Hipergrifo el taxista y su leal can Cannabis (12)

in #cervantes6 years ago (edited)

 

Insólitas aventuras de un dúo psicoactivo

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El carro se guio sólo. Cannabis no lo cree, vuelve a aquello de mi percepción obnubilada, pero así fue. Mi intención era dar vuelta por Dr. Arce pero el carro viró en Medrano y se detuvo frente a la arena. Para entonces yo estaba convencido de estar en una misión; en cambio mi compañero se encontraba desangelado, como si le pesase llevar aquel servicio. Dragón nos invitó a seguirle. Entramos por una puerta a un costado de la entrada principal, subimos unas escaleras. El piso estaba lleno de luchadores que recibieron alegóricos a sus correligionarios. Al fondo algunos hacían caso omiso de los recién llegados, practicaban aparte.

-Son los rudos- me dijo Dragón, -esperan a nuestros enemigos. No podemos estar aquí mucho tiempo-. Dragón levantó sus brazos para pedir atención. Todos guardaron silencio. -Este es nuestro taxista- me señaló -y aquella es su mascota-. Cannabis no se dio por enterado actuaba como un perro cualquiera. -Han sido fundamentales el día de hoy, sin ellos no estaríamos aquí, ahora. Están convencidos de esta importante misión. Les pido un aplauso para ellos-. Pronto la ovación estalló y fuimos el centro de atención por segundos. Enseguida se acercó conmigo un mozo que me pidió le siguiera. Estaba por rehusarme cuando Dragón con la mirada me sugirió que atendiera el llamado. Salimos del gimnasio. Caminamos un par de cuadras. Paramos en un puesto de tacos que tenía una docena de moscas como únicos comensales.

-Cinco de cilantro para llevar-, pidió. El taquero atendió el pedido y lo empacó en una bolsa negra. El criado pagó y regresamos a la arena. Nos esperaban afuera los tres luchadores. Despidieron a nuestro acompañante y subimos al taxi.

-Llévanos al hotel- me ordenó Dragón. El flaco me dio las señas del lugar donde se hallaban hospedados. Una hostería con estacionamiento por la Cinco de febrero. Al llegar Dragón me pidió les esperara en el carro.

-Todavía nos falta afinar algunos puntos. Tardaremos, no te desesperes. Ahí tienes unos tacos-, me recordó. Percibí en Cannabis cierta incomodidad, un ligero disgusto. Se hizo patente el disenso entre ambos. Yo aseguraba que estábamos inmersos en una misión. Le expuse mis razones a Cannabis. Él con mirada cansada me escuchó, no aceptó misión alguna. La razón única con que sostuvo su negativa se basó en una pregunta que sonaba fuera de lugar.

-¿Y quién nos va a pagar los viajes?

Desempaqué unos incomibles tacos, hechos de tortillas duras y sin ningún relleno, sólo cilantro quemado y la cebolla reseca. La bolsa que debía ser de salsa contenía marihuana. Observé la yerba con curiosidad. Lo constaté una vez más. En el barrio de San Juan de Dios venden la yerba de peor calidad en todo Guadalajara. No tenía intenciones de fumar esa basura, pero la visera estaba vacía. Líe varios cigarritos, le pasé algunos a Cannabis. Fumaba el segundo cuando sentí ganas de vomitar, eructé forma salvaje y descansé. Meditaba sobre cómo debía tomar la pregunta del can cuando una señora muy mayor sonó fuerte sus nudillos contra la ventanilla. Bajé el cristal. La anciana me dijo que no podía fumar dentro del carro.  

-En el veinticuatro está Erinia. Se paga por hora-. Sugirió como opción.

Bajamos del taxi, me guio al cuarto. Entramos a una habitación a media luz. Erinia se hallaba acompañada, rodeada de drogadictos y prostitutas.

-¿Tienes hachís?- le pregunté.

-Fumemos. Pero antes deposita un billete-. Levantó su falda y jaló el resorte del calzón. Tenía el vientre repleto de papel moneda. De los cajones de un buró sacó la pipa ya cargada. Fumamos. Ella rio al ver a Cannabis atizar la pipa en cada inhalación. Después de un pequeño intercambio de impresiones sobre la calidad del material se abrió un silencio. De forma repentina la anfitriona entró en lo que pareció ser un trance. Sufrió de espasmos para después quedar tembleque. Con la mirada perdida y voz grave e impersonal solemne hizo el ofrecimiento.

-Pregúntame lo que quieras.

Antes de cuestionarla la observé de fijo. Su demacrada figura y cabellos ajados pero sobretodo su rostro marcado por innumerables profundas arrugas me impresionó. No parecía ser humana.

-¿Erinia estamos en una misión?

Ella se sacudió con fuerza. Comenzó a sudar despidiendo un olor bastante desagradable. Cerró sus ojos y respondió.

-Vida y muerte son caras idénticas de una misma moneda. Una vez en movimiento no es posible distinguir la diferencia. No dudes. Actúa, si eres objeto de nada sirven mil respuestas. Debes ser actor y no escenario. Haz que la moneda caiga de canto. Entonces tu duda pasará a segundo término.

Terminó su breve mensaje para enseguida darle un jalón a la pipa. Cannabis por primera vez en el día sonrió. Ella cargó la pipa un par de veces antes que la anciana tocara la puerta. Identificó la clave y me pidió dinero para poder continuar en la habitación. Le hice saber que habíamos tenido suficiente, agradecí sus servicios y me despedí para volver al carro.

Los luchadores ya esperaban a las puertas del taxi. Mi sorpresa fue mayúscula, me sentía completamente drogado. Los pasos para acercarme parecían interminables. Escuché voces, gritos desaforados y aplausos e imprecaciones, provenientes de las auras de mis pasajeros. Subimos al carro y arranqué de regreso a la arena.

Dragón se percató de mi estado alterado y volvió al tema del bien por encima del mal. Tuve ganas de nuevo de vomitar. Otra vez un eructo estabilizó mis sensaciones y experimenté la excitación plácida que se requería para llegar animoso a la arena Coliseo. Observé de reojo a Cannabis. Después de la visita al cuarto de hotel cambió de actitud. Ahora se le miraba contento siguiendo alegre los acontecimientos. Si bien no creía en la misión sí se sentía parte de un juego. Llegamos a la calle de Medrano. Una multitud de viandantes recorría las aceras entre los vendedores de comida, máscaras y cerveza. Él inmueble parecía vivo, se escuchaba su palpitar desde lejos. Me sentí en el lugar correcto en el momento oportuno. Entramos a la arena por el estacionamiento a desnivel a un costado de la entrada general. Bajamos del taxi. Los luchadores esquivaron las cámaras de la prensa envueltos en un par de sábanas que se habían robado del hotel. Cogimos rumbo los vestidores. Alguno de la administración quiso impedir la entrada de Cannabis. Dragón soltó su primer golpe de la noche.

-Viene conmigo, hazte a un lado- dijo, con el antebrazo le aventó a varios metros. Cannabis saltaba ligero y ladraba eufórico. La función ya había empezado. Estábamos a pocos minutos de resolver el futuro de la lucha libre.

Aquella fue una misión.


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