Los gatos de Aveiro

Las ciudades portuguesas poseen un encanto que se observa en su arquitectura, en el diseño de sus aceras, sus calles, sus farolas, son lugares definidos por la veneración al mar, de un modo claro y tangible, su materialidad se recrea una y otra vez en el espacio urbano, revelando un amor, pero también una profunda penetración en este elemento natural.

Pienso por ejemplo en una ciudad pequeña como Aveiro, con su ría que dota a la ciudad de una gracia líquida y protéica. En esta casa de la primera foto vemos el suelo que parece que deseara reproducir de un modo nuevo a la vez que análogo, las olas del mar.

Pero esta ría, que va a desembocar al mar, y que recibe las aguas de varios ríos, acoge barcas también definidas por la personalidad de sus dueños, cada una diferenciada, y su presencia dota a la ciudad de un perfil distintivo y especial.

Pero recorrer las calles de Aveiro reserva al paseante más de una sorpresa, como la visión de esas alegrías domésticas que son los gatos, siempre observando desde las ventanas, como decadentes señoritas antiguas.

El uso de los mosaicos en la arquitectura de las casas me sugiere un sentido estético de la existencia, que se manifiesta en esa manera única y peculiar de ornamentar sus hogares, gente con ese sentido de la belleza necesariamente debe tener en su interior una espiritualidad rica y enigmática,

como se hace evidente en la obra del gran poeta portugués Fernando Pessoa, siempre multiplicando su ser literario en varios personajes, sus heterónimos. Culinariamente el bacalao es lo más destacable, siempre fresco y preparado de muchas maneras, cada una más rica que la anterior.

Sin duda Portugal es una país que se ofrenda al visitante, con su romanticismo decadente, sus misterios y sus delicias culinarias, y sus ciudades guardan secretos que al recorrerlos no pierden ni un ápice de su encanto. Como creo es posible observar en estas fotos que hice de mi paso por la ciudad.