No quise dejar pasar de largo este 23 de abril, Día Mundial del Libro. Huellas en mi vida han sido muchas, leer ha sido una de las palpables como hobby, desestresante, obsesión, relajante, entretenimiento... es una condición humana que sencillamente te hace... ser.

En casa, mi papá además de ser profesor universitario -se podrán imaginar la cantidad y variedad de lectura que había-, era fotógrafo aficionado. Era imposible no dejarse llevar por este lado luminoso de la fotografía y los barrancos profundos de la lectura.

Había de todo, enciclopedias Británica, enciclopedias de fauna silvestre, novelas de ficción, literatura latinoamericana, revistas de National Geographic, fascículos de lugares turísticos, todo en medio de los apuntes y trabajos de investigación de mi padre.

Luego vinieron unos cuentos ilustrados de Tarzán. Los podía hasta dibujar y además presentaban trama como historietas o comics... y de pronto, tendría ya unos 10 años cuando apareció Mafalda de Quino.

Fue la primera vez que me encontraba con un estilo de redacción que me despertaba la curiosidad por cada mensaje y palabra empleada en cada viñeta, y además la carga de humor negro era impresionante. Recuerdo con mucha gracia aquel cuadro donde resaltaba la palabra "BUROCRACIA", cuando Mafalda llamaba a su tortuga para darle de comer, la paradoja que se me presentó ante mis ojos y mi lógica infantil comenzó a revolotear hacia otro nivel que me exigía mayor atención por lo que estaba leyendo, ya no se trataba solo de sano entretenimiento, sino de comprender.

Las palabras comenzaron a jugar en mi como una especie de cacería de gato al ratón para comprender como esta niña que tenía dos años menos que yo, se mostraba en un lenguaje tan adulto e infantil a la vez para fijar postura y figura. Qué iba a saber yo en su momento todo el mensaje político que expresaba la historieta argentina y latinoamericana mas resaltante de los años 70 en medio de la realidad cruel de las dictaduras suramericanas.

Luego llegó la primera parte del bachillerato en 1er y 2do año. Una época marcada para mi por la música porque aprendí a cantar y a tocar la guitarra. En medio de este nuevo oficio, me topé sin darme cuenta que el contenido de cada canción también escondía un mensaje igual de complejo que los libros, porque en menos de cinco minutos los cantautores debían dejar impreso lo que querían decir al ritmo de una melodía musical y que esta se entendiera con solo escucharla.

Era el final de la década de los 80 y comienzo de los 90, estar atónito de la letra de un "Son Desangrado" por Silvio Rodríguez, pero interpretado por Soledad Bravo, y luego viajar a la controversia generada alrededor de la homosexualidad y el VIH hecha salsa, en la canción de Willy Colón "El Gran Varón", provocó en mi una sed mas grande por los libros, para saber de dónde son los cantantes y por qué cantaban en llano.

Luego fue la materia de "Castellano y Literatura" de 3er año con el "Humor y Amor" de Aquiles Nazoa y aquellos primeros intentos de incursionar en teatro dramatizando alguna de sus poesías. "Casas Muertas" del venezolano Miguel Otero Silva, que me iba a imaginar que toda aquella descripción de la venezuela rural y provinciana de 1955 sumergida en una de las peores pestes del siglo, el paludismo, se encarnaría, tendría un remake en vivo y caliente en la Venezuela de pleno siglo XXI.

Hasta que llegó la joya de la corona en 4to año, Gabriel García Márquez y sus 100 años de soledad. Jamás me sentí tan enamorado de la lectura y su realismo mágico, como en ese momento, porque todo lo escrito relataba la idiosincrasia de los que habitamos este extremo norte del continente con las aguas del mar Caribe a nuestros pies... exacatamente a unos cientos de kilometros de mi Maracaibo, quedaba Macondo. Desde ese instante ha sido una gula comer libros, leer de todo y mucho, ha sido un entrenamiento que no cesa y el cuerpo mas nunca vuelve a ser el mismo, si dejas de leer.

Faltaría contarles de otros libros que llegaron a mis manos y ojos con la universidad, pero en este tramo de mi vida fue la poesía la que cavo sanjas... el poema XX de Neruda, Nicolas Guillén, Lorca, Benedetti, Gregory Zambrano, merideño que recita sus postales de Maracaibo desde la tierra del sol naciente. Los versos cantados de José Martí por Pablo Milanés, los libros de historia que luego tuve que leer para comprender las raíces enmarañadas de nuestro país necio y haragán, de la mano de Isaac López, historiador falconiano, paraguanero de luna llena, amigo puntual del corazón.

Y lo mas reciente lo que va de la mano en el oficio de ser periodista a tiempo y destiempo, con las crónicas de mi colega y mentor del periodismo radiofónico, Rogelio Suárez @rogeliosuarez, o los relatos y sueños wayuu contados por Glenyis Sensial, @glenyissencial. Los reportajes y análisis de tantos colegas de Radio Fe y Alegría que ahora hacemos vida en Steemit y otros medios... ¿cómo quejarme si lo tengo todo? me he visto en todo momento rodeado de la palabra, eso es un privilegio, ha sido un honor, y por eso sostengo, con leer no se pierde nada y en cambio se gana todo.