Ven a mí...

Observas en el espejo como tu largo y abundante cabello cae revoltoso sobre tu espalda desnuda, rozando apenas tus pezones, tus manos juegan a ser él, fantaseas solo un poco, mientras recorres algunas zonas sensibles que te hacen imaginarlo, pero esperas, ya está por llegar... Todos lo esperan en casa, pero tú muy especialmente, han sido meses eternos para ti. Usas para la ocasión tu hermoso vestido rojo y debajo solo tu pequeña braga blanca con encajes, sobre el cuello una fina cadena de oro que cae ligeramente entre tus voluptuosos senos. Tu ansiedad comienza a hacer de las suyas... A su llegada, un beso muy cerca a los labios pretende encender la llama.

Buscas un trago mientras él, en tu andar, sin disimulo recorre tus piernas, disfrutando el contoneo sensual y sugerente de tus caderas, expresando una mirada cual fiera hambrienta a su presa. Esperas ansiosa el instante en tenerlo junto a ti...Una conversación sin sentido sirve de excusa para buscar el momento. Esa fragancia que habías puesto sutilmente sobre tu cuello, lo enloquece, solo desea ineludiblemente arrancarte el vestido y tenerte entre sus brazos. Ambos saben lo que quieren, solo un paso los llevaría al anhelado momento, de pronto las miradas se cruzan, el silencio se interpone y una sonrisa de tus labios marca el inicio de una inevitable aventura...

Debías dar el primer paso, tu inefable belleza lo mantiene atónito, incapaz de iniciar el momento; el coqueteo no se hizo esperar, tu volátil vestido al compás de tus movimientos, dejan ver por segundos el origen de tus muslos, y apenas tu blanca ropa interior que entra entre tus tersos y redondos glúteos, invitando a tu víctima a un lugar solitario en el jardín, traducido en un "ven a mí" y donde estarían totalmente solos...Entonces un cálido roce de sus manos luego entrelazan por un momento las tuyas, su pecho contra tu espalda te hace saber y sentir su pronunciada excitación, sus ávidas manos comienzan a recorrer tus brazos, tus hombros, tu cuello, pasando dócilmente por tus senos sobre el vestido, tomando camino abajo y apretando tus nalgas como queriéndolas suyas, luego desciende por tus piernas, entrando atrevidamente debajo de tu vestido y haciendo caricias diversas con sus dedos, llevándote a pronunciar gemidos incomparables que hacen humedecer tu blanca braga íntima. Ahora acostada sobre las hojas caídas por el verano, la tenue luz de una luna cómplice, le permite ver tu hermoso rostro mientras tu lengua moja tus labios.

Apartar completamente tu prenda íntima, le dejaría jugar libremente con tu gruta, haciendo tú la invitación a un juego más profundo que él entendió perfectamente, mientras tus muslos se separaban aun más, su lengua entonces comienza a recorrer los pliegues de tu sexo, sus manos entretanto hacen caricias en tus pechos mientras intentas dejarlos libres bajando la parte superior de tu vestido hasta la cintura. Sus dedos se instalan en tu entrepierna mientras pides encarecidamente que hagan su entrada allí una y otra vez, tu respiración jadeante, agitada acompañada de gemidos lo enloquecen y lo llevaban a tomarte totalmente, mientras te abres aun más al placer. Él sumerge sus ganas en ti, demostrando en cada embestida el más intenso deseo, mientras las contracciones de tu sexo lo llevan al límite del momento, entonces los cuerpos tiemblan, se estremecen, los gemidos se hacen protagonistas, la intensidad del placer merma, el descanso ha llegado...