Hoy estuve leyendo sobre los pensamientos y razones del rey Salomón, el hombre más sabio y rico que ha existido sobre la tierra; específicamente en el libro de Eclesiastés. Sus conclusiones deprimentes, «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», son el producto de sus reflexiones y experiencias personales. Es desmoralizador, porque aquí el término "vanidad" tiene el significado de "soplo al viento", "vacío". Nada desilusiona más al hombre, que después de afanarse tanto en algo se encuentre con un sin sentido; que ni la persona más favorecida por los bienes materiales está libre de días oscuros y de sufrimiento.

Creo que a todos nos llega el momento de profundizar en la razón de la vida «debajo del sol» con todas sus paradojas y contradicciones. A más de uno le ha tocado pensar en lo "injusta que es su existencia" por los sacrificios que ha tenido que hacer, y son los menos preocupados quienes disfrutan de las cosas buenas; que el hombre bueno sufre y el malo vive en deleites. Por el otro lado, ¡A cuántas personas hemos escuchado decir que a pesar de sus grandes riquezas no tienen paz en sus vidas! ¡Todo es una punzante insatisfacción!

Aunque es muy difícil escapar de esta conclusión: "todo es vanidad-vacío", Salomón aconseja disfrutar la vida. No induce a sus lectores a la desesperación, porque a pesar de lo complicada que se torna muchas veces, hay demasiadas cosas hermosas en ella, en las cuales gozarse. Vivir la vida sin esperar que todo sea perfecto... Y concluye su libro, diciendo: «El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre» (Ec. 12:13).