Miriam, historia de un desarraigo(3de..)

La desidia me acompañaba mientras miraba los escaparates, ya se iba notando el cambio de temporada, nuevos jerseys gordos como una capa de permafrost en Siberia(no había estado nunca ni remotamente cerca de allí pero había leído algo de forma distraída en esos tránsitos que suponen esa maternidad responsable que procesa), de una semana a otra apenas reconocía los escaparates, parecían casi otras tiendas, lo mismo sucedía con las dependientas, que transcurrir más cíclico, yo no podría con esa vida, necesito seguridad, entiendo que para poder hacer algo con un mínimo de calidad y entusiasmo requería la pausa que da el tiempo y un buen sueldo, como no,. A veces, encontraba algún rostro de alguna chica que me había atendido, al comprar una blusa o algún complemento, nada urgente , y ahora mirala, buscaba de forma diligente el cuarenta y uno. de ese número de mocasines, a ver si le queda algo en el almacén, siempre el almacén. Tránsitos de una época.

Harta ya de vagar por el centro comercial, como esas chiquillas buscando presas y exhibiendo sus primeras galas después del verano, intentando perpetuar la búsqueda de macho, que alegría de años transcurridos, piensa en la inmensa pereza de tener que hacer esto ahora, a su edad con un hijo, con una cómoda plaza. Sus últimos quince años habían sido una balsa de aceite, bueno una isla desierta con Adrián como su Viernes particular.

Quedaban treinta y cinco minutos para que empezaran a salir del conservatorio, prefirió esperar en el coche, le envió un whatsapp con la ubicación y decidió repasar distraída las fotos de sus contactos para hacer tiempo mientras salía ese émulo de pianista, todavía plano de egos. Los mismos egos, que exhiben de forma impúdica sus congéneres, perdón compañeras, que fotos, que retoques, donde estaba ella mientras daban esos cursos de photoshop se preguntaba, pues donde iba a estar, cuidando su familia, procurando que todo estuviera en orden; la rutina que le llevó a sacarse las oposiciones en escasos ocho meses, de forma brillante cuando mira fue solo por probar, la había acompañado desde entonces en el resto de su vida, digamos contemporánea

Una forma digamos brillante y efectiva de conducirse, sabía que despertaba recelos y envidias, pero intenta ignorarlas y empatizar, el compás de los tiempos de nuevo. Cuanto tarda este niño hoy, que tardes que soledades más aburridas que ni la radio ni los podcast mitigan.
(Foto obtenida de Pixabay.com)