Tres nociones del tiempo en la ciencia ficción

Junto a la conquista del espacio, el viaje en el tiempo es uno de los tópicos más tocados y retocados de la ciencia ficción, lo cual no es para extrañarse. Todo el mundo en algún momento ha deseado volver en el tiempo y cambiar algún acontecimiento, o adelantar el tiempo para alcanzar rápidamente un anhelado futuro. El tiempo rige nuestras vidas con mano de hierro, lo administramos lo mejor que podemos, intentando ahorrarlo como si se tratase de una moneda invisible, pero veamos cómo podemos definir el tiempo.

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En un sentido práctico el tiempo es el cambio constante e indetenible de lo que nos rodea, lo percibimos porque percibimos el cambio a través de nuestros sentidos, la realidad muta y ningún instante es idéntico al anterior, así pues, el tiempo transcurre.
La física por otro lado, no se pone de acuerdo en si el tiempo es una magnitud absoluta que se percibe igual en toda circunstancia (mecánica clásica), o si es una cuarta dimensión ligada al espacio, que puede contraerse o dilatarse para distintos observadores (mecánica relativista).
Los autores de ciencia ficción, se nutren de los esfuerzos científicos y filosóficos de darle un sentido al tiempo, para convertirlo en algo que deje de ser ajeno a nuestro control y nos permita poner las manos sobre él. Algunas de estas formas son tan hermosas e interesantes, que a mí personalmente me arrastran a muchas meditaciones. Veamos tres de ellas y a que reflexiones nos conducen.

La guerra del cambio se describe a través de los cuentos fantásticos de Fritz Leiber, como un conflicto entre dos bandos que intentan cambiar el curso de la historia universal para su conveniencia, haciendo modificaciones en la linea temporal. Sin embargo en el relato Intenta cambiar el pasado (1983), uno de estos agentes explica que “el continuum espacio-temporal está hecho de una materia testaruda” y se encuentra gobernado por la Ley de la Conservación de la Realidad, la cual amortigua los cambios inducidos, para volver al curso establecido de los hechos.

En aquel momento empezó a aprender algo -y era un aprendizaje más bien desagradable y estremecedor- acerca de la Ley de la Conservación de la Realidad. Al universo tetradimensional del espaciotiempo no le gusta ser cambiado, del mismo modo que no le gusta perder o ganar energía o materia. Si tiene que ser cambiado, se ajusta por sí mismo, solo lo suficiente como para aceptar ese cambio y no más.

Al parecer Leiber se le adelantó, por apenas unos años, al astrofísico ruso Igor Nóvikov y su Principio de autoconservación (1990), el cual demuestra a nivel probabilístico, que de ser posible viajar al pasado, no se podría realizar un cambio que generase una paradoja.
Ambos principios refuerzan la idea del destino, la cual se repite en muchas culturas del mundo con distintos nombres y características, pero siempre manteniendo una premisa; el curso de los acontecimientos ya está determinado y no puede alterarse.

En su relato, El pasado muerto (1963), Isaac Asimov nos muestra la lucha por el control del conocimiento ligado al cronoscopio, un artefacto que si bien no sirve para viajar en el tiempo, funciona como una ventana para ver cualquier acontecimiento del pasado, sin importar el lugar donde haya transcurrido. Quizás esto les parezca familiar aunque no hayan leido el relato, pues este mismo concepto se utilizó en la película Déjà vu (2006). Los personajes del cuento terminan cayendo en un cuestionamiento moral ligado al uso de esta tecnología, se dan cuenta que al ser de dominio público, cualquiera podría fisgonear en el pasado ajeno. El conflicto ético escala rápidamente cuando se hace notar que observar el pasado inmediato es observar el presente mismo.

—Bien —prosiguió Araman—. ¿Cuándo comienza? ¿Hace un año? ¿Cinco minutos? ¿Un segundo? ¿No es obvio que el pasado comenzó hace un instante? El pasado muerto es apenas otro nombre para el presente vivo. ¿Qué importa si se enfoca el cronoscopio hacia el pasado de un siglo o de un segundo? ¿No están ustedes contemplando el presente? ¿No empieza él mismo a consumirse?

Este razonamiento nos hace pensar que el presente es una ilusión, una línea imaginaria entre lo que ya pasó y lo que no ha pasado. ¿Cuándo sucede el presente entonces? El presente no existe.

Finalmente quiero compartir la que es mi favorita de estas tres concepciones del tiempo (Se trata de mi escritor favorito y mi libro favorito, pero les juro que es pura casualidad). Una hermosa narrativa que estimula directamente los sentidos. Un fragmento del relato Encuentro nocturno, parte de Crónicas marcianas (1950), del poeta de la ciencia ficción Ray Bradbury.

En esta historia se entrecruzan dos épocas distintas debido a causas desconocidas, produciéndose un encuentro entre un terrestre y un marciano. Ambos discuten acaloradamente tratando de decidir quién es un fantasma del pasado y quién es una proyección del futuro. El escenario es una carretera milenaria del planeta marte.

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Esta noche había en el aire un olor a tiempo. Tomás sonrió. ¿Qué olor tenía el tiempo? El olor del polvo, los relojes, la gente. ¿Y qué sonido tenía el tiempo? Un sonido de agua en una cueva, y una voz muy triste y unas gotas sucias que caen sobre cajas vacías y un sonido de lluvia. Y aún más, ¿a qué se parecía el tiempo? A la nieve que cae calladamente en una habitación oscura, a una película muda en un cine muy viejo, a cien millones de rostros que descienden como esos globitos de año nuevo, que descienden y descienden en la nada. Eso era el tiempo, su sonido, su olor. Y esta noche (Tomás sacó una mano fuera de la camioneta), esta noche casi se podía tocar el tiempo.

Además de ser hermosa, esta es la idea que más me gusta por presentar el tiempo como una experiencia. Nuestros recuerdos atestiguan su paso, se graba en nuestros sentidos, hace surcos en nosotros. La erosión de su corriente indetenible nos da forma. Nosotros no transitamos a través del tiempo, el tiempo fluye a través de nosotros.

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Si llegaste hasta aquí te agradezco mucho tu atención, espero que este tema te haya parecido tan fascinante como a mí y te invito a comentar tus opiniones al respecto.