La Vejez y las contradicciones - Remembrazas por Eleida Vargas
Publico otro extracto de las memorias de mi madre, Eleida Vargas, titulado "Remembranzas", con el fin de que sea valorado y del disfrute de todos ustedes. Con el fin de recolectar fondos para la ayuda de mi madre de 77 años de edad, discapacitada, paciente con Parkinson,
Mi madre cuando era joven y soltera. Fotografía por: Adonay Pernía.
Las contradicciones, de las que hablaba el tío Negro, y la vejez llegan juntas, y aunque él nunca especificó qué quería significar al referirse a ellas, hoy sé que cada quien será capaz de reconocerlas cuando se presenten. Durante la vejez tendríamos que estar conscientes de que cada cosa que digamos o hagamos podría negar o anular la posibilidad de decir o hacer otra.
La vejez pareciera ser la etapa en la que, podríamos decir, cuando uno quiere, no puede, o peor aún, cuando uno no quiere, debe. Refiriéndome con esto a que, tenemos que resignarnos a que no podemos hacer todo lo que queremos, aún cuando ahora dispongamos de tiempo - ya que a esa edad nos hemos liberado de muchas responsabilidades- porque nuestra capacidad se encuentra disminuida, o debemos hacer lo que no queremos, ejercicios físicos y mentales, dietas, para conservarnos jóvenes por más tiempo. Por mi parte, a menos que sean cosas como haber aprendido, de mi nieto, que con pasar la mano sobre el jabón mojado es suficiente para lavar cada parte del cuerpo, o que uno se puede ir enjabonando a medida que se va enjuagando, igual que, como decía el frutero de la Placita María Alcalá, se van madurando las chirimoyas a medida que uno se las va comiendo, no quiero yo aprender ni hacer más nada; aunque la gente que dice apreciarme siga insistiendo en que debo hacer todo para cuidarme. Ahí es donde Alejandro Vargas diría: ¿ Cuidarme pa qué ? . Parecido a lo que dijo cuando trabajaba en Parque Jardín Cementerio cuando le preguntamos si había comprado parcelas: ¡ No he comprado pa vivir y voy a comprar pa morir! . Para aquel momento no tenía casa.
No quiero yo pensar en que deba invertir el tiempo que tengo para vivir en cuidarme en lugar de hacer las cosas que quiero o me gustan. Antes que vivir en eso, prefiero morir en lo otro.
¡Sería otra cosa la vejez si llegara sola, sin contradicciones.! Pudiera, yo, flojear, porque es el momento, todo lo que quiera sin correr el riesgo de quedarme tullida. Solo así vale la pena, ser viejo; si uno puede hacer lo que le de la gana, sin que eso traiga consecuencias.
Valoro la vida porque la viví cada etapa en su momento. Sin prisa por dejar de ser niña, y sin querer ser mujer, siendo adolescente, como se ve que hoy ocurre. Igual pretendo vivir mi vejez, sin negarme el disfrute de lo que , en ella, me corresponde. Disfrutando de la lasitud que viene con los años, hasta que mi cuerpo pueda soportarla. O como dice uno que fue mi enamorado, dándole al cuerpo lo que pida, claro que nunca en la medida que le daba, él, ron al suyo cada vez que se lo imploraba. Porque ya llegué donde iba, como decía mamaíta, y la única cosa que, ahora, puedo y debo es vivir lo que la vejez demande. Es así, o a esta edad de lo primero que tendríamos que disponer es de más energía de la que ya tuvimos para poder transportarnos con nuestra humanidad, esa de la que tanto nos enorgullecíamos en otros tiempos, de un lado a otro. En condiciones contrarias no estaría dispuesta a cargar conmigo para arriba y para abajo. Porque ese es el problema, que la vejez llega cuando uno ya no tiene fuerzas para cargar con ella.
Mamá con su nieto Antonio Eduardo, en los tiempos cuando empezaba a escribir su libro. Fotografía: @3l3ida
Por reconocer que estoy vieja me acusó mi nieto, hace poco, de tener baja el autoestima; pero no, mi autoestima está donde tiene que estar, lo que si tiende ya a no estar en su lugar son mis carnes, aunque mis senos no se hayan vuelto todavía dos gotas de llanto, y mi físico ya no inspira los sentimientos de antes, mientras que aún mis emociones se desatan cuando escucho música romántica o apasionada, como la que escuché anteayer en mi carro, en la radio, El Trío Los Panchos interpretando “Soy lo prohibido ¨, o cuando oigo a Roberto Carlo cantarle al amor entre cóncavo y convexo, entonces es cuando siento como que me estoy perdiendo de algo, como que algo me faltó, como le faltaba algo, siempre, a cada cosa en la vida, según mamaíta, y extraño mi juventud; cuando lucía linda a color y en blanco y negro, al igual que la extraño cuando escucho a la inmortal Celia Cruz cantar “Carnaval ¨, o “A lo loco ¨, y - como digo en una de las metáforas empleadas, en uno de mis escritos, para redimir al verso rimado frente a la prosa - me pongo “a bailar como aprendí, con paso y compás que rimen ¨, pero … ¡ ya no soy la misma!, como igual decía mamaíta, y el resto del tiempo quiero hacer lo que me dé la gana y la perra también, como dijo Maximiliano que quería hacer, un día, siendo chiquito; porque en adelante, si llegara a tener más años encima, lo que voy a querer es estar como Abuelita Arrugada, que se levantaba, cada día, a desayunar y a esperar que fueran las once de la mañana para bañarse, ponerse su bata limpia, sentarse en su butaca a escarmenarse el cabello y extenderlo en su espalda para que se oreara y poder tenerlo seco al momento de acostarse - después de almorzar- a reposar hasta la hora que fuera, en que se levantaba, se vestía con uno de sus vestidos de bolsillos, abotonado en su parte delantera desde el cuello hasta, casi, el ruedo, se ponía sus medias gruesas, enrolladas debajo de sus rodillas, para protegerse de las plagas, las de nylon eran para salir, se hacía su zorongo que sujetaba con un cortejo - Panchita, para salir, se peinaba a lo Grace Kelly y usaba trajes de tres piezas - y, cuando no era para el porche que agarraba, con su bastón, a sentarse a ver la gente pasar o a conversar con uno de nosotros- no hasta muy tarde, porque no le gustaba serenarse- era a ver televisión que se ponía hasta la hora de cenar, que comía y, luego, se volvía a sentar a ver novelas, hasta la hora de dormir, novelas en las que decía participaban, por el parecido que tenían con los artistas, gentes de su época, como las tantas veces que creyó ver a Eleuterio Díaz, el papá de Panchita, en el actor Jorge Palacios.
Mi madre en su Patio. Fotografía: @3l3ida
Sería muy triste, la vejez, si no pudiéramos vivirla haciendo lo que queremos, pero sería más triste aún si tuviéramos que vivirla haciendo lo que no queremos. Encontraríamos, sin duda, justa la razón de La Nena Herrera para decirle a Juan Cha Juan Cuerito, en su canción, que para vivir como vive mejor no morir de viejo.
Recuerdo haber escuchado a papaíto responderle a Malvina:_ ¡Tengo ochenta y seis razones para hacerlo! _ refiriéndose a la edad que para el momento tenía, la misma a la cual murió, una vez que ella, alentándolo para que se levantara, le recordó que la doctora había dicho que no había ninguna razón para que él permaneciera la mayor parte del tiempo acostado.
Si como mi padre, llegara yo a acumular tantas razones, sin duda, querría, también, vivir conforme a ellas.
Mi madre en septiembre del 2016.
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Nice elei.
Thank you for your comment.
Great post. Once thing I've learned in life is "Build your own dreams, or someone else will hire you to build theirs."
Yes, today I hope to be able to help my mother by showing, discovering her literary work to the world. Thank you for your comment.
Que hermosa tu mamá.
esa parte me dejo pensando bastante, es un texto muy bonito.
muchisimas gracias .