Juana, la antiheroína, la loca (comentario a la película "Juana La Loca")

in #cervantes7 years ago (edited)

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Como la literatura, la historia tiene sus tópicos favoritos. La ley de la historia es la esencial monotonía de sus temáticas. Cuenta el libro de la instrucción que hay en el cielo diarios en los que la letra de la inteligencia sagrada decide nuestro destino. Tal vez en su piedad le fue dado a Dante prefigurar la aciaga tragedia de su amor por Beatriz; acaso la historia haya gustado tanto que para recreo de los beatos y ángeles se haya acostumbrado su lectura. La historia de Juana es el drama nunca narrado de esa leyenda. El deber de Juana es el amor devenido en locura, la fidelidad a los fantasmas de su madre y de su abuela. Juana creía que amar era celar y esta máxima, junto con su fe inconmovible por lo dones de su madre le había llevado a tolerar las felonías de su amado, el amante que piensa a Beatriz, el archiduque don Felipe como antes Juan II el castellano. Juana no es en el poema la villana, que tal sería un atropello a su real condición, sino la antiheroína: la que en el drama tiene el voto de seguir amando a quien está unida en santidad sin importar los amoríos que le hacen fama, llegando, para amonestarlos, a la crueldad si se quiere (el improvisado corte de la dama Inés o su abuela enterrando en un cajón a la licenciosa doña Beatriz de Silva y Meneses). Con Juana, quizás la primera injusticia que se comete es el haberla bautizado con el mote de loca. Juana en realidad sólo es víctima del espíritu de su tiempo. El fresco tras la mesa de los reyes, el ornato de los senos entre las cortesanas y la constante analogía entre sexo y estancia en el paraíso manifiestan una pandémica represión sexual, de la que es responsable la moral ordenada por la Iglesia. Asimismo, empieza a revelarse la corrupción típica de la época, no habiendo obstáculos para que Felipe el Hermoso se case inmediatamente con Juana o éste dé carta blanca para que la mora Aixa entre en palacio con el nombre de Beatriz. Por la muerte de sus hermanos, Juana es circunstancialmente la heredera de la corona. Su suerte de mujer es la que hace cuestionable el reinado de Juana, beneficiaria de un codiciado imperio que se extiende por la península, Italia y allende los mares. La sedición contra ella, la proclamación del príncipe flamenco y el encierro de cuarenta y seis años (como Isabel de Portugal estuviera en Arévalo cuarenta y dos años), son síntomas de la misoginia y menosprecio hacia la propiedad de la mujer en una Europa que cuatro siglos más tarde se autodenominaría bandera de la liberación femenina. La efigie de Juana es así la de una mujer atribulada que comparte su destino con el de muchas plebeyas y aún es castigada con los diagnósticos de histeria o locura que han querido establecer posteriormente los psiquiatras contemporáneos. El drama de Juana es el de ser demasiado real para Dante; el de Dante no poder olvidar a Beatriz.

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Las imágenes pertenecen a las compañías productoras Canal+ España, Eurimages, Pedro Costa Producciones Cinematográficas S. A., Enrique Cerezo Producciones Cinematográficas S. A., Sogepaq, Take 2000 y Production Group.

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