EN EL PUENTE DE LOS MUERTOS

El profeta Zoroastro vivió entre los siglos VII y VI cuando Persia era aquel gran imperio que se extendía desde Egipto hasta los Balcanes e incluía el actual Afganistán. Sus enseñanzas se recopilaron en un libro llamado Avesta; contiene preceptos morales y espirituales que aún hoy algunos grupos siguen.

Zoroastro relata en el Avesta que cuando un hombre muere su alma queda cerca de la cabeza durante tres días y tres noches, recitando un cántico de alegría como si aún estuviera unida a su cuerpo. En la cuarta noche, el alma se dirige hacia un puente llamado Tchinvat, o puente de los muertos, donde es juzgada. Tras el juicio que se efectúa allí, el hombre bueno siente una brisa fresca que lo acaricia con su dulce aroma, y ve venir hacia él una joven que ilumina todo con su hermosura. El hombre bueno, fascinado por esta visión, le dice a la muchacha:

-¡Oh! Encantadora doncella, ¿quien eres tú que llegas para llenarme de felicidad con tu hermosura? Nunca he visto a ninguna como tú. Dime tu nombre. Dime quién eres. Ella le contesta:

-Yo soy la ley de tu cuerpo, la personificación de tus actos buenos. Tú con tus buenas acciones me has hecho hermosa y deseable; estamos unidos tú y yo por tus buenas palabras, tus buenas acciones y tus buenos pensamientos.

De este modo, el alma del hombre bueno entra luminosa al paraíso. Por el contrario, el hombre malo al llegar al puente de los muertos siente un viento fuerte que trae un olor fétido, repugnante. Ve acercarse una joven de aspecto horrible; su cara es deforme y su cuerpo es monstruoso. Este hombre, lleno de espanto, se angustia al ver tan espantoso ser y le pregunta con un grito:

-¿Quién eres tú? ¿Por qué vienes hacia mí? ¡Vete de mi vista que me aterrorizas!

Sin embargo, ella sigue acercándose a él y cuando está muy cerca le susurra al oído dejando salir su aliento pestilente:

-Yo soy la ley de tu cuerpo, soy tus malas acciones, tus malas palabras y tus malos pensamientos. Tú te has unido a mí por tus malos pensamientos, palabras y obras.

En ese momento, ante el hombre erizado de terror, aparece Arhiman y arrastra el alma del hombre malo a los infiernos.