños sucesos que ocurrían en su interior. La gente decía que, al caer la noche, la cruz que colgaba en el altar cobraba vida y se alimentaba de aquellos que se atrevían a rezar.

Un día, María, una joven curiosa y valiente, decidió investigar los rumores. A pesar de las advertencias, entró en la iglesia al anochecer. El interior estaba en penumbras, solo iluminado por la tenue luz de las velas. María se acercó al altar y comenzó a rezar, ignorando la sensación de inquietud que la envolvía.

De repente, la cruz comenzó a crujir y a retorcerse de una manera que parecía imposible. El corazón de María latía con fuerza mientras veía cómo la cruz se desprendía del altar y se movía hacia ella. Intentó retroceder, pero sus piernas parecían estar atrapadas por una fuerza invisible.

La cruz se acercó lentamente, emanando una oscura presencia. María temblaba de miedo cuando la cruz se detuvo frente a ella. En un instante, se abrió como una boca grotesca y afilada, revelando dientes puntiagudos. La cruz parecía tener vida propia, y con un movimiento rápido, se lanzó sobre María.

El grito de la joven resonó en la iglesia desierta mientras la cruz la envolvía. Los lugareños, al escuchar el alarido, se apresuraron hacia la iglesia. Al llegar, encontraron la puerta entreabierta y un escalofrío recorrió sus espaldas al ver la escena macabra.

El altar estaba ahora vacío, sin rastro de la cruz o de María. Los aldeanos buscaron por todo el lugar, pero no encontraron ni rastro de la joven intrépida. La leyenda cobraba vida una vez más, sembrando el terror en el corazón de aquel pueblo olvidado.

A partir de ese día, la iglesia se convirtió en un lugar maldito. Los lugareños evitaban pasar cerca de ella, y las historias sobre la cruz hambrienta se transmitían de generación en generación. Nadie se atrevía a rezar en la iglesia, temiendo que la cruz pudiera reclamar sus almas.

La historia de María se convirtió en un recordatorio sombrío de los peligros que acechaban en la oscuridad. La pequeña iglesia, una vez lugar de devoción y esperanza, se sumió en la oscuridad eterna, llevándose consigo los secretos de aquellos que desaparecieron en su interior. La cruz, ahora más hambrienta que nunca, esperaba en silencio a que alguien más se aventurara a rezar en su dominio.