CONFLUENCIA ÍGNEA (Parte I).
Elisa siempre llegaba algo más tarde, en un primer momento trataba de sentarse lo más alejada posible del atractivo desconocido, ya que no podría concentrarse en sus estudios, ni dejar de mirar sus suaves movimientos. Él siempre se tocaba su larga melena con un aire de misterio que a ella le hacía palpitar su cérvix.
Un día llegó a la biblioteca un poco más tarde de lo habitual, todos los asientos estaban ya ocupados, todos menos uno y era precisamente junto al “sempiterno melenudo”, como ella lo llamaba. Así que, no le quedó más remedio que ponerse a su lado.
Elisa notaba una gran tensión sexual, por lo menos procedente de ella y creía que también de él, aunque esto era algo que deseaba comprobar.
Ese fue un día perdido de estudios, le resultaba imposible concentrarse, pero aun así le sirvió para poder, más tarde en su casa, masturbarse pensando en todas las fantasías sexuales que había imaginado mientras se encontraba a su lado, sentada en la biblioteca. Esa noche fue épica, dándose auto-placer, no podía parar, se sentía demasiado caliente como para ello, incluso llegó a tocarse mientras dormía, se levantó con toda la cama mojada alrededor suya, pensó que se había meado encima y tuvo que cambiar las sábanas y hasta sus ropas.
Al día siguiente volvió a la biblioteca, como siempre, dispuesta a estudiar “de verdad”, decidió ir mucho más temprano para evitar sentarse junto al “sempiterno melenudo”, ese día llegó ella antes que él pero aún así finalmente éste cuando llegó se sentó a su lado. De nuevo otro día sin apenas estudiar, masturbándose sin parar y despertándose mojada.
Los siguientes días, Elisa siempre trataba de sentarse cerca de él, pero nunca justo a su lado, le gustaba sentirlo cerca pero al mismo tiempo sabía que debía estudiar si quería pasar sus exámenes. Además, más que cerca, quería sentirlo dentro de ella, últimamente todo lo que se le pasaba por su cabeza era bastante pornográfico.
Sus miradas se cruzaban como cada día, sentados uno frente a otro, pero siempre con disimulo. Cuando uno miraba, el otro trataba de desviar la mirada y viceversa. Ambos parecían conocer la atracción que sentían el uno por el otro pero ninguno de los dos era capaz de dar un paso hacia delante, a hablarse, susurrarse, tocarse lo más mínimo.
Cierto día, cuando Elisa volvía a la biblioteca procedente de hacer un descanso en sus estudios, encontró sobre su mesa una misteriosa nota que decía: “No puedo parar de pensar en ti, quiero sentirte entre mis brazos”.
La nota era breve, pero el mensaje muy esclarecedor, ahora Elisa era un volcán a punto de estallar en una erupción, se quedó sentada en su sitio sin apenas moverse, no quiso retomar de nuevo el contacto visual con su “objeto” de deseo, terminó de estudiar, se fue a su casa muy nerviosa y corriendo por las calles como si la persiguieran. No podía soportarlo, creía que no llegaría a casa, su explosión era inminente. Recordó que había un fotomatón cerca, camino hacia su casa, lo vio, entró en él, echó la pequeña cortina que apenas tapaba nada, metió su mano por dentro de su pantalón y apenas se hubo tocado unos segundos tuvo un orgasmo tan fuerte que hizo que sus gritos se oyeran en toda la calle.
Avergonzada por lo sucedido, se quedó inmóvil y con miedo a salir, desde dentro podía escuchar voces de niños jugando y personas paseando, permaneció allí durante unos diez minutos y salió, camino hacia su casa, como si nada hubiera pasado.
Un día más despertó, se preparó y se dirigió hacia otro largo día de estudios, decidió mantener la calma, dedicarse a estudiar e incluso se planteaba decirle algo a esa “bestia sexual” que ella imaginaba en sus húmedos sueños...