A MI CASA NO ENTRA NADA QUE NO SEA NUESTRO

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A MI CASA NO ENTRA NADA QUE NO SEA NUESTRO

Eviten traer al hogar cosas que no sean suyas.

Esta expresión solía decirla mi padre cuando nosotros éramos unos niños, todavía la dice; la repetía con frecuencia para advertirnos que no debíamos apropiarnos de algo que no nos perteneciera.

Recuerdo que mi hermano mayor recibió un correazo cuando tenía cinco años por haber traído del colegio una cámara fotográfica que tenían los niños de su nivel para jugar en el aula. Resulta que mi hermano le gustaba intercambiar sus juguetes con sus compañeritos de clase y en varias oportunidades había traído a la casa artículos que no eran suyos; eso alertaba a mi papá por lo que hablaba con él para que evitara esa práctica. Mi mamá se encargaba de devolver lo que mi hermano traía, ella lo metía en una bolsita con una nota para la maestra sugiriéndole con mucho respeto que revisara el morral o la lonchera de mi hermano para evitar malos entendidos; por su puesto, mi hermano tenía la responsabilidad de entregarle la bolsita con la nota a la docente.

Un día, mis progenitores asistieron a una reunión de padres y representantes, al finalizar, mi papá aprovechó la oportunidad y conversó con la maestra manifestándole su incomodidad al recibir en nuestra casa juguetes que no le pertenecían a mi hermano y a la vez le comentaba que en algunas ocasiones las pertenencias del niño no llegaban a la casa, la maestra le comentó que era habitual en el aula las charlas u orientaciones donde el compartir era el tema central. Las maestras reforzaban el valor solidaridad y motivaban a los niños a intercambiar sus juguetes con sus compañeros; mi papá comprendió el argumento de la docente pero seguía insistiendo que no le parecía que los niños llevaran a casa lo que no les pertenecía porque según él, muchas veces se distraen y pierden las cosas, las pueden dañar o en algunos casos no la devuelven, y si las madres no están pendiente de esa práctica, la misma se puede convertir en algo habitual, por lo que existe el riesgo de que ocurran consecuencias contrarias a la moral y a las buenas costumbres.

Hoy, veinte años después de aquel correazo y de la insistencia de mi padre en repetir las frases: “A MI CASA NO ENTRA NADA QUE NO SEA NUESTRO”; “eviten traer al hogar cosas que no sean suyas”, puedo asegurar que no somos capaces de apropiarnos de lo que no nos pertenece. Definitivamente los valores se aprenden en el hogar y se refuerzan en la escuela; sin embargo, creo que cada persona es la única y verdadera responsables de sus actos cuando tiene conciencia de los mismos.

La honestidad es un valor que, en muchas personas, está en decadencia, por lo que es una prioridad enaltecer al hombre honrado y difundir por todas las vías los más elementales principios del correcto proceder en sociedad para mejorar la convivencia humana y así vivir en un mundo de justicia, respeto, amor y paz.

NOTA: Si nos obsequiaban algo mi papá se aseguraba que realmente nos lo habían regalado. No quiero decir con esto que él no confiaba en sus hijos. Es natural que en la etapa de formación los padres estén pendiente de cada detalle que involucre a sus niños.

GRACIAS PADRE POR TU EJEMPLO Y POR TUS CONSEJOS.

Autor: @ManuelMilano