Para añadir al carrito: Edipo de Texas, un thriller político en homenaje a las películas del oeste a la italiana

in #cervantes6 years ago (edited)

Recordando megaproducciones como el serial Carlos acerca del controversial terrorista venezolano "Carlos" Illich Ramírez, también apodado "El Chacal", condenado en Francia a cadena perpetua por el asesinato de dos agentes de la guardia territorial; o a la ópera prima de Joel Novoa, la coproducción argentino-venezolana Esclavo de Dios, Edipo de Texas es un thriller que se desarrolla en un período de dieciséis años en distintas capitales y en tres idiomas (castellano, en el que está escrita la mayor parte de la novela; francés e italiano, con traducción castellana para los incisos en francés). Escrita por el crítico cinematográfico uruguayo inmigrado a Venezuela Héctor Concari, Edipo de Texas es una novela corta (la edición de Dahbar consta de apenas 161 páginas, entre las que se cuentan las traducciones castellanas a las revisiones críticas de Albert de Roffet, redactadas originalmente en un pulcro francés), en la que se explota con la maestría de quien se ha curtido en el oficio el procedimiento de la narración de sucesos que ocurren en distintas geografías y quizás en paralelo. Técnica narrativa ya ensayada con éxito por Mario Vargas Llosa en La casa verde o por Milán Kundera en La despedida, el autor hace converger sin argumentos ni saltos forzados las historias disímiles aunque conectadas desde el principio que tienen lugar en Buenos Aires, Roma, París y Caracas, para hacer rematar la novela con un final que, si puede ser predecible, no deja mucho que desear. Y es que este periplo por tan variados contextos, ambientes y gustos sirve para poner el punto final anticipado por un oscuro vaticinio que sugiere a los lectores la posible continuación de una saga de incertidumbre, intriga y sobre todo, la imposición de lo que parece la expansión incontenible del terror, de un régimen de oscurantismo que se presenta como una de las notas estructurales de este continente condenado en el que el único signo de piedad es que la realidad a veces decide entreverarse con la magia.

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Portada de Edipo de Texas (2016), en la edición de Dahbar. Caracas.

Un homenaje a las películas del oeste dirigidas por directores venidos de Italia, siguiendo una de las grandes corrientes migratorias hacia los Estados Unidos, esta novela hace recurso del lenguaje del cine para graduar a voluntad la tensión que a lo largo de la secuencia, casi siempre lineal, exige la trama. El momento de mayor suspenso es, de hecho, cuando el director Mario Botazzi se encuentra grabando el largometraje que, más que llevarlo a la fama, lo inmortalizará, y que sin saberlo, o tal vez sólo sin importarle, será el último. Pero la novela logra asimismo con análoga perfección el dominio de otros modos de discurso más propios de la literatura, combinando la narración en primera persona de uno de los personajes al que está dado el conocimiento minucioso de los hechos con el género de las revisiones cinematográficas de las que es exponente Albert de Roffet, judío en París y hombre igualmente diestro en que su escritura sea capaz de mutar a la entrevista o al reportaje.

Edipo de Texas, suerte de espaghetti western devenido novela, puede ser leída como un réquiem a la decadencia del género, el de las películas del lejano oeste, que fue el primero en dar su esplendor al séptimo arte. Historia que no se conforma con ser un obituario dirigido a los tiempos perdidos, su audacia consiste en el tratamiento en buenas dosis de una relación de amor entre una muchacha burguesa militante de la izquierda y un hombre mayor, diríase quincuagenario, Botazzi, que resulta, por añadidura, su tío. Si bien la denominación de western, supondría el predominio de la acción, en Edipo de Texas no puede no estar presente la hondura filosófica de la gran literatura de Occidente:

(...) Y la volví a sentir frágil, como si algo, cualquier cosa pudiera quebrarla, porque era demasiado ingenua para defenderse del país en que vivía y, para embestir contra el mundo, solo (sic) tenía esa fe inquebrantable en Perón y sus compañeros y el paraíso y la eternidad, empezaban ese mismo, mismo día, por esas horas en que yo caminaba sintiendo una nube negra creciéndome dentro, desde el estómago (...) (pp. 39-40)

Cada muerte es un destino. ¿Nunca te pusiste a pensar? Cuando caen en un tiroteo, dos o tres... Nunca lo vemos así, pero tiene razón, este De Roffet, es un destino que cristaliza, una vida que termina de conquistar su forma. (...) (p. 64)

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Fuente: fotograma de Sueño de un hombre ridículo, cortometraje ruso hecho a partir del cuento homónimo de Fiodor Dostoiévski.

Con la fábula de la dictadura militar argentina y de la lucha guerrillera clandestina contra ella de trasfondo, Edipo de Texas es, a pesar de su título, un giallo. Con el subterfugio de las películas de vaqueros, Concari acaba creando, paradójicamente, una narración más próxima al policial, el género que arrebataría su popularidad y esplendor a los western. Es, con todo, fiel en reservar el clímax para las escenas de tiros. No obstante, el final está lejos de ser halagüeño y la falta de maniqueísmo del director dentro de la historia y quien es el conductor explícito de la trama, nos propone un universo sin salvadores ni héroes. El destino irrevocable rinde la impotencia de los hombres a la muerte. La anunciación del milenio que está por llegar imbuye a los hombres en esperanza, sólo para que, como un aciago signo adivinatorio, aparezcan los milicos para agitar fantasmas y detonar un coro incorregible de maldiciones.

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