DEJE DE EXTRAÑARTE | IBRAHIM MENDOZA
Deje de desvelarme, deje de sentir el fuego del hogar con el que me embriagabas,
deje de hablarle a la luna, deje de intentar y deje de extrañarte.
Siempre sentí que algo andaba mal,
mi mirada ya no era la misma,
aunque creo que nunca te llegaste a fijar siquiera en el color de mis ojos.
Tampoco mi peso fue el de siempre,
pero sé que en el fondo nunca te importó lo inconstante que fui.
Y si llegaba tarde, seguro rogabas porque lo habría olvidado.
Los diluvios formaron parte de mi rutina,
y el día en que me di cuenta que estaba caminando en círculos una gran tormenta se llevó todo a su paso.
Acepte que estas cosas pasaban y que era lo suficientemente fuerte como para recuperarme,
pero me diste la mano y me hiciste creer nuevamente en ti, caminé al revés hacia ti.
Reía y sonreía.
Había luz y siempre te abrazaba sin ganas de dejarte ir, sin ganas de apartar mi rostro de tu hombro.
Nos escapamos en un auto, ignorando el hecho de que en cualquier momento tocaría volver a la realidad,
a esa ciudad fantasma a la que pertenecemos…
sí, fui muy ciego y no quise ver las señales.
El tiempo se llevó la dulzura, tu sonrisa se volvió insegura,
y así los demonios te consumieron y me disparaste con tus palabras,
acabando con los pedazos que había recogido.
Dejaste mentiras en mis labios.
Sin pensarlo te llevaste el aire de mis pulmones.
La gente alrededor solo murmuraba, deje de confiar
y en ningún momento pedí direcciones,
la casualidad de vernos se escapa.
Nos perdimos entre esa multitud sin ganas de querer encontrarnos de nuevo.
Literalmente cambiamos nuestros aspectos,
nuestra forma de hablar
y nuestras visiones.
Ya no sé quién eres y tú tampoco sabes en quien me he convertido,
simplemente deje de extrañarte.
A esta foto la llamo Solitude
A veces lo único que debes hacer es olvidar lo que sientes y recordar lo que mereces