La diáspora venezolana en el contexto de la literatura post-colonial

in #cervantes6 years ago

La diáspora venezolana en el contexto de la literatura post-colonial:“Hijos del mar” de Edwidge Danticat y los hijos de la revolución.

Saludos a todos. Esta es la versión en español de mi primer post. Es parte de una serie de ensayos que he venido escribiendo a lo largo de los años y que cada vez que reviso y rescribo me sorprenden por las coincidencias nefastas en nuestras culturas latinoamericanas cuando se trata de los regimenes autoritarios y como la literatura ha sido capaz de no sólo retratar esas realidades con más agudeza que otros tipos de textos, sino tambien advertir a otros para que pongan sus barbas en remojo... Ya les estaré escribiendo sobre otros autores latinoamericanos con temáticas similares

Reflexionando sobre lo que ya podemos llamar la Diáspora Venezolana, recuerdo que durante mis años de postgrado (2001-2008), cuando conocí la literatura y teoría post-colonial, nunca imaginé que vería mi país en los mismos términos en que veía algunos países Africanos, Europeos e incluso algunos países latinoamericanos, como Cuba, Méjico o Haití. Hugo Chávez ya asomaba el tipo de socialismo que planeaba implementar, y sin embargo, como la gran mayoría entonces, yo no anticipaba una ola masiva de migración desde Venezuela a cualquier sitio, menos Venezuela. Un cuento perturbador, parte de un hermoso librito que leí en una de mis clases en Ohio University, viene a la mente cuando leo los relatos que surgen de esta nueva experiencia de exilio de amigos y familiares: se trata de “Los niños del mar”, de la escritora haitiana Edwidge Danticat. La supuesta distancia que creíamos separaba Venezuela de países pobres como Haití, por circunstancias históricas, económicas y raciales, de pronto se derrite bajo el infierno que ha consumido nuestra economía, nuestras instituciones democráticas y que amenaza con destruir nuestra cultura. Creo que de este éxodo surgirán cronistas como los haitianos, que han de registrar, en este caso las consecuencias de este experimento desastroso llamado Revolución Bolivariana y los efectos del exilio en la conciencia Venezolana.
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Aunque Edwidge Danticat emigró a los Estados Unidos a los doce años y regresó a Haití por primera vez trece años después, en la era post Duvaliers, ella se mantuvo fiel a su deseo de contribuir a la crónica de la diáspora haitiana. Su cuento, Hijos del mar, compilado en Krik? Krak! (Vintage, 1996) es un texto postcolonial sensible y subversivo. La voz de Danticat es la voz del exiliado que se rehúsa a desvanecerse; la voz rebelde de aquellos que ven más allá del fin de la opresión y no celebran porque “hay cosas dolorosas, también;” realidades intermedias que denunciar. Al hacer esto, el texto de Danticat hace lo que Ella Shohat y Robert Stam llaman “multiculturalismo anti-Eurocéntrico” (Unthinking Eurocentrism. Introducción. New York: Routledge, 1994).
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Según Shohat y Stam, asumir que todo el daño infringido a las culturas colonizadas es el resultado de la influencia europea resulta tan eurocéntrico como asumir que Europa es responsable por todas las bondades de la civilización. En este sentido, Hijos del mar ofrece una perspectiva más bien objetiva que denuncia la dominación y explotación interna. Los personajes principales reaccionan contra las normas; se convierten en escritores sin lectores. El joven escoge el exilio sin renunciar a sus sueños e ideales y es testigo del nacimiento de ciudadanos sin ciudadanía, mientras la joven se queda en su patria sin poder asimilarse a la nueva cultura (una extraña en su propia tierra).
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En Venezuela, bajo el calificativo de “Guerra Económica”, el régimen de Maduro ha desviado la atención de la gente en dirección a las potencias extranjeras (Estados Unidos, Europa, y algunos aliados Latinoamericanos, como Colombia) como los responsables de la ruina del país. Somos una supuesta potencia soberana, pero de alguna manera no hemos sido capaces de ganar esta “guerra de tercera generación” que paradójicamente nos ha llevado de vuelta a la era Victoriana. Al reposicionar a Europa—y especialmente a los Estados Unidos—como los poderes coloniales que mueven los hilos y deciden quien vive y quien muere en esta tragedia llamada política internacional, el discurso del gobierno venezolano convierte a cada exiliado en un Otro sin líneas en esta obra. Si se van del país no es porque sus propios compatriotas, escudados vergonzosamente detrás de uniformes rojos o verdes—tan inhumanos como los macoutes de Danticat—los han acorralado en un sistema sofocante de ineficiencia, escasez, violencia e impunidad; sino que la propaganda imperial les ha lavado el cerebro y los ha cegado, borrando los logros de la revolución y creando espejismos de problemas inexistentes (problemas “inducidos” o “sensaciones”).
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Por otro lado, la idea eurocéntrica del Estado como—en palabras de Zygmunt Bauman— “único guardián y garante del orden [y la paz, dirían los chavistas]” (The Making and Unmaking of Strangers) es confrontada en el cuento de Danticat. El Estado es el creador de caos, violencia y exclusión. Más aun, los Haitianos (y la mayoría de los Caribeños exiliados) ya no son vistos por Danticat como un pueblo monolítico, sino como una heterogeneidad compleja de individuos cuyos orígenes históricos crean en ocasiones diferencias irreconciliables que resisten cualquier intento de amalgamarlos. “Tratan a los Haitianos como perros en las Bahamas”, cuenta el joven desde el bote. El admite sus prejuiciadas y no muy profundas convicciones religiosas al referirse a los “muchos Protestantes en [el] bote. Muchos se creen Job…” y, como otros en el bote, prefiere hacer ofrendas Agwe. En este sentido, Danticat no celebra o reconcilia diferencias.
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De manera similar, se han acentuado las diferencias entre los venezolanos ahora que empiezan a abarrotar países vecinos. Víctimas de lo que se ha llamado terrorismo de Estado, venezolanos de todos los sectores, razas y condición económica han huido en números y utilizando métodos nunca antes vistos. Chile, Perú, Brasil, Colombia, Argentina, entre otros, han aportado espejos donde los venezolanos están contemplando imágenes conflictiva de ellos mismos tal como los perciben otros. Ha habido aceptación y rechazo; se han añadido a la ecuación raza y clase y aquellos que gozaban de privilegios ahora entienden lo que significa ser un subalterno, un marginado. Lo que agrava la situación de los venezolanos y los acerca a los exiliados que otrora no entendían, es que ya ellos, por definición del Estado han sido apátridas, tratados como traidores y por tanto enemigos, marginados y excluidos (en algunos casos perseguidos, torturados e ilegalmente encarcelados). Aunque pudieran compartir la misma desgracia, no todos los venezolanos son chéveres, católicos o estudiosos; de igual forma, no todos son impuntuales, “lisos” (irrespetuosos/pícaros) o vanidosos. Será en la exploración de estas diferencias donde los venezolanos podrán sincerar su visión como grupo cultural y ponerla al servicio de país que se supone todos queremos evitar que naufrague y para lo cual todos deberían estar remando en la misma dirección. Las complejidades individuales y de clase arrojan luces sobre las complejidades políticas.
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Las primeras líneas del cuento de Danticat ofrecen una visión frustrante y desesperanzadora del exilio forzado a través de la narración epistolar del joven, quien ahora entiende que “detrás de las montañas hay mas montañas”, “aguas eternas, mares infinitos, y mucha gente…cuyos nombres no le importan a nadie más que a ellos mismos”. Su voz es nostálgica y temerosa. Su novia, quien se queda en Haití presenciando y experimentando un exilio interno, comparte este sentimiento de desesperación, “encerrada todo el día”, borrando sus conexiones con el régimen anterior, sin pertenecer a ningún lugar, convirtiéndose en extranjeros dentro de su propio país. Su voz es real y decidida, aunque refleja la frustración e impotencia del terror marginador. Sin embargo, están conectados; sus cartas son su medio de resistencia. Ya que sus palabras han sido silenciadas por el régimen, y sus cuerpos separados, escriben para acercarse y contar la crónica fiel, un registro que, de ser leído, puede contar la historia desde la perspectiva del subordinado.
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Los venezolanos conocemos el terror ahora. El terror político tradicional que había sido un cuento impersonal, casi ajeno, de tiempos pasados, enterrado junto con nuestros recientes dictadores (Gómez, 1908-1935 y Pérez Jiménez, 1952-1958) se ha convertido en una presencia ubicua que amenaza la cordura. Ya no es solo el terror al encarcelamiento o la muerte de manos del aparato político y represivo del gobierno; es también el terror a morir de hambre, o a menguas por falta de atención médica o tratamientos; terror a enloquecer, a perder cualquier vestigio de dignidad restante para evitar ser presa de los mecanismos de persecución y exclusión del gobierno; terror a la resignación, a la inacción, al auto-remoción y olvido. El eco de las voces de los venezolanos en el exilio divaga en el ciberespacio y a través de otros medios modernos con la misma incertidumbre que los personajes de Danticat navegan las aguas del desarraigo. La mayoría habla de éxitos, de una dignidad recuperada; algunos hablan de dificultades esperanzadoras; incluso aquellos que hablan de fracasos, como los balseros que prefieren morir en el mar, dan fe de lo imperativo que resulta imponer la dignidad humana y la prosperidad por encima de cualquier nostalgia nacionalista. Desgraciadamente, la solidaridad internacional ondula con los vaivenes de la turbia diplomacia y la memoria corta. Los sujetos postcoloniales son Buenos imitadores.
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El nacimiento de una niña en medio de la nada, agrietamiento del bote, al igual que otros elementos simbólicos en el texto de Danticat, representa la ruptura con la identidad y la tierra. ¿Cuál es la nacionalidad de una bebe nacida en el medio del mar? ¿Cuánto de su cultura llevará consigo para enfrentar la transculturación? Pero la niña no llora al nacer. El silencio de la recién nacida parece reflejar el silencio de los pueblos cuyas voces han sido calladas por la violencia; al mismo tiempo podría representar la esperanza, ya que la niña había sido el resultado de una violación por parte de miembros del régimen de Duvalier. Su muerte podría simbolizar la auto-destrucción de la violencia. La América del cuento de Danticat luce como una tierra prometedora, pero distante; el rescate nunca llega (el mayor temor de los venezolanos). Nuestra América (norte, centro y sur) se ha convertido en un sueño; Venezuela, como la Haití de los personajes de Danticat, es ahora la realidad pesadillezca, empero muy real. En ella las fuerzas endógenas del neo-colonialismo convierten al ciudadano en un extranjero sin voz. Sin embargo, se hace necesario que se eleven voces valientes para subvertir las nuevas formas de dominación impuestas. Yo espero que nuestras voces sean escuchadas a tiempo para evitar la irreversible destrucción de mi país. Esta destrucción no será tanto a causa de la ineficiencia, crueldad y corrupción que ha caracterizado la Revolución Bolivariana, sino a causa del éxodo de su gente más valiosa. Es su ausencia lo que augura desolación, desesperación y desesperanza.
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Hola @hlezama. Excelente recorrido y muy bien documentado. Además lo contextualizas naturalmente con la realidad venezolana. Te felicito...considera colocar unas imágenes.

Gracias, @sandracabrera. Estoy trabajando en eso. He tenido algunos inconvenientes con el acceso a la red y los comandos para formatear. Espero ponerme al día pronto para no perder tiempo en la forma y dedicarme mas al fondo. Danticat es una de las cientos de escritoras que de diferentes origenes escribe en inglés desde los Estados Unidos y ha contribuido con hermosa literatura con un alto contenido humano y político. Pronto estaré posteando sobre otros títulos y la dolorosa similitud de los asuntos tratados en esos textos con la realidad venezolana.
Gracias por el apoyo. Nos seguimos leyendo

Muy buen post, @hlezama. Interesante esa relación comparativa de nuestra tragedia venezolana -particularmente, la de la emigración- con la vivida por otros países americanos, en este caso a través de un cuento de un escritor haitíano. Esa vertiente ya se ha abierto desde hace un tiempo en la literatura venezolana, tanto en poesía como en narrativa.

Gracias, @josemalavem. Agradecería cualquier referencia. Por mi formación, ironicamente he leido más autores foraneos que venezolanos y me encantaría conocer los autores venezolanos que desde el exilio estan dándose a conocer en el mundo. Incorporarlos a la lista de escritores norteamericanos de doble nacionalidad (hyphenated identities) sería un gran complemento.
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