Mujer luchadora y madre de trece hijos. A veces la observo sentada, sola y perdida en sus recuerdos y pienso cuantas memorias interesantes guarda dentro de sí.

Ella es una fuente inagotable de experiencias, cuentos e historias. Además es poeta y le gusta cantar. Cada vez que puedo la motivo a hacerlo porque sé que le gusta y puedo sentir su emoción al compartir sus cuentos de vida.

Debido a la desesperación que tenemos todos con los consecutivos apagones hoy le pregunté ¿qué hacían en su casa cuándo ella era niña y no tenían luz eléctrica?

Fue lo mejor que pude haber hecho. Enseguida se llenó de ánimo al poder compartir sus vivencias y todos a su alrededor quedamos asombrados con sus historias.

Ella para aquel entonces vivía en la zona de Caigüire y quedaba a las afueras de Cumaná estado Sucre en Venezuela.

Voy a tratar de transcribir sus palabras para que le encuentren sentido a su historia que me contó llena de emoción. Nos ubicamos aproximadamente en 1930

Bueno mija, estábamos acostumbrados y era normal, la vida estaba adaptada a eso. La gente se acostaba temprano y se levantaba con el alba. En las noches los adultos prendían las lamparas de kerosene, pero lo mejor de todo era cuando había noche de luna.

Entonces, las muchachas se convidaban y salían a pasear la luna por la avenida Carúpano. En esa época no había nada por ahí, eso era una sabana. No existían ni las pesqueras todavía.

A mí, me dejaban salir acompañada de las muchachas de la casa que eran mayores que yo, primas y hermanas porque yo tenía como seis años.

La luna alumbraba toda la sabana y en esos paseos las muchachas con sus vestidos blancos y almidonaos cantaban y los muchachos las veían desde lejos.

Así pasábamos la velada. Cómo yo cantaba bien me aprendía las canciones y a ellas les daba pena y me ponían a cantar a mí.