40 grados

40 grados, solo el movimiento de restos de toldos cuarteados. Las cinco de la tarde, y la ciudad está muerta, refugiada en las casas o acumulada en grupúsculos inhospitos en las orillas de las playas defendiendo el territorio con sus pequeñas proles satelizadas, pareciera que el contacto con naturaleza traducido en agua y arena, sacase su naturaleza mas primitiva y molesta. Aprendices de antisociales, como yo.
Desde la ventana solo diviso ventanas cerradas, algún balcón con mesas rajadas por el sol inmisericorde, con restos de algún verano de los ochenta. Busco implacable un resquicio de vida, ventana por ventana, mientras a largos buches cae el contenido de media cafetera, a veces pienso que debería cambiar de hábitos, pero no me preocupo, esas ideas se van rápido , las malas costumbres tienen a imponerse sobre lo natural o lo a veces aconsejable.
Aburrido del escudriño, me levanto perezoso, la silla es como un simbionte sucio al que le cuesta abandonarme. Un vistazo por la casa, ninguna novedad, gatos desperezados sobre sofás y alfombras,en la cocina, no hay rastros de mosquitas ni otros invertebrados en la bolsa provisional de basura. Sed, tengo sed, intento beber a caño pero ell grifo exhala su tibio mezcla de cloro y agua, que hace desistir de ese suicidio asistido
Abro el lavadero, pienso que como da a otra calle igual... pero nada, solo la ropa tendida que es una bandera flamíngera suplicando clemencia, pero es ya demasiado tarde hasta para rescatarla.
Hace tanto calor, que ni los niños chinos juegan en el parque, solo alguna paloma despistada entre los envoltorios vacíos de bolsas de chuches y palomitas de anoche. Esporádicamente algún vecino medio en pijama, pasea inclemente sus perros, la ropa pegada y la velocidad del paso que les imprime, confirma mis temores. Aun a las seis de la tarde, la insistente llama sigue en el aire instaurada, a lo lejos quizás un niño llora, o quizás es una televisión demasiado alta.
Este recuerdo de castigos bíblicos sigue azotando, lo hace de tal forma que hasta las letras de las páginas del dominical atrasado que estaba caprichosamente leyendo a la inversa se me hacen grandes,enormes, desaforadas, instándome perezosas a que prolongue la siesta, interrumpida por sonrojo de tanta soledad de cama.
Una vuelta, cierro los ojos, otra vuelta,no viene el sueño, solo recuerdos de ella, a veces es ella misma a veces es otra, mezcla de claras y al fondo una incertidumbre que no se me antoja desvelar, no puedo conciliar el sueño, excesivo ya en la tarde imperecedera, que no se acorta.
Manotazos en la mesilla,hasta dar con el,pero nada, ni un mensaje en el móvil, sigue en el mismo estado la pantalla, no hayi notificaciones de facebook, ni un triste comentario aunque sea de alguien que hace tiempo que no soportas y no borras por una mezcla de pereza y vergüenza por lo que pudo haber sido., la gente parece desaparecida, malaga sigue paralizada a la espera del levante, todo sigue en el mismo orden de cosas.
Inquieto, vuelvo a probar suerte, por la ventana solo se ve el kiosko abierto,pequeño oasis verde en la inmensa soledad de la calle desierta del domingo, el calor disipa como la cualquier resto de humedad, los pensamientos positivos, sustituidos por otros claustrofóbicos de soledad, falta de espacio, rodeado de olores que quizás no me gustan, sandía sandía, no quiero pensar en ello, me asfixia, mejor pienso en otra cosa, en cualquier otra cosa
Las siete de la tarde,llegan como un pariente molesto, no parece que refresque, asumes que no se va, el calor se ha instalado como un vecino molesto al que le robas wifi.
Un sonido, al fin un sonido de notificación, hay vida mas allá de la soledad de los cristales sucios, alguien también en este desierto, aburrido tal vez desesperado propone un café, el día, puede que comience de nuevo.

(Ilustración obtenida en Pixabay.com)