La granja de don Rofilio y una historia de amor.

issymarie (65)in #cervantes • 5 years ago (edited)

Foto tomada con celular Samsung galaxy J5, pertenece al libro infantil de mi hija titulado la granja, editorial planeta de agostini.

Había una vez una granja especial, cada mañana don Rofilio salía a darles de comer a todos sus animales, estos ya sabían los horarios y muy ordenados esperaban cada uno en sus respectivos lugares.

Don Rofilio pasaba con cada cubeta de comida, primero comían gallos, gallinas, patos, patas y todas sus crías; entre cacareos y graznidos las aves daban las gracias.

Luego de eso pasaba con gran cantidad de restos de verduras y frutas, ahí lo esperan muy contentos y embarrados los cerdos y las chanchas junto a sus cerditos, todos rosados con colitas enroscadas, lanzaba la comida y todos juntos la devoraban.

Luego era el turno de los conejos, ahí sentados como motitas de algodón esperando sus zanahorias y alfalfa, don Rofilio les entregaba una a cada uno y en el medio ponía la alfalfa, así la comían juntos.

Camina unas vueltas y ponía su mano en la frente, miraba al cielo y continuaba. Seguía el turno de caballos, yeguas, burros y burras y también de las vacas y el toro viejo que por la cerca siempre miraba.

Llegaba con los fardos de heno en una carreta y con gran esfuerzo los lanzaba dentro para que sus animales comieran y estuvieran sanos; los veía desde la cerca y suspirando profundo por el gran cansancio y tomando aliento pegaba el grito -¿viejaaaaaaaaaa ya está el desayuno?-, la respuesta era una aprobación con la mano, así que Don Rofilio con gran hambre se dirigía a la casa.

acá es donde comienza la historia.

Cuando don Rofilio entraba a la casa el caballo Tango miraba de reojo a la burra Cascabel, el amor había nacido en estos animales que a escondidas se veían con ayuda de algunos animales.

El conejo Lorenzo siempre se escurría entre las flores del jardín para darle los recados a Cascabel, la burra se ponía ruborizada y movía la cola en forma coqueta, Lorenzo el conejo daba la vuelta y como buen cartero llevaba la respuesta al caballo Tango.

Era prohibido entre estas razas que el amor naciera ya que la yegua más vieja y el burro veterano tenían rencillas desde que ambos eran potrillo y pollino.

Así se les llama a estos animales cuando son pequeños.

Los pobres enamorados solo podían comunicarse gracias al conejo Lorenzo, mensajes de amor eran enviados cada mañana después de comer y trataban de trotar lo más cerca uno del otro, aunque fuese para intercambiar una mirada más cercana.

Cierto tarde don Rofilio debía ir al pueblo para vender parte de la cosecha de tomates, arregló la carreta y tomó a Tango, vio que era muy pesada la carga para él y como magia dijo -¿oye amigo mio que tal si nos llevamos a Cascabel a pasear?-, la emoción del caballo se hizo inmensa y asentía con la cabeza mientras zapateaba fuerte las patas traseras.

Don Rofilio fue por Cascabel al establo y la ató a la carreta al lado de Tango, ambos se daban sonrisas cómplices mientras caminaban lento por la pradera, observaban el cielo y suspiraban de amor mutuo.

Pasaron así los días hasta que en un descuido de sus familias ambos desaparecieron, culminaron su amor en entrega mutua lo cual tuvo sus consecuencias. Cascabel se había preñado, don Rofilio contento pensaba tendría otro burro para que en el futuro lo ayudará con las cargas, pasó el tiempo y Cascabel entró en labor, todos los animales expectantes ante el acontecimiento y Tango muy nervioso observaba de lejos, temía acercarse y que descubrieran la verdad, tenía temor de que algo pasara a su amor la burra Cascabel.

Después de varias horas y ya sintiendo todos los rebuznos del bebé se acercaron a ver, los cerdos querían ver al burrito nuevo, mientras las gallinas cacareaban que era una vergüenza, era un sacrilegio se decían entre gallinas y patas.

Las vacas curiosas metiendo la cabeza veían al nuevo bebé de la granja, don Rofilio salió y le dijo a su mujer - vieja tenemos un BURDÉGANO-, ¿que es eso? le preguntó su mujer, don Rofilio respondió - es una cruza entre el caballo y la burra-, doña Florentina se puso contenta, miraba a Tango y a Cascabel mientras le decía a su marido que eran los únicos del lugar con un bello Burdégano.

La yegua vieja y el burro veterano se miraron y cruzaron sus colas en señal de perdón y aprobación, así que desde el nacimiento del nuevo integrante entre ambas razas solo reino el amor.

Cada tarde Tango y Cascabel pasean por el prado junto a su hijo el pequeño Burdégano Celestino.

Fin.