Tras la pista de Cervantes: casa natal parte II

Subo las escaleras hacia el primer piso. Recuerdo las indicaciones de la mujer sonriente de la entrada y sigo rigurosamente el orden del recorrido, dirigiéndome a la estancia que me queda a mano izquierda.

El retablo de Maese Pedro

Esta sala se presenta como un homenaje al amor que sintió Miguel de Cervantes por el teatro de títeres. Sobre una pared de fondo negro un relieve del famoso Hidalgo.

Expuestos tras grandes vitrinas, encuentro una escenografía con los personajes y decorados del pasaje del Quijote que da nombre a la sala. Echo en falta la entrada de luz natural en la estancia, la penumbra no me deja ver los detalles y solo es a corta distancia donde puedo distinguir la calidad artesana de las piezas.

Alcoba del caballero

Esta sala pertenecía al patriarca de la familia y antiguo propietario de la casa, en este caso D. Juan de Cervantes, abuelo del escritor.

Me fijo en la cama, pequeña en sus dimensiones pero a la vez majestuosa. En vez de armarios, dos baúles y bajo uno de los escritorios descansa un brasero.

Estrado del cariño

Sonreí al leer el nombre de la estancia, y lo que encontré al entrar en la misma no me sorprendió. Una gran cama de matrimonio don dosel y en una esquina una pequeña cuna haciendo alusión al nacimiento de Cervantes.

Aseo y tocador

Nada más entrar caigo en la cuenta de esa silla tapizada en color camel con un orificio y, bajo el cual, se encuentra un recipiente metálico. Un tocador improvisado con un pequeño espejo, vasijas de cerámica decorada, un gran cubo de madera, una bañera y en el armario toallas y paños.

Alcoba de mujeres y niños

La última de las tres estancias que, junto a la alcoba del cariño y el aseo y tocador, era eminentemente femenina. Para la época en la que nació Cervantes, las mujeres y los niños dormían separados de los hombres adultos.

Algo que en principio me suena arcaico y que más tarde, reconozco en mi entorno más cercano donde, tras muchos años de convivencia, parejas de cierta edad deciden que resulta más cómodo no compartir la alcoba o, en otros casos, donde los niños en mitad de la noche invaden el lecho conyugal y destierran al sofá a alguno de los dos progenitores.

Aquí termina mi visita a la casa natal de Cervantes, aunque aún queda la sala de exposiciones temporales, pero eso merece mención aparte.

Vuelvo sobre mis pasos con la satisfacción de que la visita a merecido la pena. A mi salida, una mezcla a suelo mojado y delicado perfume inunda la calle mayor. Un músico callejero toca su violín, mientras los viandantes pasan a su lado cabizbajos, temerosos de que una sola mirada los obligue a depositar una pequeña moneda en su zurrón.

Todas las imágenes son propias.
Fuente del texto: folleto informativo que me facilitaron a la entrada. www.museocasanataldecervantes.org

Muchas gracias por dedicar tu tiempo a leer mi trabajo. ¿Te ha gustado? vota, comenta y comparte.

@gemce