No hay estrellas en el paraíso
Amigos de Steemit, en esta ocasión les traigo un cuento que me inspira mucha ternura. Para escribirlo me convertí en niño, navegué mares, me cubrí de inocencia y lloré injusticias.
Ella siempre tenía razón, por eso sigo sus consejos a pesar de haberla perdido en medio de la noche. Es como si aún estuviera a mi lado y pudiera escucharla y sentirla en todo momento. Cuando tengo frío y miedo pienso en ella muy fuerte y todo pasa. Yo también soy como la noche. Mi piel es oscura y mis ojos según ella son las estrellas que se ven titilar en la oscuridad.
Tengo 10 años y me llamo Mombo, aunque aquí me han cambiado el nombre y ahora soy Rodolfo.
La señora Belinda es la directora, es una mujer muy alta y delgada que parece de porcelana. Hoy me llamó muy temprano a su oficina para avisarme que me vendrán a buscar.
Alina fue la primera en marcharse. Yo no me quiero ir, fue difícil llegar a este gran edificio verde para tener que abandonarlo ahora. La directora dice que una nueva vida me espera ¿será otro paraíso? ¡Estoy tan confundido! Aquí me están enseñando muchas cosas y me dan comida todos los días. Tampoco sé muy bien por qué a los niños nos trajeron a este lugar, parece que todos vivieran aquí. Hay muchas camas, una para cada uno, también hay juegos, libros con hermosos dibujos y lápices para colorear. Me dijeron que en las letras grandes de afuera dice Centro de Acogida para Niños Inmigrantes pero esas palabras tampoco sé lo que significan.
Desde el patio puedo ver la ventana de la dirección. Me gusta mirar las caras de las señoras y sus maridos cuando vienen y revisan las carpetas de la directora, en esas carpetas están las fotos de todos los niños y las miran una y otra vez. A veces levantan la mirada hacia la ventana y la señora Belinda señala a alguno de nosotros. Esta mañana unos ojos parecidos al color del mar me miraron y la señora bonita me sonrió.
Ella, mi madre, me dijo que el paraíso era verde y era la libertad. Esa última parte no la comprendo mucho ¿qué es la libertad?
Le temo a la noche y a la vez me hacen falta las estrellas. Pensé que podría verlas desde el paraíso como las veía desde la choza en las noches acaloradas, en el lugar donde nací, en África donde brillaban esplendorosas y jugábamos con ellas.
Pero no, desde aquí casi no puedo verlas.
El viaje había comenzado cuando un gran grupo de parientes y amigos emprendimos la marcha y recorrimos andando durante largos y calurosos días, desde nuestro pueblo hasta Melilla, y de allí partimos casi huyendo en medio de la noche ocultos y en silencio. Alina y yo estábamos muy asustados y nos aferramos a las manos de mamá mientras ella esperaba escuchar entre susurros nuestros nombres en la bendita lista que nos alejaría de la pobreza y el hambre.
Antes de salir, la última noche que pasamos en la choza grande donde nos habían reunido cerca de la costa, nos dijeron que el recorrido sería rudo. Tal vez algunos no podríamos soportarlo pero otros tendrían la fortaleza para alcanzar esa tierra llena de promesas. La recompensa serían las verdes praderas llenas de cultivos, tendríamos alimentos y podríamos ir a la escuela y aprender. Debíamos luchar por llegar allí.
Esa noche lloré, sentí temor de no saber lo que me podía encontrar. Mamá nos consolaba y nos decía que sería lo mejor para nosotros. En África ya no se podía vivir, solo conseguíamos migajas y teníamos que buscar otras tierras.
Nos acercamos en fila y en silencio a la orilla, frente a nosotros se adivinaba el océano oscuro y allí cinco pateras nos esperaban. A nuestra familia le tocó la tercera. Aparte de mamá y Alina estaban mi hermano mayor y varios primos. Otras familias se encaramaron también a la barca y muy juntos uno al lado del otro sentimos un empujón hacia el mar.
Nos alejamos de la orilla sin encender el motor para no hacer ruido, solo con el chocar de las olas contra el fondo de madera de la barca y el murmullo de las oraciones abandonamos África. Después de un rato casi aguantando la respiración y sin movernos, sentimos el sonido del motor que arrancaba y el bote comenzó a deslizarse sobre el mar chocando contra la espuma que iluminaba la luna.
Habíamos avanzado poco, los hombres discutían y señalaban el motor hasta que un sonido ahogado paralizó la patera. En ese momento solo se mecía entre las aguas del mar y comentaron que habíamos quedado a la deriva.
Cuando cae la noche no puedo evitar recordar el frío, el dolor que producían las llagas sobre mis hombros al salir el sol, la sal que se pegaba de nuestros cuerpos y mis labios cuarteados.
Y el otro dolor, el más intenso, cuando buscando a mi madre comprendí que ya no estaba. Me había dormido entre sus brazos arrullado por sus palabras débiles mientras el bote hacia esfuerzos por avanzar. Ya amanecía y el sol comenzó a picar sobre mi piel llena de costras de sal, la sed me quemaba la garganta y tenía la lengua tan hinchada que se asomaba entre mis labios resecos. Abrí los ojos para buscar su consuelo y ya no estaba, tampoco la prima Calinda. Con la llegada de cada amanecer la barca iba perdiendo peso. Las almas y los recuerdos me seguían acompañando, pero ellas ya no estaban. El sol era insoportable en el día y el frío inclemente de noche. A mi lado quedaban dos hombres, un poco más atrás una mujer que dormía todo el tiempo y Alina que lloraba noche y día. Yo quería ser fuerte y poder ayudarla, pero no sabía cómo hacerlo. Nuestra madre había muerto de noche como los otros. Primero sentíamos los sollozos cuando la penumbra invadía la barca, luego los abrazos iban perdiendo su fuerza y un silencio estremecedor se adueñaba de todo. Al poco rato se sentía caer un bulto al mar, entonces, el viento encontraba la patera más liviana para conducirnos al paraíso.
La noche que mi madre fue arrojada al mar yo quedé seco, no me quedaban lágrimas y tampoco había agua para saciar la sed.
Recordé la tierra árida, cuarteada y sedienta que habíamos dejado atrás para llenarnos de mar y navegar al paraíso. Sentí que también tenía seco el corazón. Mi hermano mayor se acercó y me dijo muy bajito que faltaba poco. Después debo haberme quedado dormido otra vez, volvieron el frío y la oscuridad, no dejaba de temblar y todo me daba vueltas, yo me tapaba los oídos con las manos cuando presentía por el leve movimiento de la barca y los murmullos, que en cualquier momento otro cuerpo iba a ser lanzado al mar.
Después de varios días, nunca sabré cuántos, nos sorprendió una fuerte tormenta. La patera se inclinaba peligrosamente y yo intentaba aferrarme a Alina para no perderla. El cielo se iluminaba con luces muy intensas y el mar rugía como un animal hambriento. Yo lloraba en silencio y mis lágrimas que habían vuelto, se perdían entre el mar y la lluvia. En algún momento agotado y vencido me abrazó el sueño y me meció en la deriva.
Sentí un silencio extraño que agudizó mis sentidos y me hizo despertar. Una luz muy fuerte nos alumbraba, nos habían encontrado.
Un grupo de pescadores que afortunadamente nos vio y quiso ayudarnos, nos remolcó con su embarcación hasta la orilla, y nos informaron que habíamos llegado a Algeciras. Al llegar nos recibieron unas personas uniformadas que gritaban órdenes en medio de un montón de gente. Nos dieron mantas para protegernos del frío y nos proporcionaron algo líquido que debíamos beber muy lentamente. Pude ver cómo a mi hermano y a las otras personas mayores se los llevaban de allí rápidamente en un vehículo. No volví a saber de ninguno de ellos nunca más. Nada se comentaba tampoco de las otras pateras que partieron la misma noche que nosotros.
Alina y yo estábamos solos.
Ahora además de solo, también estoy triste. Espero a alguien que me diga si este es el mismo cielo que yo conocí. Si lo miro fijamente durante mucho tiempo sin cerrar los ojos me parece percibir a mi madre entre las tímidas y pequeñas estrellas que apenas se dejan ver allá arriba. Intento hablar con ellas y encontrar una señal suya que me diga si hoy es el paraíso o será mañana cuando me haya marchado.
Hoy, este tema también se ha vuelto común para nosotros. Enmarcados en otros escenarios y otras historias pero la lucha por la supervivencia está y seguirá estando siempre presente.
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STOP
Terrible, hermoso y desgarrador relato de un niño que nos aprieta el pecho con sus palabras llenas de pesares, incertidumbres e ingenuidad. Aunque nos resulte doloroso debemos asumir como propio, por lejano que parezca, el dolor de los afligidos.
Gracias, por tocarnos de nuevo con esta narración la fibra de lo humano que busca inexorablemente la libertad.
Te saludo, @evagavilan. De nuevo, gracias.
@oacevedo, me corresponde a mi agradecer tus palabras y que hayas entrado en la historia hasta sentirla de esa manera. Esta vía que se ha abierto para compartir nuestros textos abre nuevas perspectivas para todos. ¡Un abrazo!
Que bello, tierno y conmovedor cuento, @evagavilan. Efectivamente, siento con dolor la indiscutible vigencia de esta historia, que viene ocurriendo con recurrencia cada vez mayor y similar drama entre los pueblos pobres, acosados por el hambre y la violencia atroz.
@josemalavem, es lo que siento. Muchos me dicen que escribo sobre cosas tristes pero para mi es una denuncia social. Gracias por leerme ¡un abrazo!
Amé este texto de principio a fin. La voz del niño, sus temores, sus deseos de proteger a Alina, su recuerdo de la madre como una estrella que lo vigilaba del cielo. Me imaginé su sonrisa blanquísima en la ventana, a la espera de una esperanza. Te felicito, @evagavilan, tocaste una fibra muy sensible en mí. Te aplaudo de pie.
@solperez, ese niño representa lo que hoy viven los nuestros, una realidad que antes pasaba de largo y ahora nos toca muy cerca. Un abrazo.
Hermoso relato. Convomedor. Creo que lo que lo hace mÁs desgarrador es sentir que relatos como esos, que nos parecÍan tan distantes hace un tiempo, ahora se acercan de manera espantosa a nuestras vidas. Ya tenemos niños venezolanos enfrentando separación y pérdida, como Mombo. Y me temo que muchos más se veran retratados en este relato muy pronto. Un gusto leerte.
Éxitos!
Gracias @hlezama, me agrada compartir mis cuentos y que el mensaje conmueva para crear esa voz de "Alerta" que nos está tocando muy cerca. También te visitaré.
¡Hermoso relato! Se me arrugó el corazón :( Saludos, @evagavilan.
Saludos @aurodivys, se que es un relato triste pero también es real. Gracias por leer, comentar y acompañarme con tu lectura.
Muchos sentimientos en la piel, en el alma, en el pecho. Mombo quedó tatuado en mí. Gracias por tan hermoso texto, @evagavilan.
Gracias a ti @acostacazorla, por asomarte a esta ventana y leer mis historias. Saludos
Hermoso pero triste relato, @evagavilan. Es tu historia una realidad que están padeciendo muchos niños, que al ser ellos lo que la cuentan, se hace más trágica y más dolorosa. Gracias por compartir.
Gracias por asomarte en mi ventana @nancybriti, pensé haber respondido ayer pero algo pasó que se perdió el mensaje. Todavía voy dando pasos lentos por aquí. Si, la triste realidad está presente en mis cuentos. ¡Saludos!
Bellisimo relato. Me recordó en principio a una lectura de La Culpa es de la Vaca llamada "La Señora Thompson". Pero por supuesto esta tiene un giro diferente. Gracias por compartirlo con nosotros @evagavilan. Un placer haberte leído. Éxitos.
El placer es mio @loro143, poder compartir mis cuentos con nuevos lectores me llena de alegría. Éxitos para ti también .
Realmente es un hermoso relato. Un llamado a la grandeza y a la compasión del ser humano, como ser humano.
Saludos, @evagavilan.
Así es @sandracabrera, intento justamente eso. Llamar a la puerta de la conciencia de cada ser humano para que no sigan ocurriendo estas injusticias y menos aún cuando los afectados son los niños. Gracias por estar aquí y por tus palabras. ¡Saludos!