Qué soledad la de ese hombre... y ni hablar de lo que siente al reflexionar sobre su rol en la crianza de sus hijos.
Confieso que no pienso mal de los indigentes, pero me dan miedo. No sé si buscarán hacerme daño y por eso me aparto cuando se me acercan. Qué cosas... me da pena pensar en lo que ello sienten cuando yo hago eso, y sin intención mala hacia ellos, sino por puro miedo...
Sentía lo mismo. Ya no lo veo igual. Debajo de la ropa harapienta hay un mar de humanidad (virtudes, maldad, miedos, fortalezas, etc) del que no sabemos absolutamente nada. Saludos y gracias por leerme!